Martes a la nochecita: Recibí los ejercicios que tenemos para hacer en el taller de escritura. Hacer una lista de gastos diarios y otra lista de cinco cosas que nos hayan impactado. Luego de pensarlo un poco decido hacerlos al mismo tiempo y en paralelo, usando dos hojas por separado, pues antes, en un rapto de inspiración pseudo-divina y de cabotaje, me había atrapado la idea de mezclar los dos textos formando uno solo. Me di cuenta que así no estaría cumpliendo la consigna, así que me ajustaré al pedido alejándome de locas pasiones. Comienzo con la lista de gastos tomando notas casi en tiempo real. Hoy cero peso.
Miércoles: Siete y veinte de la mañana, salgo del trabajo y me tomó el bus camino a casa. Es el primer gasto del día pero al pagarlo con la tarjeta STM, si bien me baja el saldo, me engaño pensando que no es gasto al no meter la mano en la billetera. Los años me han cambiado, de un puñado de billetes arrugados en los bolsillos a tenerlos ordenados en una funda de cuero. Quien te ha visto y quién te ve, hermano ya no sos el mismo. Me bajo en Millán y Larrañaga, paso por la red de cobranza y ahí si, pago la factura de la luz. Muy old-school mi comportamiento, dinero en mano contra todo descuento de dos puntos del IVA. Sigo camino a casa y paso por la panadería. Raquel me ve llegar y se va adelantando a mi pedido, ¿Tres marsellés verdad?, eso, respondo apenas pongo los pies dentro del comercio. El olor a pan recién horneado me puede. He dejado casi todos los vicios, pero si de algo estoy seguro es que no voy a impedir que el pan calentito con manteca a la mañana me lleve a la tumba, de mi parte jamás habrá resistencia. Jamás. Pago todos los días sin protestar entre noventa y ciento diez pesos por mi lento aumento de abdomen.
Jueves: Está empezando a amanecer más temprano, es día de pasar por Tres Cruces. Me bajo en la terminal y compro los pasajes para el fin de semana. Dos pasajes hasta Biarritz, Sábado, 8:15, somos dos, subimos aquí y los asientos más adelante que tengas. No es por pecar de rutinario, pero la vendedora de Cot, ya me tiene fichado y, como la panadera de la esquina de casa, me la hace súper fácil. Seiscientos cuatro pesos. Es temprano aun, aprovecho a sentarme un rato en la cafetería de la planta baja de la terminal, me tomo un café con algún biscocho salado. Doscientos diez pesos. Leo y escribo un rato, me da sueño, me quedo sin combustible. A casa. La noche fue larga.
Viernes: Bus. Panadería, mientras hago mi desayuno-cena conversamos con Marcela preparando la ida para afuera. Me acuesto y será el día más barato, ciento cuatro pesos. Estoy fundido. Me desperté a las cinco y media de la tarde. En casa no hay nadie, Marce salió a hacer sus vueltas. Me bañe, apronté el mate y me puse a escribir unas ideas que hace días me dan vueltas por la cabeza. Llega Marce. Cena y al trabajo.
Sábado: Del trabajo directo a Tres Cruces. Viajamos hasta Biarritz.
Llegamos y de cabeza a las plantas. Unas vueltas por el terreno y una tiradita en la cama hasta que esté el almuerzo. De noche habrá juntada y asado con la barra del balneario. Cuatrocientos por cabeza.
Domingo: Ida hasta el supermercado a comprar lo que falta para terminar el Domingo, el almuerzo del Lunes y alguna cosa que dejar para el Sábado siguiente. Ochocientos veintitrés pesos. Fueguito a la caída del sol, música y los brazos de Morfeo.
Lunes: De mañana tiramos la red con Pepeu. Salieron algunos pejerreyes, fileteamos y comimos miniaturas con ensalada de la huerta, lechugas varias, rúcula y verdeo. Cero peso. Vuelta a Montevideo quinientos veinticuatro. A trabajar.
Martes: Releyendo este texto me parece estar viviendo un capítulo plagiado de “Mi lucha”, la saga de ese Karl Ove de difícil apellido.
Otra cuota mañanera de mi suicidio panificado, ciento tres pesos. Dormir. Taller a la tarde y seguramente volveré a casa con un libro nuevo que quien sabe cuanto me saldrá. Al menos tengo el descuento como tallerista.
fino.
Música: Free money - Patti Smith.