Vos sabes que yo te quiero, de cierta manera hasta podría decir que te amo. Yo a él no lo conozco, lo que sé me lo contaste vos. Sé que mientras vivieron juntos, después del encandilamiento y de los primeros meses de convivencia, él te comenzó a tratar mal. Según tus palabras, no te valoraba. Lo maldijiste, lo insultaste y te fuiste. Yo te apoyé y me enojé con él por hacerte sufrir así. Al tiempo volvieron a juntarse. Te comprendí, estabas tan sola, tan lejos, el tiempo pasa para todos, hay errores, luces y sombras. Es el tiempo, la vida. Luego otra vez se apagó el amor reciclado, te celaba y controlaba, te oprimía, no te dejaba ser feliz. Yo te escuchaba, comprendía y te pedía que lo pensaras, que la calesita da vueltas y vueltas, que respiraras hondo. Vos me repetías que era perverso, inhumano y sin alma. Que te obligaba a pagar la mitad de todos los gastos de la casa, que no podían salir juntos a dar unas vueltas por la noche o de recorrida por los bares, si no tenías plata para tus gastos él no te llevaba, se iba solo y te dejaba. El se bañaba, se recortaba la barba, le sacaba lustre a sus tatuajes, se perfumaba, se ponía su reloj caro y vestido como un rockstar salía dejándote en la soledad de la casa. O que se iba de viaje durante meses a recorrer el mundo y vos ahí sola, sin nada ni nadie. Te hacía padecer. Vos me decías que era un psicópata, un mal compañero y a mi me daba lástima por vos. No respetaba tu pasado, ni respetaba a tus hijos. Yo lo odiaba. Y así lo volviste a dejar y yo quedé feliz por vos, porque abriste los ojos, y pudiste ver la luz al final del túnel. Quiero tu felicidad y sé que la vas a conseguir, porque sos buena mina y vos lo mereces, tu momento está ahí, lo presiento. Desde acá, a la distancia, mientras me contabas, te veía cargando las valijas, bloqueándolo en tu celular, te imaginaba nerviosa sudando, con tu pelo rubio y enrulado al viento, podía adivinarte de espaldas a él, alzando el puño izquierdo cerrado con el dedo medio levantado, haciéndole señas, mientras él espiaba detrás de las cortinas de la ventana semiabierta de su casa lujosa. Esa que te echaba en cara cada vez que peleaban. Pero yo te quiero y por eso pude comprender cuando se volvieron a juntar y luego a separar. ¿Cuantas veces fueron? ¿Seis, cinco, ocho veces? Yo estaba con vos, y te decía: “no lo mires nunca más, sacalo de tu vida, de tu celular. Sacalo de tus ojos, de tu alma, de tu mente, de tus sentidos, de tu calle y de tu llanto”. Yo a él no lo conozco, todo lo sé por vos.Después te acompañe, desde acá, en tu mudanza a otra ciudad, más pequeña y lejana. Ese lugar costero de pocos habitantes, solitario y tranquilo, donde podrías pensar y respirar al fin, en paz. Allí donde te sacarías el peso de la cercanía y el acoso. Respiraste y respiré. Porque a él no lo conozco, pero vos me contabas y yo sufría por vos, porque te quiero, hasta podría decir que te amo, por todos los años que compartimos y pasamos juntos, por nuestra amistad. Lloré por tu libertad, por tu felicidad. Y me asusté un montón cuando me contaste a los tres meses de vivir en ese pueblito, que caminando por la playa, lo viste desde lejos. Me asusté cuando me dijiste que se había alquilado una casita cerca de donde vivías. Que te lo cruzabas varias veces al día, que te llamaba, que te mandaba mensajes, que te invitaba a salir, que te buscaba y que no tenías lugar donde esconderte en ese pueblito de mierda. Lo sé porque me lo contaste, que lo mandaste a cagar, porque él es de manipular a la gente, que es paranoico, es traicionero y calculador. Siempre de pelo cortito vestido como un rockstar, lleno de tatuajes y dándose aires en su auto último modelo. Y lo odié por hacerte sentir mal, y por todo lo que decías.
Pero hoy me dejaste mudo, vi en tus historias de Instagram que caminabas de la mano con él, sonriendo y paseando por pueblitos de la costa, en bares bebiendo, en esas callecitas de ensueño, como si vivieran una nueva e interminable luna de miel. Ya no puedo entender. Te quiero, por lo que vivimos y no es necesario contar. Yo solo quiero verte feliz. A él no lo conozco, ni quiero conocerlo. Sé cuanto penaste y sentí tu soledad, vos me lo contabas. Y yo acá a la distancia sin poder hacer nada, solo te podía escuchar. Porque te quiero te pido que no me cuentes nada más. Pienso que victimizarse es como una droga, también callar y olvidar, o será, al menos, que no me contabas toda la verdad. Por eso te escribo, porque yo a él no lo conozco y ahora que lo pienso, creo que a vos tampoco.
fino.