jueves, 14 de octubre de 2021

Cualquier 24 de Agosto.

 


 

Caminé desde la pared del salón comunal en la plaza de los Nichos, hasta que descarrilé en Ariel y la vía. Me quedé apretando otros ladrillos rajados que se fueron apilando detrás de la estación. Mi mundo disparó lágrimas y risas, atrincherado ahí, en esa vereda, en ese bar, mientras aguantaba la barra. Con un par de pasos llegué hasta el cine (que ya no es) y con otro paso traté de gambetear Moro y su florería, donde te acostaste a dormir.

Vos te quedaste ahí, y yo no quise entrar a mirarte. No era necesario hacerlo. Tampoco fui capaz de hacerlo. No fui capaz de dar pesares y abrazos, ni de ser saludado por bocas que nunca existieron. El Coco y Vero me vieron, me escucharon. A la vieja Carmen no me dio para encararla, había que ser muy valiente, yo nunca lo fui. Había más gente afuera que adentro. Vos dormías. Con veinte y pocos, con una sonrisa más grande que tus orejas, y eso ya es mucho decir. Vos dormías ahí, con un tirador suelto del jardinero, con el flequillo perfectamente armado. Siempre posando con el cigarro atado a la mano y con una botella. Te extraño hermano. Me acuerdo que salteamos el hambre, pero no la sed y eso estuvo mal. Claro que es fácil decirlo más de cien años después, yo con hijos, con canas y más aire que vos. Nada de lo que pueda decir será suficiente. Nunca será suficiente ¿De que vale hablar cuando mirarnos a los ojos siempre fue lo más importante?

Vos acá, adentro mío.

Llegar a tu casa y gritarte bajito en la ventana, te calzabas los championes, te mojabas el pelo y estabas pronto para meterte en problemas, esos de los que siempre alguno de nosotros, seguro, te iba a sacar. Agitar unos limones y partirnos en un abrazo. De los Nichos al Cometa cada viernes con la felicidad del Coco y la risa de la Carmen cuando intentabas bastonearle una moneda. Los agudos de Patricia, la paciencia de Vero y vos con algún llanto de botella buscando un “no sé qué”. Te extraño siempre, no solo los agostos.

Quizás ahora si podría decirte a todo que no.

Quizás ahora volvería a temblarme la voz al pedirte que no hicieras ciertas cosas, pero fue mi culpa también cuidarte la felicidad.

No tengo palabras, pero si mil silencios. Solo quiero pedirte que no me olvides. No hay palabras, solo mil millones de años, hermano.

 fino.

 Música de fondo: 7 Veces - O Rappa.

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