Hola ¿Como estás? ¿Hace frío por ahí? Acá es quince de diciembre. Está gris y pegajoso. Hace una hora que dejó de llover, salió de nuevo el sol y el vapor de agua se transforma en neblina y sube desde el suelo hasta cubrir los semáforos. Veo pero no. Autos, ruidos, transito acelerando poco a poco hacía las luces de la navidad. Hay nervios, electricidad corriendo a toda velocidad hacia esa media noche. Estoy junto a la ventana en los brazos de la primera cerveza del día, a pasos del medio día y con la espada de la melancolía sobre la mollera. Siento su filo a punto de atravesarme el cráneo, mientras “Mother Rose” perfora mis oídos. Tengo un montón de papeles incompletos que buscan el aire de la conclusión. Tengo las manos dormidas, un sol rojo y el cerebro cansado. Tengo ganas de que todo pase. Tengo ganas de encontrar otra voz, la mía me saturó. Por suerte la televisión de este bar está apagada si no mis ojos se quebrarían ante el terror de la calle. El mismo terror. Exacto.
Ya nadie me espera, nadie me escucha, ni falta les hace. Se terminaron los cumpleaños, se terminaron los abrazos y las canciones en medio de la madrugada, todos mis hermanos perdieron la apuesta y yo estoy pagando los saldos pendientes con un agujero en el pecho. Soporto el embate, no es cuestión de dinero, es cuestión de alma. Estoy anclado a este bar lleno de remendados y rebusco en mis suturas inclinado, sobre mi costado izquierdo, lo más fiel de mi pasado, lo más claro de lo usado. Ahí, en la calle, hay un Papa Noel de mentira dando regalos infestados de tapabocas manipulados, al tiempo que voy de la cama al living sin moverme de la silla. Lo veo repartiendo miserias a los seres olvidados, a la gente que está pidiendo, a la gente que duerme bajo el cielo de todos los veranos, a la gente enferma envuelta en pasta asesina... y yo atrapado en este estúpido sermón. Me tengo asco, lastima y miedo. Soy capaz de todo. No tiembles pero es verdad. No me tengas piedad, solo son confesiones de navidad.
Hay miles de cadáveres animados implorando por otro día, por otra copa y son interminables las colas de inscripción en los colegios privados para pobres, como si esa fuese la solución, y solo es una manera de tapar el cáncer de la soledad. La salvación no se compra con dinero, ni fumando en la puerta lejos de la gente. Hay moscas sobrevolando el pescado podrido, hay cientos de preguntas sin respuesta y sin sentido.
Sigo pagando saldos mientras suena “Himno del Incendio” de los Hablan por la Espalda. Respiro. Gracias por la música, que sí salva. Me salva.
Hola ¿Como estás? ¿Hace frío por ahí? Contame, aun espero mi regalo de navidad. Aun espero alguna palabra, alguna señal. Me estoy apagando. Todos hablan, piensan. Nadie escucha. Contame. Whis you were here.
fino.
Del libro : Mil Bares Música: No ordinary Love - Sade.
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