jueves, 18 de abril de 2024

El de cada día.

                                                                  


Una lluvia fina de harina cae sobre un bowls de cocina después de atravesar el cernidor. Es un recipiente hondo capaz de recibir esa descarga de quinientos gramos. La levadura va en el centro, en el hueco formado con la mano en medio del trigo blanco procesado, dentro de ese pozo vuelco veinte gramos de levadura fresca, granulada, que se disolverá en trecientos mililitros de agua tibia mezclada con un generoso chorro de aceite de oliva exultante de fragancia y sabor. Es el comienzo volcánico de una energía deseosa de explotar.

Por las paredes del bolws, sin tocar el fermento catalizador, el agua y el aceite, dejo caer diez gramos de azúcar y diez gramos de sal. Mezclo. Mezclo todo con las manos limpias y con movimientos envolventes, lentos, firmes, acunando un útero en expansión. Dentro de la masa homogénea, húmeda y sin grumos se ira generando calor, será el claro anuncio de la necesidad de reposo, de descanso. Tapo con un paño seco. Y la masa crecerá, lenta, como globo aerostático, llena de burbujas aceitosas que explotarán al amasar sobre una superficie lisa, enharinada. El aire preso se perderá con el hambre y la urgencia de cualquier amor. Amasar. Parto y luz, la fuerza de una fe a futuro. Después formaré dos bollos, los marcaré con tres cortes paralelos en la cima, en la cresta y dentro de una asadera irán a perderse en las fauces hambrientas del horno.

Un perfume embriagador se expandirá por el aire, lo invadirá todo. Nacerá el deseo y se colgará de los dientes, del cerebro y las papilas desorbitadas irán en procura de un simple placer terrenal. Desde la boca de fuego emergerá humeante y tentador el culpable del agradecimiento litúrgico, del reparto hermanado. El causante de tantas puñaladas en las tripas, del reclamo de todo ser humano con los pies sobre la tierra, pero también el del vuelo en picada de los buitres apostados en las copas más altas de lo árboles.

Fascinante, sencillo, demoledor. El paladar envuelto en el más básico de los placeres. Boca, dientes, mordisco, y poca cosa más que agregar. Saciar en un bocado los cinco sentidos, esperando que el ensueño eterno vuelva a remover los deliciosos engranajes de la creación. En pocos ingredientes la alquimia mágica de la inclusión y mi imperiosa necesidad de ofrendarte ese manjar. Pero no encuentro salida, no estás. El teléfono suena infinito sin más respuesta que la de un contestador. Hay veces que no basta con la ilusión, no hay efecto, solo la existencia de un poder inmenso, de un infierno inmenso, pues a pesar de todos mis esfuerzos y deseos solo necesito asimilar que ya no nos queda harina, levadura, azúcar, agua y aceite con los cuales crear absolutamente nada. Sal. Solo nos queda sal.

 

fino.                                                                         gracias Leila G.

Mùsica de fondo: Freak Like me - Macy Gray

 

jueves, 11 de abril de 2024

Mirando Rosas.

                                                             


Ella abrió la mochila ¿Que sacará? me pregunté, ¿Cigarros o el teléfono? Que gil que soy, como no adiviné, ya casi nadie fuma. Sacó su Galaxy A trecientos mil.com, lo miró, adiviné que chequeaba contenidos, recién ahí levanto los ojos para mirarme, presintiendo mi mirada. Me hablo.

-Disculpá ¿Me decías?

-Si sabés donde para el 183.

-Creo que acá –dijo despreocupada planchándome con desparpajo a sabiendas que yo nunca había hablado.

Volvió a revolver en la mochila y ahora si, ante mi sorpresa, sacó un paquete de cigarrillos.

-¿Me convidas con uno?

-Dale. Pero después me dejas en paz ¿Si?

-Si no tengo más remedio.

Que estúpido es pensar que se puede seducir así, con el truco más viejo, gastado y arrugado del planeta. Si ellas quieren, nos consiguen, no tiene sentido intentar llamar su atención, ellas están mil kilómetros adelante. Nos ven llegar mucho antes de llegar. Los varones somos animales previsibles, al menos para ellas, y sobre todo los cortos de mente como yo.

-Gracias –dije alargando la mano para recibir su limosna –me salvaste de las garras del vicio y también de quedar como un estúpido.

-Eso último no te lo creas –dijo ahuecando su mano sobre el cigarro que tenía en la boca listo para encender.

Mientras soltaba una nube de humo azulado, ella volvía a clavar la vista en el teléfono. Yo, como una estatua de sal, me quedé a su lado extasiado, mirándola como a un hermoso ramo de rosas rojas, intentando, a toda velocidad, sacar de la carpeta de artilugios oxidados alguna frase ingeniosa para traerla hacia mí.

-¿Me das fuego?

Ella me congeló con una mirada verde.

-Si no te dejas de romperme las bolas, te voy a mandar a cagar.

-Bueno no te enojes. Disculpame, pero aunque te parezca estúpido, desde que te vi acercándote, no pude con el impulso de hablarte. Piré con la fantasía que quizás yo te pudiese gustar.

Después de mi confesión ella separó los labios, se le dibujó en la boca una mueca de perplejidad y dejó al descubierto una dentadura casi perfecta y blanca, solo una pequeña hendidura entre sus dos dientes superiores frontales me demostró cuan bellas pueden ser las imperfecciones. Aproveche su estupor para recorrerla de arriba abajo en un segundo de mi reloj interminable. Su pelo corto al ras y teñido de un rubio casi blanco le enmarcaba el rostro alargado, lo que compensaba el balance que hacían sus ojos rasgados. Bella desde donde se mirara. Vestida con ropas holgadas, tanto la blusa negra sin mangas, como el pantalón ancho y marrón cargado de bolsillos. Su figura hacía el resto equilibrando su peso con el metro ochenta de altura. Linda, inmensamente linda.

-No te puedo creer –me dijo incrédula.

La mañana a nuestro alrededor lentamente se ponía en marcha, descongelando el transito pesado, los edificios y las nubes que se desperezaban grises sobre la Plaza de la Bandera. Los bocinazos líquidos hacían el resto.

-No te puedo creer –repitió con aire resignado –me das un poco de lástima y algún otro sentimiento que no sé como llamarlo. Estamos grandes para jugar a la adolescencia ¿No te parece?

-Bueno, tenía que decírtelo. Vos ni me registras, pero yo te veo todas las mañanas y desde hace tiempo estaba juntando valor para encararte. Ahora si querés, mandame a la mierda, aceptame un café o dejame tu teléfono.

-¡No te puedo creer!

-No sé como tomar esa respuesta. Tres veces repetida quizás sea una señal de buena suerte ¿Que me decís?

-¡Que no tenés vergüenza! ¿Que otra cosa te puedo decir? ¿Boludo?

-Bueno tampoco es para tanto. No te falté el respeto, ni dije algo que lastimara tu orgullo. Te vuelvo a pedir disculpas.

Ella movió los brazos separándolos del cuerpo, en una mano tenía el celular, en la otra el cigarrillo a punto de consumirse. Me miró más allá de los ojos, revolvió mi cerebro, buscó con su radar implacable algo más que barro y maleza. Suspiró aliviada, al menos eso percíbi, y con algo de la piedad, de esa que le falta a los toreros, me dijo:

-Hoy no puedo, pero mañana a esta hora nos tomamos ese café. Y por favor, anda pensando algo menos infantil para que podamos conversar civilizadamente ¿Te parece o son muchos los deberes?

-Lo que me pidas. Te veo mañana –dije.

Fue cerrar la frase cuando apareció a velocidad de tortuga el ómnibus que ella tomaba todas las mañanas. Tiró la colilla al suelo, caminó hasta la puerta abierta y hambrienta del C14. Sin volverse a mirar me despido con un "hasta mañana" pálido y sorpresivo.

Esa sorpresa, fue la misma que cayó de mi boca al sentir que, sin ningún lugar a dudas, había otro cielo posible traspasando el cielo visible. Fue en ese instante que me pregunté: ¿De qué vale una vida sin amor? Allí mismo nacieron los sueños que me invaden hasta hoy, la magia feroz de la adrenalina que inunda mi cuerpo cada vez que pienso en ella. Es mi aire, es una semilla germinando día a día, la paz, la calma y los nervios destrozados al sentirme tan solo.

Vi llegar el 183. A ella, después de esa mañana, nunca más la vi.

 

fino.           Collage: Lily Gar.

Mùsica: Pra onde voce vai - Lobao.



viernes, 5 de abril de 2024

ÁngelDiabla

                                                               


Llegue buscando a Alicia. Golpee la puerta descascarada de la casa ocupada esperando que ella me abriera, pero no. Me atendió Violeta, después de un rato me enteré que se llamaba así. Era rubia, delgada y con los ojos más azules que jamás había visto en mi vida. Tenía en brazos una bebé tan rubia como ella colgada de su pecho izquierdo y que se alimentaba como si no hubiese mañana. La niña tenía cuatro meses, de eso también me enteré después. Apenas nos vimos a los ojos con Violeta supimos que algo iba a suceder. Todo vibró. Por mi cuerpo corrió un temblor tan sutil y caliente como el fuego que estalló en los ojos de ella. Lo sentí de inmediato, ella también. Lo vi en sus labios cuando al despegarlos lentamente noté sus dientes blancos y hambrientos. Ya no pensé en Alicia, ni ella en Nicolás. Lo supimos en ese mismo instante. No puede evitar mirarle el pecho derecho descubierto, no puede evitar perderme en su piel blanca y suave. Ella no dejaba de mirarme con el deseo incrustado en sus ojos, soñaba con la boca semiabierta mientras esperaba que le hablara. Hola soy Dany, busco a Alicia. Ella no está ¿Querès pasar?  ¿No te molesto? Estás ocupada. No para nada, la beba termina de comer y se duerme, ya es la hora. Bueno entonces si no te molesto, paso y la espero. Pasá pero no sé si Ali va a volver hoy, cerrá la puerta que ya vengo, dijo dándome la espalda mostrándome su cabello enrulado y largo hasta la cintura. El caserón viejo tomado tenía un corredor largo con cuatro habitaciones de techos altos y puertas de madera despintadas con mil colores añejos capa sobre capa. Dos habitaciones a cada lado del pasillo, al fondo un baño y una cocina a medio destruir, y una puerta que daba a un fondo lleno de malezas y cosas amontonadas, era como galpón de nueve metros cuadrados al aire libre con un Jacarandá en el centro. El olor de la casa, hasta hacía poco tiempo abandonada, se batía a duelo entre humedad e inciensos con aroma a lavanda. Una neblina permanente dominaba todos los ambientes y arañaba los techos altos de madera vencida. Entrá en la segunda puerta de la izquierda, ese es el cuarto de Ali, escuche decir a Violeta. ¿Segura? ¿Está todo bien? Claro bobito si no, no te digo nada, Alicia ya me habló demasiado de vos, dale entra y sentate por ahí, yo ya voy. Entré a la habitación, reconocí las ropas de Alicia desparramadas sobre una silla, dentro un placard de puertas abiertas y torcidas, vi su equipó de música, algunos de sus discos, sus libros y fotos. Alicia estaba presente sin estarlo. Ella ahora vivía ahí. Me había dejado un mensaje en el contestador pidiéndome la visitara, que no demoraría  en dejar el país. Quería verme, despedirse. Dejarme para siempre. Se terminaban los jueguitos, las idas y vueltas, los deseos en manos de  borracheras y porros. Las manos dejarían de escribirnos la piel. Todo sin decirlo, claro, nos conocíamos demasiado. Por la ventana se colaba algo de luz que se transformaba en azul al atravesar la cortina liviana y vaporosa. El olor de Alicia le ganaba a la casa ocupada. Violeta llegó. Hola ¿Tenés algo para fumar? Tengo que aprovechar que Lunita se durmió y que Nicolás llevó a casa de los abuelos a nuestro otro hijo. ¿Dos hijos? ¡Pero sos re-joven!, dije sintiéndome inmediatamente un pelotudo de primera división. Mientras buscaba a toda velocidad en mi cadena de neuronas alguna forma de arreglar la cagada que salió de mi boca. Ella sonrió y me miró con cara de poder perdonarme eso y muchas estupideces más. Son cosas que pasan, dijo acercándose al sillón que estaba junto al equipo de audio. ¿Pongo música? ¿Imagino que esto te gusta? dijo mostrándome la tapa de “The turn of Friendly Card” de Alan Parsons. Claro que si, dije mientras me acomodaba sobre un almohadón en el piso, debajo de la ventana. ¿Tenés o no  para fumar? Tengo, pero seguro nos va a dar sed ¿hay algo para tomar? Solo agua fría. ¿Donde hay un supermercado cerca para comprar una cerveza, si no te jode claro? Acá a la vuelta hay uno abierto. Dale, voy hasta ahí, dije. Me levanté, estire mi mano para dejarle una bolsita con un poco de maconha y las hojillas. Armate uno mientras voy hasta ahí. Apenas rocé su mano, una descarga eléctrica nos recorrió y nos hizo separar las manos en un desesperado impulso protector. Era real, todo era real, no era un sueño. Nos miramos a los ojos, me ahogué en su mar. Nos besamos sin pensarlo, nos dejamos llevar. Sus labios eran dulces y tibios, su lengua buscó todos mis secretos y mis dudas. La apreté contra mí, la abrace hasta sentir sus pechos cargados de leche incrustándose en mis costillas al rojo vivo. Nunca supe cuanto duró ese letargo. La separé de mí por vergüenza, estaba tan excitado que temí perderme en la sentencia. Voy por esa cerveza, dije buscando la salida escondiendo mi secreto que ella ya conocía. El aire de la calle estaba pesado, el sol caía como plomo sobre la vereda de árboles insuficientes. Regresé con tres cervezas heladas. En la habitación de Alicia sonaba “Time” y el olor del porro encendido vengaba todas las batallas perdidas por los inciensos. Destapé una cerveza, me senté junto a Violeta en el suelo sobre los almohadones que ella había reacomodado en la pared enfrentada a los parlantes. Ella me paso el porro y antes de fumar le di un trago largo a la botella. Sin decir nada, ella recostó su cabeza en mi hombro, pase mi brazo por detrás de su cabeza sin soltar la botella, mientras con la otra mano me llevaba el cuete a los labios. Estuvimos pegados uno al otro hasta que terminó el lado A del disco, mientras fumábamos y vaciábamos la primera botella. El resto de la casa dormía el sueño de una angelita en el cuarto de Violeta. Con más pereza que ganas me levante para girar el disco. Volví hacia Violeta y me arrodille ante ella, apoye mi pecho en sus rodillas recogidas, estiré las manos y la acaricié suave y lento como para aprender las líneas de su cara y el contorno de sus ojos de una sola vez. Ella suspiró, separó sus rodillas y nos metimos en el entrevero de la ropa y la carne sin medir ni pensar las consecuencias. Ciegos. Perdidos. Drogados de placer y misterios por descubrir. Rodando sobre el piso y envueltos en el calor de la piel, gozamos en el cielo alucinado de una primera vez. Apenas pudimos respirar la bebe comenzó a llorar. A Violeta se le escapó un suspiro inmenso y pesado como una huella en la nieve. El frío de la realidad la traía de los pelos al planeta tierra. Ya vengo, dijo recogiendo una remera con la que apenas cubrió su cuerpo. Yo quedé mirando el techo mientras la púa llegaba al final del último surco con un “srhk-srhk” asesino. Destapé otra cerveza y me arrodille frente a los discos apilados en el suelo buscando otra música para escuchar. Violeta volvió con la bebé en brazos. Vestite que en cualquier momento viene el padre, dijo en un susurro frágil y triste al tiempo que besaba a su niña en la frente. Busqué mis ropas desparramadas en el suelo. Me vestí sin apuro ni convencimiento. No me importaba mucho nada. Estaba dispuesto a enfrentar cualquier tormenta con la potencia demente que regalan las locuras. Voy a bañarla y cambiarla ¿Esperas? Hasta que me digas que me vaya dije. Saqué “Love” de The Cult de la pila de discos, lo puse a girar, baje el volumen y terminé la segunda botella. Escuche la puerta de calle abriéndose. Vi pasar la figura desgarbada de un hombre, luego vi asomar su cara en  la puerta semiabierta del cuarto de Alicia. ¿Hola? Hola ¿Como va? Soy Dany amigo de Alicia, le dije a la cara asombrada que me miraba como a un fantasma. ¡Ah! Yo Nico, dijo mientras su mente buscaba, restaba, multiplicaba y conjugaba sin sacarme los ojos de encima. Se fue de la puerta sin decir nada más. El disco seguía girando, abrí la tercera botella y me puse a armar otro porro. Entre los acordes de Billy, el humo y la voz implacable de Astbury, muy bajo y a lo lejos escuchaba sus voces que salían de alguna de las habitaciones. Luego silencio, luego otra vez voces en una montaña rusa de tonos y restos de palabras entrecortadas. Antes de terminar la botella y el disco, entraron al cuarto. El tenía a la beba en brazos. Ella vestida y arreglada multiplicaba hasta el infinito su hermosura. Ángel y Diabla. Brillaba. ¿Seguís con hambre? me preguntó a quemarropa. Claro, el cuete este me dejó famélico. Nicolás miraba al tiempo que se movía con la beba hacia arriba y abajo en una especie de arrullo nervioso y descreído. Bueno dale que te acompaño a comprarte comida, antes que venga Ali, así la esperas tranquilo mintió. ¿Vas a ir con él? Decile donde queda el bar y que vaya solo, ordenó sin levantar la voz. Voy con él, venimos enseguida, yo también necesito tomar aire, dijo Violeta haciéndome una seña con la cabeza marcando la salida. Sin dejar la botella ni el porro, salí tras sus pasos sin decir palabra. Salimos a la calle. Era de noche y la luz de la luna llenaba todos los espacios que antes se había comido el sol. Doblamos en la primera esquina, caminando en silencio. Ella estiró su mano buscando la mía. Sentí su calor, su deseo, su terror. Me pidió una pitada, después la botella. Luego de algunas cuadras al ver un bar abierto preguntó ¿Podes comprar otra cerveza? Yo no tengo un mango. Claro, todo bien. Compré y seguimos caminado otra cuadra hasta encontrar una plaza rodeada de árboles y estrellas. Nos sentamos en un banco medio destruido, como la casa que Alicia y Violeta ocupaban. ¿Me podes besar como lo hiciste hoy? me pregunto con los ojos azules tapados de niebla. La besé intentando ser la solución a todo el dolor que se escapaba por sus poros. Otra vez el fuego, otra vez las ansias y los espasmos desesperados de dos cuerpos al rojo vivo incendiándose en los rincones más oscuros y ocultos de la plaza. Yo arriba. Yo detrás. Ella sobre, ella dentro, ella en el espacio sideral descolgando luceros y susurrándole quién sabe que plegarias a todas las constelaciones. Ella, yo. Yo, ella. Ella. Hermosa, implacable y desesperada electrocutándolo todo a cien metros a la redonda. Ella sed, tsunami y alud sobre mi cuerpo clavado de espaldas a la tierra reseca de una plaza de mierda. Tres horas después desandamos el camino, resecos, mudos y abrazados rumbo hacia el caserón húmedo de lavanda contaminada. Desde la esquina lo vimos parado en la vereda acunando al angelito dormido. Nos acercamos. ¿Respiraste? le preguntó a Violeta quien le sacó a la bebe de los brazos y se perdió tras la puerta descascarada. Y vos ¿Comiste? me pregunto desafiante a la espera de la señal para disparar en el duelo. Lo miré sin separar los labios. Pasé a su lado y sin tocarlo lo aplasté con el poder que alguna vez había sido suyo. Seguí mi camino. Me pareció oírlo llorar.

fino.                         Collage: Lily Gar.

 Música: Más y Más - Roby Draco Rosa

miércoles, 27 de marzo de 2024

Epitafio Fractal. (Saturnina)

                                                                          

Por todas las ilusiones, por todas las veces que no te encontré, estoy pagando los platos rotos, los saldos pendientes que dejamos mientras huíamos de nosotros. A oscuras. Y llegaron en cascada, los ríos repletos de barro, las palabras que no supimos decir, las ruedas mágicas, los anillos prestados, el aliento apestoso de las bestias. Las manadas de zorros desollados, las curvas cerradas a toda velocidad, los pasajes, los puñados de arroz reseco, las lunas de marzo, los anillos de saturno. Los acuarios abandonados, el musgo verde y los anuncios oxidados en carreteras eternamente oscuras.

Por todas las veces que no te encontré y fui un simple espectador y una molécula imparable rebotando en los lugares perdidos por los que te perdías y escondías. Y me llegaban los ecos de tu sonrisa, las caricias que no eran mías, tus lágrimas tibias, los insultos, los gritos, los pensamientos prohibidos, las malas costumbres, los cigarros que vaciaron la piel, los vahos del alcohol, las puertas cerradas, las noches en vela, tus búsquedas implacables, tus preguntas indiscretas, tus gemidos de placer, los dibujos que hacías en los ventanales empañados, tus pedidos de auxilio, las raíces de los tallos rojos.

Por todas las veces que nos lloramos sin vernos las sal, desnudos, solos y a millones de años luz. Por todas esas veces suelto al viento los poemas viejos, las maderas talladas, los vasos vacíos, las canciones más lindas, los besos amargos, los dulces insomnios, la arena empapada y caliente. Dejo libres y al viento, las fotos gastadas, las veces que dije lo siento, tu lamento insondable, tus manos de fuego, de invierno, la lluvia que nos mojó una tarde, mis excusas cobardes, los remiendos hechos de alambre, las noches, las tardes y los días en que no fuiste solo mía. 

Por todas las veces, como hoy, que decidí terminar con la tortura de no tenerte, escribo un epitafio maldito que escupiré sobre la plaza donde nos conocimos. Y dejaré de buscar tus ojos en otros ojos, en las ciudades sin alma, en las estaciones repletas, en las vacías, en la mugre de cada día, en los rincones oscuros llenos de telas de araña, en los planetas más distantes. Dejaré de pensar en los olvidos, en las perdiciones, en los asuntos marginales de las almas marginales, en los ocasos, en las aves de paso. Por todas esas veces, me clavo las uñas, me muerdo los labios, cierro por un instante los ojos, respiro profundo...te dejo partir.

fino.                        Collage - Lily Gar.

Música: Asesiname - Charly García.

jueves, 14 de marzo de 2024

Treinta y cinco inviernos.

                                                          

Te dejé atrás. No por ir rápido ni por que vos fueras más lento.

Te dejé atrás para poder verte desde más lejos. Siempre desde lejos. Vos que amas la velocidad, las curvas cerradas y peligrosas, la luz, la soledad. Esa que sobraba en los abrazos en que nos fundimos y que luego perdimos, esa donde quedaron los aromas y los vestigios del amor. Siempre saliste corriendo, amagándome en las sombras, inventando caminos y lugares a dónde yo no pudiese llegar. Donde no pudiese llegarte. Solo algunas veces me dejabas desvestirte, solo algunas veces me enseñabas a jugar y sobre mesas de casas abandonadas inventaste la melodía más difícil de cantar. Donde yo no podía llegar. Y me dejabas atrás, y me dejabas hablar. Ahora solo sé tu nombre, no sé de tus ojos ni tu cuerpo, no sé tus cicatrices, tus piernas, no sé del sabor de tu boca ni las marcas que dejan tus dientes. Siempre serás como una ráfaga de viento tibio, como cuadros quemados por el tiempo que dibujaron en mi carne alguna caricia oxidada.

Te dejé atrás para poder verte y oír tus cadenas.

El reloj no se detiene, las agujas marcan ranuras en el tiempo, en las ilusiones que no llegó a congelar el invierno, cualquiera de los treinta y cinco inviernos. Mis pies desnudos desandan huellas, mientras tus dedos largos sostienen un cigarro que carga de humo tu habitación vacía, y en un baile lento y secreto me juras en ausencia el amor eterno que nunca me volverás a dar. Porque estás atrás, a los lados y adelante, porque estás a mil kilómetros más lejos y más cerca que antes. Vivimos en una sola eternidad, gomosa, tardía, paladeamos un vino frío del que no se puede beber sin sed.

Seguimos orbitando en dos sistemas solares transversales, y somos los únicos testigos de que siempre fue así. Quizás por necios o por idiotas dejamos todo en manos del destino y como la bruma en los bosques nos tragamos el camino.

Nos dejamos atrás.

 fino.      Collage- Lily Gar.

Música:  La hija del Fletero- Rendonditos de Ricota


jueves, 7 de marzo de 2024

Despedida.

 

                                          

             

Juliana caminaba flotando en el aire, así borraba sus pasos, sus huellas. Tenía una despedida colgada en la comisura de los labios como una mueca triste. Los barcos dejaban el puerto rumbo al cielo, y las lágrimas sus ojos. Nada ni nadie podía evitar que eso sucediera, sobre todo cuando Sebastián le dio la espalda. Sintió un leve salto en el corazón. La respiración se le había cortado cuando comenzó a decir lo que sentía, lo que debía decir. Su mundo había dejado de girar, la luz del día había perdido su intensidad, y el agua y el amor y casi todo lo que conocía desapareció con la última consonante que salió de su boca.

- No quiero verte más Sebastián.

- Como quieras. Espero estés segura de lo que haces.

Ella miró como él desaparecía entre la gente que subía al barco para cruzar el río hasta Buenos Aires. En Montevideo caía la tarde y una lluvia negra sobre los hombros de Juliana. Ella respiró por respirar, sin la urgencia de la necesidad vital. Después de muchos días de insomnio y dolor, ella respiró, y le dio la espalda a los temores, a las dudas y poco a poco, a medida que caminaba por las calles que la sacaban del puerto, los colores que había dejado atrás hacía muchísimo tiempo volvían a aparecer. Los santos colores brillantes volvían a invadir sus mejillas, su cuerpo. Hasta ese momento Juliana había sido un punto sin color en el firmamento, una luz opaca al final de todas sus tardes.

Por las calles del bajo, la fauna descontrolada caminaba rugosa e insensible, consumiendo los pocos nutrientes que le quedaban al aire. Ya no había válvula de escape. Solo podía pensar en acariciar tigres mientras dormían. Sentía que así se burlaba del suicidio que había intentado golpear a su puerta con la intención, abrumadora, de tirarla abajo. En su sopor, las voces le llegaban como olas. Volvía a quedar cara a cara con sus palabras, con sus desiertos. No alcanzaba con volar como los presos, pues los pies sobre la tierra le pesaban demasiado. Se le achicaban los tiempos para masticar, debía tragar de costado las porciones insuficientes de la proteína del dolor. No tenía tiempo para repetirse. En el horizonte, una sombra verde y naranja subía en espiral, sin alas, sin disfraz. Estaba tan perdida y pesada que no sentía las manos, el campo gravitatorio de sus ojos no encontraban reloj ni teléfono. Atravesó así su tormenta con lo poco que le quedaba de claridad en la mirada. Decidió tomar un café, aclarar los pensamientos, la distancia, los paisajes y las leyendas.

Era hora de dejar de nadar en lava. Se metió en un bar y fue su luz la que iluminó la tristeza que respiraban quienes estaban adentro. Pidió un café doble y cargado. Se vio rodeada de pobres diablos con dinero, analfabetos que no sabían, ni podían leer el rostro de una dama. A Juliana no le importó nada el clima denso del bar y se acomodó en su silla mirando las grúas inmensas y los contenedores que inundaban los caminos internos del puerto. Ella estaba sobrevolándolo todo, había logrado despegar, iba perdiéndose en el mar como dentro de un caracol.

Era capaz de dar todo por terminado, no volvería a soportar más el peso de caminar desconfiada mirando hacia atrás. Las cosas recuperaban su valor. Sin violencia, sin fracaso, sin el dolor de la soledad impura. La máscara que la separaba de todos había desaparecido, como la espalda de Sebastián. Ya no quería enderezar los cuadros torcidos, ni seguir escribiendo su apodo en los baños de los bares. Todo en ella se teñía de rojo. Cuando se termina hablando de más, seguramente, se termina mintiendo, pensó.

 (Porque no prueban una noche cuando lleguen a su casa
  no haya nadie y el teléfono no suena ¿A ver qué pasa?- 
Fito Páez)

 

 fino.       Collage: Lyli Gar.

 Múisca: Bailando hasta que se vaya la noche . Fito Páez.

 

 

viernes, 1 de marzo de 2024

Ahí, la luna.

                                                               

                                 

Ahí, donde se secan las fotos, las victorias y las muertes. Donde se dividen en dos las calles, el cielo. Sujetando. Purgando. Ahí. Perdiendo las pistas, el suelo, la libertad de flotar. Una luna soltando su canto mágico y plateado. Ahí, la luna. En esa línea que no diluye la distancia y vive la sangre volcada en ríos de nubes, de llanto. Ahí, donde el viento ya no mueve las cortinas ni la ropa colgada de la nada. Invisible a todos, a mis ojos que no saben encontrarte.    No sueñes amor, ya no sueñes. Te dejo mi anillo, el lado izquierdo del alma, las raíces y los papeles mojados por el tiempo. Ya no sueñes. No nos queda tiempo. Ahí, vamos ahí, sin ojos, sin carne, sin el aliento embrutecido por el alcohol que todavía nos sigue matando de sed. No nos queda tiempo. Por eso no sueñes amor, dejame incrustado en la bruma, en los dibujos extraños que ves formarse en el cielo.

¿Acaso no es suficiente con llorar?

Ahí las noches, las estrellas que no logramos apagar, las manos temblando de miedo, los besos que te negás a dar. Las voces se pierden en un canto rodado, en la orilla de la playa rompiendo con las olas, ya no queda tiempo y las melodías no llegan a desnudarte. Brillar, ahí, con la luna. Con las palabras. Con la ausencia. La vela encendida por ambos lados, una luz que, aunque hermosa, no nos durará toda la noche. No nos queda tiempo. La magia.       Ahí, en esa línea...la luna.

 fino.                Foto: Lily Gar.

 Música: Cielo Hermético- Fito y Fitipaldis

 

miércoles, 3 de enero de 2024

Implacable Reloj.

                                                               


Los colores

símbolos impresos en banderas

que desde desiertos

desiertan la vida.

Malas interpretaciones

de los santos que salen

y que mueren en sus bocas,

comiendo miedo, comiendo hambre

bajo imparables relojes-bombas.

Fantasmas deformes

lujurias insanas

póstuma indignidad

de brazos vacíos

y abrazos vacíos.

Lágrimas sepias

indecorosos discursos

razones subterráneas

de los dioses más sordos del mundo

que estallan en túneles vacíos.

Cerebro perdido

estrella perdida

flageladas Belenes

en cada día perdido

en cada vida perdida.

Estrellas vigías,

carne podrida,

y nosotros sin olfato

negando la fe

en las caras que ya no vemos.

Lágrimas naufragio,

lágrimas rojas,

lágrimas ruinas,

derrame interminable, despojos

impresa/sangre/bandera

de la que nunca serán dueños.

Santos y dioses deformes.

Deformes.

 

fino .                  Collage : Lily Gar. 

Música:  Sunday Bloody Sunday - U2

martes, 5 de diciembre de 2023

Perdidos.


                                             


Génesis,

bajo una luz gastada

bajo una flor reseca

bajo las raíces

 en las entrañas de la tierra.

Génesis,

sobre los hombros de un gigante

en las banderas

 en los agujeros de la tormenta.

Génesis,

intentando cambiar la forma

el estilo olvidado y las palabras,

ver a través de otro cristal

para seguir buscándote

 mientras lloro por tu alma perdida.

   Génesis,    

sobre la alfombra mágica

de tu boca seductora

y en tus ojos inmensos.

Génesis,

¿Como puedo parar esta lluvia?

 

 fino.

 Collage : Lily Gar

  Música : Love of my Life - Queen.

lunes, 20 de noviembre de 2023

A Destiempo.

                                                                 


                                           

 I.

Amor decime la hora. Uf ¿dónde dejaste el reloj? Ahí, sobre la mesita de luz, ¿que hora es? ¡No sé!, fíjate vos, dijo alcanzándole un puñado de arena.

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II.

Los artistas asustados y perplejos llenaron el inmenso museo de arte moderno con censores, cámaras y guardias de seguridad. Intentaban atrapar al intruso que causaba tanto daño. Éste sabía y reía. Día tras día, noche tras noche atravesaba los salones burlando cada una de las trampas. Ansiaban detenerlo y evitar la aniquilación de su tesoro vanguardista, pero hay enemigos contra los que toda protección es inútil. Tiempo. Es imposible detener el tiempo.

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III.

Luego de la cena el condenado llamó al carcelero y pidió retiraran los platos vacíos. Era su momento. Se arrodilló, juntó las palmas de las manos, entrelazó los dedos y comenzó a meditar reforzando su fe, su paz. Cerró los ojos, respiraba el gas letal. Señor perdónalos, no saben lo que hacen ¿Por qué me has abandonado?, se preguntó besando una esvástica.

 

fino.

 Música: Cosa Mía - Marilina Bertoldi.

viernes, 10 de noviembre de 2023

En un minuto.


 

 

Las vísceras entre los dedos intentando no cayeran. El líquido viscoso si chorreaba rumbo al suelo. No le dolió la navajada, ni la salinidad del filo.           Le dolió esa mirada y la mueca agresiva en su boca. Se le cerraron los ojos. Sintió fuego en las manos y una caricia que nunca más sería tal. Sintió la tristeza de la neblina sobre los castillos medievales, la de los bosques y las brujas. Apretó bajo los párpados un poema de mil palabras y el vuelo de un suspiro profundo.                                                                                                Abrió otra puerta.

 

                                                                                                             Para el Conde.


fino.                Pintura: Claudio Taddei.

Música:  Estou Pronto - Paulo Miklos.

 

martes, 17 de octubre de 2023

La Mosca en la cabeza.

 

 

              

Es en medio de la cabeza, justo en el medio, en el punto exacto donde  convergen frontal, nuca y parietales. Justo en el centro. Ahí. Ella vive y está encerrada ahí. Ese puto bicho que todos llaman mosca. Apuntan a ese insecto por molesto, por jodido y sucio. Yo no lo sé, tampoco lo creo, solo sé que está ahí. Hay veces, muy pocas, que se desplaza hasta la punta de la crisma, otras hasta la base del cráneo. Y jode y molesta y mantiene el dominio de la situación. De nada sirve conversar o distraerse con música o esperar la caída del sol. Lo más efectivo para intentar conseguir algo de calma son los ruidos, los estímulos casuales, los no planeados, los no pensados. Ahí ella baja la guardia por medio minuto, pero está claro que solo es para tomar impulso. Ella lo mastica todo, lo corroe todo, es insana, insistente, demandante. Quizás nunca lleguemos a extirparla para hacerla arder en el infierno, pero bueno sería, por lo menos, atenuar en algo su asedio. Si nos da ese margen podríamos respirar más tranquilos, podríamos aflojar y dejarnos llevar por las pocas ideas vivas que tengamos dentro de la fortaleza de huesos que cargamos sobre los hombros. Si es que ese maldito depredador deja algo para rescatar, algo que no esté totalmente podrido. Que placer sería dormir y no sentir ese zumbido molesto sin que sea necesario atiborrarse de pastillas, de vino o cualquier otra droga más nociva aún, tener algo que nos permita mutearla durante algunas horas. Y no importa si en ese paréntesis no sentimos nada o no somos capaces de distinguir cielo o infierno. Todo queda opacado por ese aleteo negro, sórdido, mecánico, de esa corona-tornillo incrustada a pura fuerza circular.

Hay gente que puede desactivar esa sensación maquiavélica que abruma y descontrola, ellos robaron sin escrúpulos la receta de algún libro non-santo.

Pero nosotros, los simples mortales, cargamos con la cruz y el pecado. Necesitamos abrir la puerta y dejarla salir, apagar, calmar la migraña, el tormento y los dolores que nacen en el centro de la cabeza, en el estomago, en el pecho, en los ojos. Es necesario paz, un poco de calma, pues ese tormento-espía continúa ahí, justo en el medio. Algunos dicen que se mete por los ojos, otros por los oídos hasta llegar al submundo interno, al propio.

Le dicen la mosca, por el zumbido, por lo molesta y sucia.Yo creo que se llama conciencia.

 

fino.                     Collage: Lily Gar.

Música:  Natural - Claudio Taddei.

viernes, 29 de septiembre de 2023

Enigma.

 

 

¿Me vas a dar las buenas noches?

¿Me vas a decir adiós?

 

Tengo en la boca lo púrpura del tiempo

en las manos la cáscara reseca de tu amor,

en mi cara la mueca estúpida de payaso vencido

y en las piernas telarañas, nidos abandonados.

Tengo más preguntas que respuestas

y la ignorancia de ver pasar el tiempo

sin querer verlo pasar.

 

¿Me vas a decir adiós?

¿Me vas a dar las buenas noches?

 

Aun conservás el gusto de mi piel oxidada

y en los ojos la mustia tristeza de estas palabras.

Tus manos siguen aguantando la distancia

en este juego de azar lleno de puntos ciegos

lleno de puntos y comas,

mientras tu cuerpo esconde los enigmas

las fórmulas sagradas que no supe descifrar.

 

Necesito besarte solo una vez,

únicamente una vez,

una última vez.

¿Me vas a decir adiós?

 

 fino.                      Collage: Lily Gar.

Música: Tempo Perdido - Legiao Urbana.

martes, 19 de septiembre de 2023

Descalzos.

 

                                              


Regreso caminando. Siempre al mismo lugar. La distancia muere cada día bajo mis pies congelados. Descalzo, abrazado a mi interminable condena, las tinieblas y el humo del camino dispersándose en el silencio. Todo me cuesta trabajo, incluso respirar. Caminando lento, regreso al dolor. Lo ven llegar, arrastrando los pies, descalzo, un paso tras otro. Seguro esta pensando en esas cosas, como siempre lo hace. Revive una y otra vez las imágenes. El accidente, seres amados atravesando las ventanas de la camioneta. Lo ven yendo de esquina a esquina por el cantero central. Descalzo, congelado. Le cuesta respirar. Lo ven. Sabemos donde encontrarlo, en la avenida fatal. Todas las huellas confluyen allí. Lógica pura. Sabemos del dolor, de las continuas y filosas lágrimas que desgarran su cara al apagarse las luces de cada tarde. Sus pies descalzos marcando el ritmo lento y doloroso de su respiración. Sabemos. Es imposible cambiar el pasado. Todos se quedaron mirando, perplejos, distantes. Nada de lo que los había unido tenía sentido. El dolor de un duelo eterno, mujer, hija, padres. Todos congelados, enfrentados en un círculo bajo el frío de la bruma. Solo él y sus pies descalzos anclándose al suelo. Cada tarde. Solo él, una conexión real al mundo destrozado en un amasijo de fierros, vidrios, piel y carne ensangrentada. Estaban congelados mirándose a través de ojos vidriados, perplejos, distantes, irrecuperables. Solos. Descalzos.

 

 fino.

Mùsica:  Me equivocarìa otra vez. - Fito & Fitipaldis.