viernes, 18 de agosto de 2023

De memoria.

                                           


 - Podes preguntarme lo que quieras.

-¿Segura?

- Por supuesto.

-¿Por qué sos tan linda?

- Porque vos me amas.

Volvieron a quedar en silencio, mirando el techo, tomados de la mano sin tomarse de la mano, pensando y sin chanses de volver atrás.

-Tal vez también por que sos ciego o tus manos no me han recorrido del todo.

-Te sé de memoria.

-Tu memoria está en el pasado, donde todo fue fugaz, tempestuoso,  incompleto.

-Por eso mismo.

-No vale engañarnos. Vos estás loco.

-Yo no te engaño, yo te amo.

-¿Aunque no puedas tenerme? ¿Aunque todo sea un sueño?

-Nunca será un sueño, esto es completamente real.

-No te mientas nos separa una vida.

-¿Puedo preguntarte otra vez lo que quiera?

-Claro.

-¿Por què sos tan linda?

-¡Que tarado!

Una vez más el silencio y cuatro ojos incrustándose en el techo. Cada  uno en su teccho, unidos por ondas invisibles saliendo de las manos, penetrando en sus oídos. Les llovían los momentos, las visiones borrosas, apiladas. Estaban encadenados al recuerdo de otra vida. Eran como bloque sobre bloque, como ladrillos despintados, descascarados, obras de arte miserables, temporales.

Esa era la única verdad, la distancia. Deseos y esperanzas, traiciones y olvidos premeditados. El pasado. Los dos mirando hacia el techo de diferentes colores, con la nuca en la almohada y las manos entrelazadas a mil millones de kilómetros de distancia. La vida, los relojes de arena cargados en playas infinitas, los aromas mixturados, las fotos, el sudor de los labios de ella tatuando el cuerpo de él. Millones de labios dejándolos en blanco. Ojos rojos consumiendo aquel tiempo, el pasado, el futuro. Ella apretaba entre sus labios finos un cigarrillo y resucitaba por enésima vez un momento de nostalgia, pegándose al pecho la tibieza de un cuerpo recién nacido, atesorando libertades que de otra manera no hubiese ganado. Y respiró profundo, despegó el cigarro y en una bocanada espesa y gris dejó impreso en el aire parte del aliento rescatado de aquel amor.

El apretó los ojos y tarareó una vieja canción que mil veces le había susurrado al oído. Juntos y distantes, ajados, perdidos en el temporal de lo infinito, de lo inalcanzable.

Ellos manteniendo las ruinas que aun no les había robado el tiempo, el cruel, el sincero.

Ellos aguantando temporales con los hilos de un sueño nacido en el novecientos.

-¿Estás segura que puedo preguntarte lo que quiera?

-Claro.

-¿Es cierto que todavía me amas?

-...

 

fino.          Collage: Lily Gar.

Música: Días - Diego Gonzalez.

martes, 8 de agosto de 2023

Matarlas.

 

Hace muchos años que debí matarlas con mis propias manos. Aunque que ellas ya no me engañan. No debí dejar que pasara tanto tiempo,  eso me trajo dolor, hizo que se abriera mil veces la herida, esa que nunca lograré cerrar. Pero es mi culpa. Totalmente mía. Lo asumo. Ellas siempre se ocultan en las sombras de los días fríos, fingen desaparecer y dejarme en paz, fingen olvido e indiferencia.

Cada tanto regresan a destrozar lo cicatrizado, olfateando y asechando esperan mí descuido con sus garras filosas, traicioneras. Están vigilando sin piedad mi tranquilidad. Sin una gota de piedad. Ángeles-demonios implacables. Por gracia de no sé que santo o casualidad consigo engañarme y creer que están rotas, muertas, desintegradas. Lo que no consigo, por más que intento, es el olvido total, no consigo dejar de sentir su electricidad, su descarga fatal.

Pero al menos ahora, hoy, puedo descansar. Cerrar los ojos y descansar. Debí asesinarlas, no permitir que gozaran el merito de ganar la partida ¿Lo merecían? No, bastante me han robado...

Debí deshacerlas a mordiscones por dejarme caer al vacío, por ensañarme a mentir y ponerme en carne viva, por hacerme temblar en cada invierno perdido. Por hacerme llorar y reír hasta llorar. A cambio, a veces recibo una caricia, alguna que otra alegría. Cada mil años, alguna alegría. Aunque ya no me engañan. Siempre tropiezo con una intrincada ecuación desfavorable y giro en el maremoto de su puñalada caliente que cae sin piedad ni aviso sobre mi cerebro astillado. Cuando ellas me transformaron en su esclavo apenas sabía mirar, apenas sabía decir, y eso es lo menos celebrado de cualquier comienzo. Es pura brujería, si es que la hay. Y las hay. Ellas fueron masticándome las tripas en cada caricia, en cada beso, me fueron mintiendo haciéndome creer que podía tocar el cielo con las manos. Fueron lo más dulce y sagrado. Nunca podré sacar de mis venas el choque fatal que me cegó apenas se abrieron sus piernas ante mis ojos vírgenes. Ahí me perdí, lo sé. Quizás por eso nunca pude matarlas y volver atrás.

Si lo pienso, y me alejo en el pasado, caigo en la cuenta de ese engaño dulce. Me dejé devorar, dejé envolverme en su flujo radical con el que me fritaron en aceite hirviendo a mil quinientos grados. Fiebre, tierra, fuego, agua y viento, sin hablar que le vendí el alma al diablo. A cambio de algunas monedas o de alguna alegría desafinada.

¿Acaso asumirlo puede devolverme la tranquilidad o la brisa necesaria  del amor? ¿Acaso saberlo, tanto tiempo después, logrará desconectarme del respirador obstruido por sus tentáculos?

Todo puede suceder. No lo sé.

Que dirás vos de esto no lo puedo adivinar. Solo espero me perdones. Que al menos por un instante me perdones y no pienses en la superstición, en mi locura, que existe y no te culpa. ¿Dirás que perdí mucho tiempo? ¿Que  por ellas deje de mirarte como a la única? Sé que por ellas perdí mucho tiempo. Y acá voy, intentando salir de la falsa escuadra de encerrar mis muertos en los ataúdes de la indiferencia. Sé que me lleva y me llevará sudores y escalofríos, convulsiones, vómitos y llanto.

Debí matarlas hace mucho tiempo, no esperar que muriesen por si solas. Solo espero que hoy no regresen por mi carne, por mi cerebro. Pero ya no me engañan. Espero se fundan en lava incandescente, que desaparezcan de mi sangre estas ingobernables ganas de escribir.

 fino.            Collage: Lily Gar

Mùsica: Vou te encontrar : Paulo Miklos.