jueves, 25 de abril de 2024

Salió " Mil Bares ".

             ¡ Felicidad Total ! 

                       

A la venta en :

Grinderman Libros - Tristán Narvaja 1645 esq Uruguay. (envíos)

Disquería 33 revoluciones - Cucu Discos- Perez Castellano 1514.

Mercado Libre

                                Gracias a Todos.

Cooltivarte.com - La Atemporal - Herederos del Kaos - 

La Tribu.  Editorial Astromulo.


          



fino.
Salú.    
    

    Música de fondo: Natural - Claudio Taddei.

jueves, 18 de abril de 2024

El de cada día.

                                                                  


Una lluvia fina de harina cae sobre un bowls de cocina después de atravesar el cernidor. Es un recipiente hondo capaz de recibir esa descarga de quinientos gramos. La levadura va en el centro, en el hueco formado con la mano en medio del trigo blanco procesado, dentro de ese pozo vuelco veinte gramos de levadura fresca, granulada, que se disolverá en trecientos mililitros de agua tibia mezclada con un generoso chorro de aceite de oliva exultante de fragancia y sabor. Es el comienzo volcánico de una energía deseosa de explotar.

Por las paredes del bolws, sin tocar el fermento catalizador, el agua y el aceite, dejo caer diez gramos de azúcar y diez gramos de sal. Mezclo. Mezclo todo con las manos limpias y con movimientos envolventes, lentos, firmes, acunando un útero en expansión. Dentro de la masa homogénea, húmeda y sin grumos se ira generando calor, será el claro anuncio de la necesidad de reposo, de descanso. Tapo con un paño seco. Y la masa crecerá, lenta, como globo aerostático, llena de burbujas aceitosas que explotarán al amasar sobre una superficie lisa, enharinada. El aire preso se perderá con el hambre y la urgencia de cualquier amor. Amasar. Parto y luz, la fuerza de una fe a futuro. Después formaré dos bollos, los marcaré con tres cortes paralelos en la cima, en la cresta y dentro de una asadera irán a perderse en las fauces hambrientas del horno.

Un perfume embriagador se expandirá por el aire, lo invadirá todo. Nacerá el deseo y se colgará de los dientes, del cerebro y las papilas desorbitadas irán en procura de un simple placer terrenal. Desde la boca de fuego emergerá humeante y tentador el culpable del agradecimiento litúrgico, del reparto hermanado. El causante de tantas puñaladas en las tripas, del reclamo de todo ser humano con los pies sobre la tierra, pero también el del vuelo en picada de los buitres apostados en las copas más altas de lo árboles.

Fascinante, sencillo, demoledor. El paladar envuelto en el más básico de los placeres. Boca, dientes, mordisco, y poca cosa más que agregar. Saciar en un bocado los cinco sentidos, esperando que el ensueño eterno vuelva a remover los deliciosos engranajes de la creación. En pocos ingredientes la alquimia mágica de la inclusión y mi imperiosa necesidad de ofrendarte ese manjar. Pero no encuentro salida, no estás. El teléfono suena infinito sin más respuesta que la de un contestador. Hay veces que no basta con la ilusión, no hay efecto, solo la existencia de un poder inmenso, de un infierno inmenso, pues a pesar de todos mis esfuerzos y deseos solo necesito asimilar que ya no nos queda harina, levadura, azúcar, agua y aceite con los cuales crear absolutamente nada. Sal. Solo nos queda sal.

 

fino.                                                                         gracias Leila G.

Mùsica de fondo: Freak Like me - Macy Gray

 

jueves, 11 de abril de 2024

Mirando Rosas.

                                                             


Ella abrió la mochila ¿Que sacará? me pregunté, ¿Cigarros o el teléfono? Que gil que soy, como no adiviné, ya casi nadie fuma. Sacó su Galaxy A trecientos mil.com, lo miró, adiviné que chequeaba contenidos, recién ahí levanto los ojos para mirarme, presintiendo mi mirada. Me hablo.

-Disculpá ¿Me decías?

-Si sabés donde para el 183.

-Creo que acá –dijo despreocupada planchándome con desparpajo a sabiendas que yo nunca había hablado.

Volvió a revolver en la mochila y ahora si, ante mi sorpresa, sacó un paquete de cigarrillos.

-¿Me convidas con uno?

-Dale. Pero después me dejas en paz ¿Si?

-Si no tengo más remedio.

Que estúpido es pensar que se puede seducir así, con el truco más viejo, gastado y arrugado del planeta. Si ellas quieren, nos consiguen, no tiene sentido intentar llamar su atención, ellas están mil kilómetros adelante. Nos ven llegar mucho antes de llegar. Los varones somos animales previsibles, al menos para ellas, y sobre todo los cortos de mente como yo.

-Gracias –dije alargando la mano para recibir su limosna –me salvaste de las garras del vicio y también de quedar como un estúpido.

-Eso último no te lo creas –dijo ahuecando su mano sobre el cigarro que tenía en la boca listo para encender.

Mientras soltaba una nube de humo azulado, ella volvía a clavar la vista en el teléfono. Yo, como una estatua de sal, me quedé a su lado extasiado, mirándola como a un hermoso ramo de rosas rojas, intentando, a toda velocidad, sacar de la carpeta de artilugios oxidados alguna frase ingeniosa para traerla hacia mí.

-¿Me das fuego?

Ella me congeló con una mirada verde.

-Si no te dejas de romperme las bolas, te voy a mandar a cagar.

-Bueno no te enojes. Disculpame, pero aunque te parezca estúpido, desde que te vi acercándote, no pude con el impulso de hablarte. Piré con la fantasía que quizás yo te pudiese gustar.

Después de mi confesión ella separó los labios, se le dibujó en la boca una mueca de perplejidad y dejó al descubierto una dentadura casi perfecta y blanca, solo una pequeña hendidura entre sus dos dientes superiores frontales me demostró cuan bellas pueden ser las imperfecciones. Aproveche su estupor para recorrerla de arriba abajo en un segundo de mi reloj interminable. Su pelo corto al ras y teñido de un rubio casi blanco le enmarcaba el rostro alargado, lo que compensaba el balance que hacían sus ojos rasgados. Bella desde donde se mirara. Vestida con ropas holgadas, tanto la blusa negra sin mangas, como el pantalón ancho y marrón cargado de bolsillos. Su figura hacía el resto equilibrando su peso con el metro ochenta de altura. Linda, inmensamente linda.

-No te puedo creer –me dijo incrédula.

La mañana a nuestro alrededor lentamente se ponía en marcha, descongelando el transito pesado, los edificios y las nubes que se desperezaban grises sobre la Plaza de la Bandera. Los bocinazos líquidos hacían el resto.

-No te puedo creer –repitió con aire resignado –me das un poco de lástima y algún otro sentimiento que no sé como llamarlo. Estamos grandes para jugar a la adolescencia ¿No te parece?

-Bueno, tenía que decírtelo. Vos ni me registras, pero yo te veo todas las mañanas y desde hace tiempo estaba juntando valor para encararte. Ahora si querés, mandame a la mierda, aceptame un café o dejame tu teléfono.

-¡No te puedo creer!

-No sé como tomar esa respuesta. Tres veces repetida quizás sea una señal de buena suerte ¿Que me decís?

-¡Que no tenés vergüenza! ¿Que otra cosa te puedo decir? ¿Boludo?

-Bueno tampoco es para tanto. No te falté el respeto, ni dije algo que lastimara tu orgullo. Te vuelvo a pedir disculpas.

Ella movió los brazos separándolos del cuerpo, en una mano tenía el celular, en la otra el cigarrillo a punto de consumirse. Me miró más allá de los ojos, revolvió mi cerebro, buscó con su radar implacable algo más que barro y maleza. Suspiró aliviada, al menos eso percíbi, y con algo de la piedad, de esa que le falta a los toreros, me dijo:

-Hoy no puedo, pero mañana a esta hora nos tomamos ese café. Y por favor, anda pensando algo menos infantil para que podamos conversar civilizadamente ¿Te parece o son muchos los deberes?

-Lo que me pidas. Te veo mañana –dije.

Fue cerrar la frase cuando apareció a velocidad de tortuga el ómnibus que ella tomaba todas las mañanas. Tiró la colilla al suelo, caminó hasta la puerta abierta y hambrienta del C14. Sin volverse a mirar me despido con un "hasta mañana" pálido y sorpresivo.

Esa sorpresa, fue la misma que cayó de mi boca al sentir que, sin ningún lugar a dudas, había otro cielo posible traspasando el cielo visible. Fue en ese instante que me pregunté: ¿De qué vale una vida sin amor? Allí mismo nacieron los sueños que me invaden hasta hoy, la magia feroz de la adrenalina que inunda mi cuerpo cada vez que pienso en ella. Es mi aire, es una semilla germinando día a día, la paz, la calma y los nervios destrozados al sentirme tan solo.

Vi llegar el 183. A ella, después de esa mañana, nunca más la vi.

 

fino.           Collage: Lily Gar.

Mùsica: Pra onde voce vai - Lobao.



viernes, 5 de abril de 2024

ÁngelDiabla

                                                               


Llegue buscando a Alicia. Golpee la puerta descascarada de la casa ocupada esperando que ella me abriera, pero no. Me atendió Violeta, después de un rato me enteré que se llamaba así. Era rubia, delgada y con los ojos más azules que jamás había visto en mi vida. Tenía en brazos una bebé tan rubia como ella colgada de su pecho izquierdo y que se alimentaba como si no hubiese mañana. La niña tenía cuatro meses, de eso también me enteré después. Apenas nos vimos a los ojos con Violeta supimos que algo iba a suceder. Todo vibró. Por mi cuerpo corrió un temblor tan sutil y caliente como el fuego que estalló en los ojos de ella. Lo sentí de inmediato, ella también. Lo vi en sus labios cuando al despegarlos lentamente noté sus dientes blancos y hambrientos. Ya no pensé en Alicia, ni ella en Nicolás. Lo supimos en ese mismo instante. No puede evitar mirarle el pecho derecho descubierto, no puede evitar perderme en su piel blanca y suave. Ella no dejaba de mirarme con el deseo incrustado en sus ojos, soñaba con la boca semiabierta mientras esperaba que le hablara. Hola soy Dany, busco a Alicia. Ella no está ¿Querès pasar?  ¿No te molesto? Estás ocupada. No para nada, la beba termina de comer y se duerme, ya es la hora. Bueno entonces si no te molesto, paso y la espero. Pasá pero no sé si Ali va a volver hoy, cerrá la puerta que ya vengo, dijo dándome la espalda mostrándome su cabello enrulado y largo hasta la cintura. El caserón viejo tomado tenía un corredor largo con cuatro habitaciones de techos altos y puertas de madera despintadas con mil colores añejos capa sobre capa. Dos habitaciones a cada lado del pasillo, al fondo un baño y una cocina a medio destruir, y una puerta que daba a un fondo lleno de malezas y cosas amontonadas, era como galpón de nueve metros cuadrados al aire libre con un Jacarandá en el centro. El olor de la casa, hasta hacía poco tiempo abandonada, se batía a duelo entre humedad e inciensos con aroma a lavanda. Una neblina permanente dominaba todos los ambientes y arañaba los techos altos de madera vencida. Entrá en la segunda puerta de la izquierda, ese es el cuarto de Ali, escuche decir a Violeta. ¿Segura? ¿Está todo bien? Claro bobito si no, no te digo nada, Alicia ya me habló demasiado de vos, dale entra y sentate por ahí, yo ya voy. Entré a la habitación, reconocí las ropas de Alicia desparramadas sobre una silla, dentro un placard de puertas abiertas y torcidas, vi su equipó de música, algunos de sus discos, sus libros y fotos. Alicia estaba presente sin estarlo. Ella ahora vivía ahí. Me había dejado un mensaje en el contestador pidiéndome la visitara, que no demoraría  en dejar el país. Quería verme, despedirse. Dejarme para siempre. Se terminaban los jueguitos, las idas y vueltas, los deseos en manos de  borracheras y porros. Las manos dejarían de escribirnos la piel. Todo sin decirlo, claro, nos conocíamos demasiado. Por la ventana se colaba algo de luz que se transformaba en azul al atravesar la cortina liviana y vaporosa. El olor de Alicia le ganaba a la casa ocupada. Violeta llegó. Hola ¿Tenés algo para fumar? Tengo que aprovechar que Lunita se durmió y que Nicolás llevó a casa de los abuelos a nuestro otro hijo. ¿Dos hijos? ¡Pero sos re-joven!, dije sintiéndome inmediatamente un pelotudo de primera división. Mientras buscaba a toda velocidad en mi cadena de neuronas alguna forma de arreglar la cagada que salió de mi boca. Ella sonrió y me miró con cara de poder perdonarme eso y muchas estupideces más. Son cosas que pasan, dijo acercándose al sillón que estaba junto al equipo de audio. ¿Pongo música? ¿Imagino que esto te gusta? dijo mostrándome la tapa de “The turn of Friendly Card” de Alan Parsons. Claro que si, dije mientras me acomodaba sobre un almohadón en el piso, debajo de la ventana. ¿Tenés o no  para fumar? Tengo, pero seguro nos va a dar sed ¿hay algo para tomar? Solo agua fría. ¿Donde hay un supermercado cerca para comprar una cerveza, si no te jode claro? Acá a la vuelta hay uno abierto. Dale, voy hasta ahí, dije. Me levanté, estire mi mano para dejarle una bolsita con un poco de maconha y las hojillas. Armate uno mientras voy hasta ahí. Apenas rocé su mano, una descarga eléctrica nos recorrió y nos hizo separar las manos en un desesperado impulso protector. Era real, todo era real, no era un sueño. Nos miramos a los ojos, me ahogué en su mar. Nos besamos sin pensarlo, nos dejamos llevar. Sus labios eran dulces y tibios, su lengua buscó todos mis secretos y mis dudas. La apreté contra mí, la abrace hasta sentir sus pechos cargados de leche incrustándose en mis costillas al rojo vivo. Nunca supe cuanto duró ese letargo. La separé de mí por vergüenza, estaba tan excitado que temí perderme en la sentencia. Voy por esa cerveza, dije buscando la salida escondiendo mi secreto que ella ya conocía. El aire de la calle estaba pesado, el sol caía como plomo sobre la vereda de árboles insuficientes. Regresé con tres cervezas heladas. En la habitación de Alicia sonaba “Time” y el olor del porro encendido vengaba todas las batallas perdidas por los inciensos. Destapé una cerveza, me senté junto a Violeta en el suelo sobre los almohadones que ella había reacomodado en la pared enfrentada a los parlantes. Ella me paso el porro y antes de fumar le di un trago largo a la botella. Sin decir nada, ella recostó su cabeza en mi hombro, pase mi brazo por detrás de su cabeza sin soltar la botella, mientras con la otra mano me llevaba el cuete a los labios. Estuvimos pegados uno al otro hasta que terminó el lado A del disco, mientras fumábamos y vaciábamos la primera botella. El resto de la casa dormía el sueño de una angelita en el cuarto de Violeta. Con más pereza que ganas me levante para girar el disco. Volví hacia Violeta y me arrodille ante ella, apoye mi pecho en sus rodillas recogidas, estiré las manos y la acaricié suave y lento como para aprender las líneas de su cara y el contorno de sus ojos de una sola vez. Ella suspiró, separó sus rodillas y nos metimos en el entrevero de la ropa y la carne sin medir ni pensar las consecuencias. Ciegos. Perdidos. Drogados de placer y misterios por descubrir. Rodando sobre el piso y envueltos en el calor de la piel, gozamos en el cielo alucinado de una primera vez. Apenas pudimos respirar la bebe comenzó a llorar. A Violeta se le escapó un suspiro inmenso y pesado como una huella en la nieve. El frío de la realidad la traía de los pelos al planeta tierra. Ya vengo, dijo recogiendo una remera con la que apenas cubrió su cuerpo. Yo quedé mirando el techo mientras la púa llegaba al final del último surco con un “srhk-srhk” asesino. Destapé otra cerveza y me arrodille frente a los discos apilados en el suelo buscando otra música para escuchar. Violeta volvió con la bebé en brazos. Vestite que en cualquier momento viene el padre, dijo en un susurro frágil y triste al tiempo que besaba a su niña en la frente. Busqué mis ropas desparramadas en el suelo. Me vestí sin apuro ni convencimiento. No me importaba mucho nada. Estaba dispuesto a enfrentar cualquier tormenta con la potencia demente que regalan las locuras. Voy a bañarla y cambiarla ¿Esperas? Hasta que me digas que me vaya dije. Saqué “Love” de The Cult de la pila de discos, lo puse a girar, baje el volumen y terminé la segunda botella. Escuche la puerta de calle abriéndose. Vi pasar la figura desgarbada de un hombre, luego vi asomar su cara en  la puerta semiabierta del cuarto de Alicia. ¿Hola? Hola ¿Como va? Soy Dany amigo de Alicia, le dije a la cara asombrada que me miraba como a un fantasma. ¡Ah! Yo Nico, dijo mientras su mente buscaba, restaba, multiplicaba y conjugaba sin sacarme los ojos de encima. Se fue de la puerta sin decir nada más. El disco seguía girando, abrí la tercera botella y me puse a armar otro porro. Entre los acordes de Billy, el humo y la voz implacable de Astbury, muy bajo y a lo lejos escuchaba sus voces que salían de alguna de las habitaciones. Luego silencio, luego otra vez voces en una montaña rusa de tonos y restos de palabras entrecortadas. Antes de terminar la botella y el disco, entraron al cuarto. El tenía a la beba en brazos. Ella vestida y arreglada multiplicaba hasta el infinito su hermosura. Ángel y Diabla. Brillaba. ¿Seguís con hambre? me preguntó a quemarropa. Claro, el cuete este me dejó famélico. Nicolás miraba al tiempo que se movía con la beba hacia arriba y abajo en una especie de arrullo nervioso y descreído. Bueno dale que te acompaño a comprarte comida, antes que venga Ali, así la esperas tranquilo mintió. ¿Vas a ir con él? Decile donde queda el bar y que vaya solo, ordenó sin levantar la voz. Voy con él, venimos enseguida, yo también necesito tomar aire, dijo Violeta haciéndome una seña con la cabeza marcando la salida. Sin dejar la botella ni el porro, salí tras sus pasos sin decir palabra. Salimos a la calle. Era de noche y la luz de la luna llenaba todos los espacios que antes se había comido el sol. Doblamos en la primera esquina, caminando en silencio. Ella estiró su mano buscando la mía. Sentí su calor, su deseo, su terror. Me pidió una pitada, después la botella. Luego de algunas cuadras al ver un bar abierto preguntó ¿Podes comprar otra cerveza? Yo no tengo un mango. Claro, todo bien. Compré y seguimos caminado otra cuadra hasta encontrar una plaza rodeada de árboles y estrellas. Nos sentamos en un banco medio destruido, como la casa que Alicia y Violeta ocupaban. ¿Me podes besar como lo hiciste hoy? me pregunto con los ojos azules tapados de niebla. La besé intentando ser la solución a todo el dolor que se escapaba por sus poros. Otra vez el fuego, otra vez las ansias y los espasmos desesperados de dos cuerpos al rojo vivo incendiándose en los rincones más oscuros y ocultos de la plaza. Yo arriba. Yo detrás. Ella sobre, ella dentro, ella en el espacio sideral descolgando luceros y susurrándole quién sabe que plegarias a todas las constelaciones. Ella, yo. Yo, ella. Ella. Hermosa, implacable y desesperada electrocutándolo todo a cien metros a la redonda. Ella sed, tsunami y alud sobre mi cuerpo clavado de espaldas a la tierra reseca de una plaza de mierda. Tres horas después desandamos el camino, resecos, mudos y abrazados rumbo hacia el caserón húmedo de lavanda contaminada. Desde la esquina lo vimos parado en la vereda acunando al angelito dormido. Nos acercamos. ¿Respiraste? le preguntó a Violeta quien le sacó a la bebe de los brazos y se perdió tras la puerta descascarada. Y vos ¿Comiste? me pregunto desafiante a la espera de la señal para disparar en el duelo. Lo miré sin separar los labios. Pasé a su lado y sin tocarlo lo aplasté con el poder que alguna vez había sido suyo. Seguí mi camino. Me pareció oírlo llorar.

fino.                         Collage: Lily Gar.

 Música: Más y Más - Roby Draco Rosa