-Fede, vení un
momento bebé –sonó la voz de la madre desde el comedor.
-Si eso, veníte ya para acá –gritó el padre acentuando su urgencia.
-Cual es el apuro ¿Acaso se incendia algo? –preguntó Federico tratando de
hacerse el desentendido, aunque sabía por donde atacarían las fuerzas enemigas.
-No te hagas el boludo que no te queda bien. Si hay algo que no sos, es
precisamente eso.
-Dale viejo ¿Que pasó ahora?
-Pasó que llamaron del liceo y dicen que hace varios días no te ven ni el pelo
¿En que andas guacho de mierda?
-¡Néstor!, dijimos que nada de insultos.
-Que insultos ni que carajo mujer ¿No te das cuenta que este pendejo nos vive
tomando el pelo?
-¡Néstor!, recordá lo que dice el terapeuta.
-Que terapeuta ni ocho cuartos, no ves que este mocoso nos agarra de pelotudos
todo el tiempo.
-Bueeeeno, mientras ustedes se ponen de acuerdo en como encarar las relaciones
familiares, voy hasta la cocina para hacerme un café con leche, ¿tá?
-Mira pendejo, trata de bajarte de la nube de pedos en que vivís y decinos porque
no fuiste a estudiar en toda la semana.
-Néstor, amor, sin gritar.
-Pará mujer, déjalo hablar, quiero saber que mentira nos va a decir este guacho
mal criado, que por cierto, gran parte de su crianza te corresponde.
-Tesoro, no seas agresivo. Pensá que somos una pareja y las responsabilidades
son compartidas como dice el doctor.
-Para de decir bobadas boluda, me tenés repodrido con tus pelotudeces, al final
sos peor que tu madre.
-¡Con mamá no! ¡Con mamá no!
-Bueeeno, ustedes hablen de amor y educación que yo me voy a hacer la
leche –dijo Federico caminando hacia
la cocina mientras sus padres comenzaban la riña de todos los días –Ahhh, y miren
que ya no queda azúcar -gritó ganando la puerta del fondo donde el sol de la
tarde calentaba mucho más que el fuego de su “hogar, dulce hogar”.
fino
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