martes, 11 de enero de 2022

No Veo.

 

                                                              


No veo.

El cielo y las nubes se escondieron tras un velo, que es oscuridad.

Tal vez metiendo los dedos en el enchufe o vaciando la botella de veneno pueda encontrar el antídoto imperfecto. Debo buscar aunque más no sea un crepúsculo, una pincelada lejana de luz en el vuelo de un ave.

No veo y creo que es para siempre, o eso siento.

Pero todo continúa, voy a tientas mientras escucho voces más allá de no sé donde. Escucho rumores, cataratas y estrellas reventando en el infinito, sin mis parpados ni mis retinas. Tengo miedo. Perdí el olfato y los aromas son extrañas oleadas de aire encajonado recorriendo mis fosas nasales.

Nada, no puedo saber por donde voy caminando. Reconocerme en un trozo de papel gastado ya no será posible, tampoco lo será morder pétalos de rosas hervidas bajo algún rayo de sol.

Sopa fría, acero caliente, soledad.

Ahora los ruidos, el crujir las ramas aplastadas por el silencio, la mente muteada por alguna llave mágica.

No veo... y nunca volveré a verte. Te fuiste para siempre.

Me dejo caer, sin conexiones, sin tiempo ni voluntad de escarbar en la posibilidad de otro fracaso. Tengo miedo y lo peor es que te seguiré amando aunque nunca vuelva a verte.

Tengo pánico y unas incontenibles ganas de gritar:

-... -.

  

fino.       Enero 2022.

Música de fondo: Sozinho - Caetano Veloso.

 

 

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