miércoles, 9 de junio de 2021

Ella es así. (La carta perdida).

 

                                                    

                                                    (Música de fondo : Tu vida Mi vida -Fito Páez)

 

Cuantas veces imaginé verla llegar. Como aquella vez, arrasando sobre el empedrado, comiéndose el mundo. Ella era así, con pelo corto en los lados, largo atrás y con el cerquillo libre flotándole en la frente. Como aquella vez, la camisa hindú roja, ojotas y un short hecho de un vaquero cortado, mostrándome todo su poder. Era libre, poderosa, ingobernable. Hablaba de no parar, de seguir insistiendo por donde las balas picaban cerca, estaba peleada con el mundo.            Y mis manos abiertas sobre sus hombros lindos y firmes, apenas podían rozarla. Ella era así. No dejaba que la sostuviera, que le acercara un poco de agua, apenas aceptó mis besos, alguna caricia perdida, fugaz sobre su piel morena y brillante. No me quería cerca. No me quería lejos. Me dejó una dirección falsa y la promesa de encontrarnos en Brasil, me dejo un hueco en el pecho y comiendo de su mano. Me costó olvidar sus besos sedientos y salados bajo el sol que se filtraba entre los árboles de la Prote. Me costó dejarla. Me quería lejos. Cuantas veces imaginé verla llegar. Cuantas veces corrí a buscarla sabiendo que estaba cerca, cuantas veces se escondió al oír mi voz. Me quería cerca. Nunca me contaba a donde se iba cuando se perdía, con quién hablaba, donde dormía. Solo llegaba, me dejaba lamerla, bañarla, cuidarla y beber algunas gotas de su miel. Me quería lejos, y se volvía a escapar. Cuantas veces imaginé verla llegar y no partir. Ella era así, linda. Su cuerpo tallado, perfecto y vibrante, las piernas poderosas, firmes al ritmo de sus pasos. Sus senos duros, perdidos entre mis manos y yo, deseándola más y más. Ella me quería lejos. A veces me dejaba llegar, yo quería más que el insuficiente cuentagotas de su tiempo.

Hoy estoy sentado a la mesa de un bar frente a su casa. Espero verla, sueño despierto que aparezca y me vea. Su cara. Quiero ver su cara, quiero ese instante supremo, ínfimo. Ahí estará la verdad y la respuesta. Juraría que la amo sobre alguna tabla sagrada o dentro de este vaso de cerveza. Pero la puerta de su casa esta cerrada, y las ventanas, y no hay luces vivas mordiendo los resquicios de las cortinas. Vacío, ahí se respira vacío, ahí adentro y acá afuera. Pido otra copa, me clavo a la tabla de salvación de sus ojos lejanos, y a la esperanza de que también me siga amando ¿Y si no? A llorarla a mi cuartito. Siempre fui un imbécil. Me cuesta hablar y mostrar aunque sea un poco las raíces. Es mejor escribir, a ella le gusta leer. Y yo no cambio. Y ella no cambia. Entonces nos tapan las aguas turbias, los peligros desalmados que siempre acechan sobre el amor ¿Está ahí? Creo que algo se mueve ¿Es la cortina? ¿Un reflejo? ¿Mi deseo? Voy a apostarme todo a la esperanza, y si pierdo aguantaré cada uno de mis reproches, pero necesito saber. A fin de cuentas estoy solo. Diez minutos. Esperaré diez minutos y si una señal no se presenta me entrego al olvido. Una señal. Abro una puerta desesperada hacia el intento, hacia el fracaso. Debo estar loco. No es ninguna novedad. Esperar por milagros en lugar de hacer lo que se debe hacer ¿Será el alcohol? ¿Será que mis neuronas se fagocitan la cordura en un baile caníbal y perverso? Ahí, en la ventana ¿Una silueta? ¿Son reflejos o las luces del tráfico haciendo sombras chinas sobre mi necesidad? Apago todas las llaves de mi mente y cuento hasta diez. Uno...dos...tres...cuatro...esta vida no vale tanto. Pero siempre fuimos así. Libres y enjaulados en nosotros, enjaulados en el pasado.

 fino.

Junio 2021.

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