El primer impacto fue la presión del otro cuerpo sobre el mío, una fuerza asfixiante sobre el agua pesada que me rodeaba como una albúmina azucarada, paciente. Sentí la necesidad de abrirme, de estirar los bordes y llegar hacía la claridad opaca que reclamaba desde el final del túnel. Salir, necesitaba salir. No lo sabía, ahora lo sé. Entonces mi mollera rompió la malla, el entramado que separaba el ahora del después. Fui un pulso vital empujando, destrozando el instante con mi carne ensangrentada, grasosa y sin heridas. Escuche un aullido de dolor, instintivamente con un movimiento mínimo giré la cabeza, de eso se trataba. Otro grito, mayor al anterior, mi cabeza primero y mi cuerpo gelatinoso después, se expandieron hacia el infinito. Así llegué hacia la luz, fui como un rayo atravesando la oscuridad de su cuerpo, de su yema.No lo sabía. Ahora lo sé. Era la vida apropiándose del momento, una sensación de libertad que ni bien llegó se despedazo en millones gotas, en miles de escombros cayendo sobre un mundo ingrávido y frío. Más dolor: de lo calido y oscuro, a la luz helada y brillante, como si eso fuese algo natural. Me asomé desde los sentidos, desde las venas, el pasado se transformó en rojos, rosados, negros y blancos con millones de puntitos movedizos y eléctricos sacudiéndose impacientes bajo mis parpados apretados. Después de reventar las paredes de eso que llamaban amor, llegaron otras voces que decían cosas que no pude entender. Luego, mi llanto, los pulmones llenándose de aire nuevo y extraño. En mi boca se dibujó una mueca hacia arriba, una curva. Antes no lo sabía, ahora lo sé, quería sonreír.
fino. Octubre 2021.
Música de fondo: Un Plan - Diego González.
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