Tu cadera sobre sábanas revueltas,
dormís con collares y tatuajes
sobre los despojos del amor.
Las copas caídas
los envases vacíos
los sudores secos
rotos
quedaron amontonados en el colchón.
Desde la silla
(mi trono a tus pies)
te miro dormir
y acuno tus sueños
mientras una vieja melodía
va descorazonándome.
Busco el plano adecuado
por todos lados
por cada rincón,
tu amor es un incendio
que devora puertos
tardes, paredes y silencios.
Ahora solo tengo distancias
que necesito enterrar.
Tengo el ojo inquisidor
y el alma enferma,
mi cabeza quiere y no puede
todo se esfuma
todo se va borrando
hasta desaparecer
apretado en el puño del tiempo.
Será?
Somos extraños?
Queda poco espacio
y no basta con llevar flores,
con hacer visible el deseo.
Lo que mata es la rutina
no basta con sacarle lustre
a los zapatos gastados.
fino.
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