viernes, 19 de agosto de 2022

El ojo de Horus.

                                                                 

Escribía pensando en el, para cuidarlo, para iluminarlo. Dejaba en el camino letras sueltas como caricias, como agua. Nunca pensando en otra cosa que no fuese robarlo de las fauces del olvido. Algunas veces se prometía no volver a hacerlo, pero en los saltos, en el reflujo de su alma, el siempre asomaba buscando aire cuando todos los espacios se quedaban en blanco. Y ella se ataba a los flancos de barcos hundidos, se escondía en los agujeros del silencio indiscreto, otras veces flotaba entre nubes imprudentes o en el ensueño gélido de alguna eternidad. Esa que nacía con fecha de vencimiento. Esa que se escapaba apenas cerraba los ojos.

Ella escribía sobre servilletas, sobre hojas y papeles sueltos, en los bordes libres de los diarios, en bolsas de panadería, en libretas burdas o exquisitas, en la arena de la playa. Simplemente le escribía.

Escribía tirando letras al viento o en las bocas de tormenta, en los baños de los bares, sobre la carne quemada, dentro y fuera de si. Gastaba tinta imaginando su cara, su modo de decir, rayaba con trazos gruesos jeroglíficos inútiles que ninguna civilización sabría comprender. Sabía que era tonta. Juraba que era tonta.

El leía pensando en ella. Leía palabras que desconocía, un lenguaje perdido en la distancia, en el silencio. Como siluetas que se borraban apenas llegaban a la esquina, sus manos sostenían ventanas invisibles y lluvias de color azul. Dentro de todos los marcos leía las mismas pinturas que ella escribía. Meta mensajes, satélites perdidos, estrellas vencidas y soles marchitos. Todo el dolor envuelto en la grafía narcótica del amor. Y se mentía, y se reía. Lloraba y se mentía. Se distanciaba y más se unía. A través de agujeros negros el leía, se hacía trampas al solitario mientras jugaba con todas las cartas que le faltaban al mazo.

Y un día sin mirarse se pudieron besar. Se acariciaron las manos en el fuego del instante. Cinco besos perdidos en la inmensidad de las palabras, de las letras, del destino emperrado en buscarles un nombre. Sentados en el bar de la ausencia, bebieron con las peores copas la mejor bebida. Sueltos y atados a las raíces del tiempo muerto construyeron un idioma inentendible, el de los solitarios.

Y supieron que el día llegaría, donde él ya no escribiría y ella ya no leería.



fino.                               

                                                          Adelanto del libro "Mil Bares".

Música:  I Try - Macy Gray.


jueves, 18 de agosto de 2022

Una simple jugada de ajedrez.

                                               


                                  

Detrás de esos ojos marrones estaba la música que buscaba desde hacía mil años. Cansado de escupir y besar bocas infieles, respiró al verla sentada frente a él en la otra punta de la barra. Respiró, solo eso. Lo supo de inmediato, con solo verla. Cualquier paso en falso que diese, cualquier estupidez que saliera de sus labios sería el fin. Antes del comienzo, el fin, como tantas veces, como tantos cálculos errados.

Ella fumaba, implacable. Aspiraba el humo que inexorable y lento se incrustaba en su boca, en sus pulmones cansados. Inflaba las mejillas y abría la boca como un pez fuera del acuario. Fumaba, mecánica e insatisfecha. Con la copa tenía otro trato, los sorbos eran leves, pequeños y el tannat teñía envolvente el cristal para luego replegarse, espeso y negro, hacía el fondo. Algo sucedía. El deseaba descubrirlo. Ajedrez. Ella miró su reflejo en el espejo tras la barra, se vio y sacudió la cabeza negando lo que veía. El la buscó en el mismo espejo con la intención de trasmitirle su deseo a través del vidrio frío del quizás. Ella lo vio. El le sostuvo la mirada. Juntos en el punto neutral de la distancia. Ella sin sacarle los ojos de encima, desafiante, levanto su copa y de un trago vació el contenido. El levanto su vaso a la altura de los ojos y sin hablar dijo: salud.

Lo que son las copas, lo que es vida, alineando cadáveres exquisitos en cualquier lugar del mundo, a cualquier hora, sobre todo cuando la posibilidad de morir solo y abandonado es la única certeza.

fino.                                                         

                                      Adelanto del libro "Mil Bares".

Música: Fumar de día - Marilina Bertoldi.