viernes, 18 de febrero de 2022

Barro Plateado.

                                

 

La luna tormentosa está atravesando las nubes que poco tienen de algodón, son formas extrañas fundidas en acero. Pero mirando más aquí que allá, asoman y se dejan ver por las esquinas los restos de mi futuro perdido. También veo siluetas femeninas enroscadas en ropas ajustadas y vagabundos presos de un pasado mejor... y la locura, veo su locura en esas palabras que tiran al viento sin significado aparente, con la vida clavada entre los dientes. Salgo de la penumbra, de la bruma de esta calle endiablada y camino lento sobre baldosas pegajosas, traicioneras. Justo ahora se descarga una llovizna mentirosa que levanta desde el suelo el vaho sofocante de otro día de calor. Tengo hambre y sed, pero asesinaría por una cerveza helada.¿Señora, me daría algo de dinero? No corra, era solo una pregunta, soy incapaz de matar a nadie. Creo. Pasan algunos autos perdidos a poca velocidad, desde las ventanillas, los conductores, buscan en el silencio una mirada de la cual se puedan enamorar o simplemente jugar al amor. En una noche así todos creemos en los milagros. Todos esperamos un milagro. No hay colores, tampoco oscuridad, las luces se suceden como un atardecer indecente que nunca dejará de ser alba. Decidí hundirme, dejar que las cosas sucedan y no pensar más en él, al final de cuentas él tampoco piensa en mí. No estoy para bares ni para penas ajenas, estoy pensando en deshojarme sin la necesidad de buscar consuelo. Sigo caminando lento, mirando los edificios, las paredes mojadas de las casas y sus rejas, y los alambres retorcidos entre los que casi todos los seres vivos duermen. Son las tres de la madrugada. Unos perros ladran acompañándome en el camino mientras pateo una piedra que va anticipando mi recorrido. Allá abajo se ven las luces de la rambla. Allá abajo existe otra claridad y no estoy dispuesta a mezclarme en su pulcritud. Giro en la primera esquina dejándome llevar, otra vez. No estoy segura de ser yo misma, ni que la sombra que se arrastra bajo el farol al atravesar su luz sea la mía. Nada de eso me muestra sincera, solo sé que no soy feliz. Estoy aterrada y mis manos se retuercen dentro de los bolsillos apretando el aire preso en las pelusas del diablo. Nunca dejaré de ser una mascarada, aunque me obliguen a eso. Nunca dejaré de buscar en las sonrisas el alivio al dolor que produce la muerte, y a las patadas en el culo que caen tan lacerantes como esta lluvia. Aunque duela, aunque sangre, solo así se puede sanar, retener y transformarlo todo en un diamante ¿Querès ver mi collar? No solo son caracoles o cintas de colores, son la vida en la vida, la vida en la muerte y el fulgor de los ojos más amados. Nunca dejaré el circo y las ropas de color. Soy una melancólica y aburrida mascarada, para no desafinar con el plagio de vivir. Sirenas de patrulleros rompen la calma, también escucho gritos, ruidos de vidrios rotos, y más a lo lejos disparos, al parecer no soy la única que esta en problemas. Respiro, me quedo en paz. La tormenta se hace más profunda, los truenos y los relámpagos tapan todas nuestras pobres penas. El cielo es más fuerte y poderoso que cualquier dolor de los mortales. Así lo dice el libro sagrado, si es que aun existen los libros. Es la hora de los charlatanes y los predicadores de la tele, es la hora de los juglares malditos del alcohol, pero tengo poca paciencia para jugar a las adivinanzas mientras que el cielo llore así de desesperado. Cuanta fragilidad y degradación en mis championes agujereados que van flotando sobre el camino mojado. ¿Acaso es esto lo que hiciste de mí? Yo también te hice mucho daño y te pido perdón. Sé que es tarde y que todo lo que diga o pueda decirte ya no cuenta, pero mi lengua no solo sembró pánico en nuestra huerta. Me subo el cuello de la campera para atenuar la mojadura. No tengo paraguas, cuando los tuve los perdí. Necesito mis manos para otras cosas. Estoy cansada y con el cerebro frito de tanto pensar, solo quiero mirar hacia el cielo y volverlo a encontrar estrellado, sin este barro plateado. Es hora de volver a ninguna parte, a ningún lugar y olvidar ninguna tristeza, ninguna sed, ninguna oscuridad.

 fino.                          Del Libro: Mil Bares.

No hay comentarios:

Publicar un comentario