miércoles, 27 de marzo de 2024

Epitafio Fractal. (Saturnina)

                                                                          

Por todas las ilusiones, por todas las veces que no te encontré, estoy pagando los platos rotos, los saldos pendientes que dejamos mientras huíamos de nosotros. A oscuras. Y llegaron en cascada, los ríos repletos de barro, las palabras que no supimos decir, las ruedas mágicas, los anillos prestados, el aliento apestoso de las bestias. Las manadas de zorros desollados, las curvas cerradas a toda velocidad, los pasajes, los puñados de arroz reseco, las lunas de marzo, los anillos de saturno. Los acuarios abandonados, el musgo verde y los anuncios oxidados en carreteras eternamente oscuras.

Por todas las veces que no te encontré y fui un simple espectador y una molécula imparable rebotando en los lugares perdidos por los que te perdías y escondías. Y me llegaban los ecos de tu sonrisa, las caricias que no eran mías, tus lágrimas tibias, los insultos, los gritos, los pensamientos prohibidos, las malas costumbres, los cigarros que vaciaron la piel, los vahos del alcohol, las puertas cerradas, las noches en vela, tus búsquedas implacables, tus preguntas indiscretas, tus gemidos de placer, los dibujos que hacías en los ventanales empañados, tus pedidos de auxilio, las raíces de los tallos rojos.

Por todas las veces que nos lloramos sin vernos las sal, desnudos, solos y a millones de años luz. Por todas esas veces suelto al viento los poemas viejos, las maderas talladas, los vasos vacíos, las canciones más lindas, los besos amargos, los dulces insomnios, la arena empapada y caliente. Dejo libres y al viento, las fotos gastadas, las veces que dije lo siento, tu lamento insondable, tus manos de fuego, de invierno, la lluvia que nos mojó una tarde, mis excusas cobardes, los remiendos hechos de alambre, las noches, las tardes y los días en que no fuiste solo mía. 

Por todas las veces, como hoy, que decidí terminar con la tortura de no tenerte, escribo un epitafio maldito que escupiré sobre la plaza donde nos conocimos. Y dejaré de buscar tus ojos en otros ojos, en las ciudades sin alma, en las estaciones repletas, en las vacías, en la mugre de cada día, en los rincones oscuros llenos de telas de araña, en los planetas más distantes. Dejaré de pensar en los olvidos, en las perdiciones, en los asuntos marginales de las almas marginales, en los ocasos, en las aves de paso. Por todas esas veces, me clavo las uñas, me muerdo los labios, cierro por un instante los ojos, respiro profundo...te dejo partir.

fino.                        Collage - Lily Gar.

Música: Asesiname - Charly García.

jueves, 14 de marzo de 2024

Treinta y cinco inviernos.

                                                          

Te dejé atrás. No por ir rápido ni por que vos fueras más lento.

Te dejé atrás para poder verte desde más lejos. Siempre desde lejos. Vos que amas la velocidad, las curvas cerradas y peligrosas, la luz, la soledad. Esa que sobraba en los abrazos en que nos fundimos y que luego perdimos, esa donde quedaron los aromas y los vestigios del amor. Siempre saliste corriendo, amagándome en las sombras, inventando caminos y lugares a dónde yo no pudiese llegar. Donde no pudiese llegarte. Solo algunas veces me dejabas desvestirte, solo algunas veces me enseñabas a jugar y sobre mesas de casas abandonadas inventaste la melodía más difícil de cantar. Donde yo no podía llegar. Y me dejabas atrás, y me dejabas hablar. Ahora solo sé tu nombre, no sé de tus ojos ni tu cuerpo, no sé tus cicatrices, tus piernas, no sé del sabor de tu boca ni las marcas que dejan tus dientes. Siempre serás como una ráfaga de viento tibio, como cuadros quemados por el tiempo que dibujaron en mi carne alguna caricia oxidada.

Te dejé atrás para poder verte y oír tus cadenas.

El reloj no se detiene, las agujas marcan ranuras en el tiempo, en las ilusiones que no llegó a congelar el invierno, cualquiera de los treinta y cinco inviernos. Mis pies desnudos desandan huellas, mientras tus dedos largos sostienen un cigarro que carga de humo tu habitación vacía, y en un baile lento y secreto me juras en ausencia el amor eterno que nunca me volverás a dar. Porque estás atrás, a los lados y adelante, porque estás a mil kilómetros más lejos y más cerca que antes. Vivimos en una sola eternidad, gomosa, tardía, paladeamos un vino frío del que no se puede beber sin sed.

Seguimos orbitando en dos sistemas solares transversales, y somos los únicos testigos de que siempre fue así. Quizás por necios o por idiotas dejamos todo en manos del destino y como la bruma en los bosques nos tragamos el camino.

Nos dejamos atrás.

 fino.      Collage- Lily Gar.

Música:  La hija del Fletero- Rendonditos de Ricota


jueves, 7 de marzo de 2024

Despedida.

 

                                          

             

Juliana caminaba flotando en el aire, así borraba sus pasos, sus huellas. Tenía una despedida colgada en la comisura de los labios como una mueca triste. Los barcos dejaban el puerto rumbo al cielo, y las lágrimas sus ojos. Nada ni nadie podía evitar que eso sucediera, sobre todo cuando Sebastián le dio la espalda. Sintió un leve salto en el corazón. La respiración se le había cortado cuando comenzó a decir lo que sentía, lo que debía decir. Su mundo había dejado de girar, la luz del día había perdido su intensidad, y el agua y el amor y casi todo lo que conocía desapareció con la última consonante que salió de su boca.

- No quiero verte más Sebastián.

- Como quieras. Espero estés segura de lo que haces.

Ella miró como él desaparecía entre la gente que subía al barco para cruzar el río hasta Buenos Aires. En Montevideo caía la tarde y una lluvia negra sobre los hombros de Juliana. Ella respiró por respirar, sin la urgencia de la necesidad vital. Después de muchos días de insomnio y dolor, ella respiró, y le dio la espalda a los temores, a las dudas y poco a poco, a medida que caminaba por las calles que la sacaban del puerto, los colores que había dejado atrás hacía muchísimo tiempo volvían a aparecer. Los santos colores brillantes volvían a invadir sus mejillas, su cuerpo. Hasta ese momento Juliana había sido un punto sin color en el firmamento, una luz opaca al final de todas sus tardes.

Por las calles del bajo, la fauna descontrolada caminaba rugosa e insensible, consumiendo los pocos nutrientes que le quedaban al aire. Ya no había válvula de escape. Solo podía pensar en acariciar tigres mientras dormían. Sentía que así se burlaba del suicidio que había intentado golpear a su puerta con la intención, abrumadora, de tirarla abajo. En su sopor, las voces le llegaban como olas. Volvía a quedar cara a cara con sus palabras, con sus desiertos. No alcanzaba con volar como los presos, pues los pies sobre la tierra le pesaban demasiado. Se le achicaban los tiempos para masticar, debía tragar de costado las porciones insuficientes de la proteína del dolor. No tenía tiempo para repetirse. En el horizonte, una sombra verde y naranja subía en espiral, sin alas, sin disfraz. Estaba tan perdida y pesada que no sentía las manos, el campo gravitatorio de sus ojos no encontraban reloj ni teléfono. Atravesó así su tormenta con lo poco que le quedaba de claridad en la mirada. Decidió tomar un café, aclarar los pensamientos, la distancia, los paisajes y las leyendas.

Era hora de dejar de nadar en lava. Se metió en un bar y fue su luz la que iluminó la tristeza que respiraban quienes estaban adentro. Pidió un café doble y cargado. Se vio rodeada de pobres diablos con dinero, analfabetos que no sabían, ni podían leer el rostro de una dama. A Juliana no le importó nada el clima denso del bar y se acomodó en su silla mirando las grúas inmensas y los contenedores que inundaban los caminos internos del puerto. Ella estaba sobrevolándolo todo, había logrado despegar, iba perdiéndose en el mar como dentro de un caracol.

Era capaz de dar todo por terminado, no volvería a soportar más el peso de caminar desconfiada mirando hacia atrás. Las cosas recuperaban su valor. Sin violencia, sin fracaso, sin el dolor de la soledad impura. La máscara que la separaba de todos había desaparecido, como la espalda de Sebastián. Ya no quería enderezar los cuadros torcidos, ni seguir escribiendo su apodo en los baños de los bares. Todo en ella se teñía de rojo. Cuando se termina hablando de más, seguramente, se termina mintiendo, pensó.

 (Porque no prueban una noche cuando lleguen a su casa
  no haya nadie y el teléfono no suena ¿A ver qué pasa?- 
Fito Páez)

 

 fino.       Collage: Lyli Gar.

 Múisca: Bailando hasta que se vaya la noche . Fito Páez.

 

 

viernes, 1 de marzo de 2024

Ahí, la luna.

                                                               

                                 

Ahí, donde se secan las fotos, las victorias y las muertes. Donde se dividen en dos las calles, el cielo. Sujetando. Purgando. Ahí. Perdiendo las pistas, el suelo, la libertad de flotar. Una luna soltando su canto mágico y plateado. Ahí, la luna. En esa línea que no diluye la distancia y vive la sangre volcada en ríos de nubes, de llanto. Ahí, donde el viento ya no mueve las cortinas ni la ropa colgada de la nada. Invisible a todos, a mis ojos que no saben encontrarte.    No sueñes amor, ya no sueñes. Te dejo mi anillo, el lado izquierdo del alma, las raíces y los papeles mojados por el tiempo. Ya no sueñes. No nos queda tiempo. Ahí, vamos ahí, sin ojos, sin carne, sin el aliento embrutecido por el alcohol que todavía nos sigue matando de sed. No nos queda tiempo. Por eso no sueñes amor, dejame incrustado en la bruma, en los dibujos extraños que ves formarse en el cielo.

¿Acaso no es suficiente con llorar?

Ahí las noches, las estrellas que no logramos apagar, las manos temblando de miedo, los besos que te negás a dar. Las voces se pierden en un canto rodado, en la orilla de la playa rompiendo con las olas, ya no queda tiempo y las melodías no llegan a desnudarte. Brillar, ahí, con la luna. Con las palabras. Con la ausencia. La vela encendida por ambos lados, una luz que, aunque hermosa, no nos durará toda la noche. No nos queda tiempo. La magia.       Ahí, en esa línea...la luna.

 fino.                Foto: Lily Gar.

 Música: Cielo Hermético- Fito y Fitipaldis