- Podes preguntarme lo que quieras.
-¿Segura?
- Por supuesto.
-¿Por qué sos tan linda?
- Porque vos me amas.
Volvieron a quedar en silencio, mirando el techo, tomados de la mano sin tomarse de la mano, pensando y sin chanses de volver atrás.
-Tal vez también por que sos ciego o tus manos no me han recorrido del todo.
-Te sé de memoria.
-Tu memoria está en el pasado, donde todo fue fugaz, tempestuoso, incompleto.
-Por eso mismo.
-No vale engañarnos. Vos estás loco.
-Yo no te engaño, yo te amo.
-¿Aunque no puedas tenerme? ¿Aunque todo sea un sueño?
-Nunca será un sueño, esto es completamente real.
-No te mientas nos separa una vida.
-¿Puedo preguntarte otra vez lo que quiera?
-Claro.
-¿Por què sos tan linda?
-¡Que tarado!
Una vez más el silencio y cuatro ojos incrustándose en el techo. Cada uno en su teccho, unidos por ondas invisibles saliendo de las manos, penetrando en sus oídos. Les llovían los momentos, las visiones borrosas, apiladas. Estaban encadenados al recuerdo de otra vida. Eran como bloque sobre bloque, como ladrillos despintados, descascarados, obras de arte miserables, temporales.
Esa era la única verdad, la distancia. Deseos y esperanzas, traiciones y olvidos premeditados. El pasado. Los dos mirando hacia el techo de diferentes colores, con la nuca en la almohada y las manos entrelazadas a mil millones de kilómetros de distancia. La vida, los relojes de arena cargados en playas infinitas, los aromas mixturados, las fotos, el sudor de los labios de ella tatuando el cuerpo de él. Millones de labios dejándolos en blanco. Ojos rojos consumiendo aquel tiempo, el pasado, el futuro. Ella apretaba entre sus labios finos un cigarrillo y resucitaba por enésima vez un momento de nostalgia, pegándose al pecho la tibieza de un cuerpo recién nacido, atesorando libertades que de otra manera no hubiese ganado. Y respiró profundo, despegó el cigarro y en una bocanada espesa y gris dejó impreso en el aire parte del aliento rescatado de aquel amor.
El apretó los ojos y tarareó una vieja canción que mil veces le había susurrado al oído. Juntos y distantes, ajados, perdidos en el temporal de lo infinito, de lo inalcanzable.
Ellos manteniendo las ruinas que aun no les había robado el tiempo, el cruel, el sincero.
Ellos aguantando temporales con los hilos de un sueño nacido en el novecientos.
-¿Estás segura que puedo preguntarte lo que quiera?
-Claro.
-¿Es cierto que todavía me amas?
-...
fino. Collage: Lily Gar.
Música: Días - Diego Gonzalez.