Ella llegó hasta
el bar. Dejo su bolso en una silla desocupada, colgó el abrigo en el
respaldo y tiró las llaves sobre la mesa. Recién ahí lo miró a los ojos y, como
si despertaran juntos cada mañana, lo saludó.
-Buenos días
amorcito ¿Como estás?
El, postergando
las palabras, optó por acercar su boca a la de ella y, con el deseo de quien
saborea una fruta prohibida, la beso con ternura, con calma. Despegó sus
labios, separó su cara apenas unos centímetros y aun con los ojos entrecerrados respondió:
-No tan bien
como vos, pero estoy.
-Gracias por
venir, en algún momento dude que quisieras hacerlo.
-Dejate de
bobadas. Sabes que es solo chiflar y este perro corre a tu falda.
-¡Que boludo que
sos!
-No te hagas la
sorprendida. Entre todos los trofeos de tu vitrina, este es el que más luce y
dos por tres cuando te das un respiro, le sacas un poco de brillo.
-¡Que tarado!
El llamó al
mozo, que sin ganas de dejar de mirar el partido en la televisión colgada de
una de las paredes del local, se acercó con aires de suficiencia.
-¿Que se va a
servir la dama?
-Tráigame un
café por favor.
-Como no.
Enseguida.
-Y bueno, por
fin podemos encontrarnos –dijo Marcos, intentando concentrarse en otra cosa que
no fuera el rostro radiante de Silvana –mejor contame... ¿Como estás? –preguntó con
premura.
-Estoy bien.
Tranquila. Vos sabès que me repongo rápido de las caídas, y lo de
encontrarnos nunca está de más ¿No?
-Claro que no.
Claro que no. –afirmó Marcos, al tiempo que sacaba sus ojos de los de ella y
respiraba profundo, muy profundo, buscando alivio. Alivio de su
cara divina, de sus ojos negros, de su pelo cayendo sobre los hombros. Silvana le contó
que estaba de nuevo en Montevideo desde hacía diez días y que no había encontrado
antes la oportunidad de contactarlo. Ella había borrado sus e-mail, no tenía
el teléfono que algunas vez había conseguido. Así que desde que estaba en la ciudad había merodeado
los lugares que sabía que el frecuentaba, el parque, el
barrio, la rambla y sobre todo las calles del centro. La solución fue citarlo por un amigo en comùn.
-Demoraste –dijo Marcos, mientras ella hurgaba en su bolso buscando los
cigarrillos y el encendedor. Ella mantenía la costumbre de fumar, de fumar
mucho.
-Si, me fue
difícil encontrar el momento. Quería estar tranquila para que pudiéramos hablar
largo y tendido, pero me fue imposible. Apenas me dio para arreglar este
encuentro.
-¿Viniste con él, verdad?
-Si.
-Me imaginé. No me
costó comprenderlo.
-Lo sé.
-Y ahora ¿tenés
tiempo de quedarte un rato o vas a desaparecer cuando den las doce?
-Siempre igual
vos, no cambias más, eso hace que te siga amando.
-Cuantas
confesiones en pocos segundos. Decime: ¿Como estás?
-Estoy bien.
Pero no me gusta ocultar cosas, esto se parece un poco al pecado y me pone
inquieta.
-¿Por
qué te arriesgas, entonces, a hacer cosas que pensas que no están bien?
-¿Me estás
tomando el pelo? ¿Que me preguntas bobito?
-Bueno, sucede
que pasó mucho tiempo para vernos y todo está tan raro. No sé. Todo es difuso, no sé si esto que estoy sintiendo y viendo es real o lo estoy
soñando.
-Lo mismo me
pasa a mi. Es que cuando se espera tanto tiempo por algo, se imagina
muchas veces y es difícil que todo sea perfecto. Quizás seamos nosotros mismos
quienes malogremos este momento tan ansiado ¿No te parece?
-Es muy
probable.
Marcos no sacaba
los ojos de Silvana, la miraba hablar y fotografiaba todos los
detalles, su pose, su modo de mover las manos, como pronunciaba cada palabra,
quería atrapar cada gesto de su rostro. La deseaba cada vez más, más que
siempre.
-Decime Sil ¿Ella, como
esta?
-Divina.
Carolina es divina, tiene tus ojos, tu sonrisa, es por eso que siempre
estuviste conmigo. En estos años estuviste más presente de lo que te podès
imaginar. Debe ser por eso que me fue imposible olvidarte. Solo lo hago de a ratos. Y es peor cuando pienso que dejamos muchas
cosas inconclusas. Cada tanto todas ellas vuelven a aparecer, vuelven a
desestabilizarme, me revuelven la herida y hace que todo esto no termine
nunca. En gran parte esa es también la explicación por la que hoy estoy acá, y de que
quiera hacer cosas que no están bien. Soy capaz de engañarlo.
-¿Engañarlo?
¿Tomar un café y hablar conmigo, es engañar?
-Quiero
llegar mucho mas allá, no te hagas el tonto. Acaso... ¿no querés que nos besemos
hasta reventar y que eso nos lleve a cualquier otro lugar?
-Es que todos
estos días esperando, me hicieron pensar muchas, muchísimas cosas.
-¿Que pensaste?
-En que si estar
juntos por unas horas no nos hará mal. ¿Este instante tiene sentido? ¿No nos
hicimos mucho daño ya? ¿Podremos seguir cada uno en la suya, como si no pasara
nada? ¿Vos podrías seguir tu vida, como si este encuentro no ubiese existido? ¿Podrìas
hacerlo?
-No se si puedo,
solo se que te deseo y eso puede mas que mil dudas o mil preguntas. Ahora solo
quiero estar con vos. Acariciarte, besarte, hacerte el amor hasta agotarme,
quedarme abrazada y pegada a vos, como antes.
-¿Como antes? El
antes ya pasó Silvana. El antes ya pasó.
Silvana revolvió
el café que se enfriaba en la taza inmóvil, buscaba en el silencio alguna
palabra para poder continuar. En su garganta se iba formando un nudo que oprimía y le cortaba el aire. Con el
movimiento circular de la cuchara buceaban en el líquido sus ojos, imaginaba el
cuerpo desnudo de Marcos. Quería dejar atràs todas las barreras que pudiesen existir, todas las dudas.
Solo desaba ser amada por él, y la urgencia ganaba terreno a toda velocidad
entre los años perdidos.
-El antes quiero
revivirlo ahora Marcos. Necesito tenerte dentro de mí,
necesito completar mi vida, solo vos podes hacerlo. Es solo con vos, aunque
solo sean unas horas. Quiero sentir todo nuestro mundo en mi. Como cuando llegó Carolina, como cuando comprendí que fuiste lo
más importante en mi vida echa de retazos. Necesito volver a completarme.
Necesito que me ayudes.
Marcos se llevo
las manos a la cara, luego revolvió su pelo con los dedos crispados, la miró a
los ojos con amor. Comprendió que en ese instante, una vez más su vida daba un
vuelco que no estaba esperando y por más que pasaran los años, ella estaba
desarmándolo.
Ella otra vez, desarmándolo.
fino.
Del Libro: Mil Bares.
Mùsica: Donde no se lee - Spinetta.