viernes, 13 de marzo de 2020

Su Perro Andaluz

                                                                  

                                                                   




La navaja estaba apoyada sobre el ojo de Silvana, como una lengua rozando la espina dorsal. Al final fui yo quién percibió el corte que la foto nunca mostró. Lo que veía ante mi era la síntesis de todos los engendros sobrenaturales con los que Silvana había coqueteado tanto. Su ojo y también su cuello pagarían por invocar al innombrable. No era un recuerdo, ni una fantasía, ni una ensoñación, para ella era un ritual de resurrección. En la foto en blanco y negro que sostenía en mis manos, la sangre estaba agazapada escamando el instante previo. Un primer plano del rostro de Silvana y por el lado izquierdo de su cabeza, los dedos de un hombre le separaban los párpados. Índice y pulgar tensionados impidiéndole pestañar. La otra mano del verdugo sostenía la navaja filosa en paralelo a la ceja y frente al ojo lloroso a punto de explotar. Rostro, ojo, navaja y manos rendidos a los pies de un deseo enfermizo y criminal. Ella había leído cientos libros y artículos en los que se hablaba de la conexión entre las fotografías, la  sanación y la muerte, y estaba decidida a brindarse como ofrenda. Yo no quería creerle, pensé que se trataba de desvaríos causados por el sufrimiento, pero la foto en mis manos mostraba lo contrario. El lente había captado una vida a punto de terminar, una huella petrificada, un instante fugaz de soledad. Hacerse mutilar buscando apropiarse de otro cuerpo, de otra vida, era su salto el vacío ante tanta desesperación. Siempre hay algo que perder, había escrito con letra temblorosa en el sobre en que me había llegado la foto. Era su deseo, su declaración final. Había caído en la trampa. Ahora el noticiero matinal comentaba sobre un cuerpo mutilado aparecido en la escollera. Afuera el sol comenzaba a salir y el rocío embellecía los rosales. 

                                                                                                                 (gracias Luis Buñuel)
fino.

Marzo 2020.                                 ilustraciòn: Diego Soria.

1 comentario:

  1. Uf,un relatazo Fino.
    Me encanta como escribís.
    Este texto tiene tanto arte, te va poniendo los pelos de punta y son disparos las imágenes que nos impactan al leerlo.
    Un abrazo admirado.

    ResponderEliminar