Cuando el libro cayó sobre la alfombra a mis pies, estaba en el baño.
Estaba en tránsito desde el wc al bidet. Cayó parado con sus tapas abiertas nuevas y duras, y en el abanico de sus páginas desplegadas formó en mi cabeza el fuelle de un bandoneón.
Quedó parado a mis pies, semi abierto.
Lo vi caer, lento, buscando apoyo. Todo un mensaje. Recién lo había terminado de leer. El libro precisaba aire, lo necesitaba, estaba repleto de energía, de cargas añosas de una vida a mil kilómetros por hora. Era una novela que hablaba de un disco y de una vida. El personaje, el músico, el escritor dejaron caer todo el peso de las palabras y las notas sobre hojas en blanco. El peso de la acción y la poesía.
Una sudestada a mis pies, pidiendo aire, respirando.
Un libro caído por su propio peso. El peso del arte.
La tinta y las melodías colgadas del tiempo transcurrido.
Salí de su mano por las vías, por las calles, directo a aquellas botellas y pastillas. Volví al eco sonoro de ese tiempo pesado y gris.
Retorné a la anarquía de cuerpos inmortales, como fantasmas, donde tapábamos una ciudad bombardeada, todos, en masa buscando un punto de luz, ese que se veía entre las nubes, allá, lejos, muy lejos cerca del horizonte. Por suerte estaban la música, los libros y los amigos, por suerte. Por suerte existe el libro parado a mis pies, de hojas abiertas, procurando aire, procurando volar a través la vida, de aquella vida de encierro al aire libre, por suerte.
Regresé a las moléculas infestadas penetrando nuestros cuerpos aletargados, infinitos, a la conciencia esfumada, al ruido primario de los cerrojos. Regresé olvidando alguna toma de conciencia temporal, transitoria. Y más vino y antidepresivos y más somníferos. Estaba claro que mucha agua debía de correr bajo los puentes para poder cambiar un solo centímetro de nuestros destinos por más felices que creyéramos ser.
El disco, las vías, las hojas abiertas a mis pies, el sacudón del paso en falso que mueve los pensamientos malignos, tristes. Por suerte.
Y se volcó en una copa la sangre de la rosa, y con el dedo cargado de escarlata escribo sobre el espejo roto de los años.
fino.
Pintura: Claudio Taddei.
Música: Robocop - Claudio Taddei