miércoles, 23 de marzo de 2022

Gloria, Rosas y Espinas.

                                                        

                                                               


La tarde baja lenta

chorrea por las paredes

de nuestro cuarto,

cae goteando palabras

fragmentos de espinas filosas.

Amarte

besarte

y dejar algunas rosas

a los pies de la cama.

Es nuestro camino

rosas, espinas

horizontes y esquinas.

Ahora

la luz titilante de una vela

se refleja en las copas vacías.

Amor, que me ames es mi suerte

es mi suerte

amor, que me ames

mi suerte amor es amarte.

Descarrilar en tus brazos

avanzar sobre tierra sedienta,

otros tiempos llegarán

otra carne nacerá

carne de mi alma y de tu sangre.

Una flor

una cruz

un amor

quemando las cortinas,

mis piernas

tus piernas.

Imagino,

solo imagino...

no hay error.

 

fino.   Collage : Lily Gar.

Mùsica de fondo: Embers - The Cult.

 

jueves, 17 de marzo de 2022

Huérfano.

 

                                   

Junto con el lápiz levantó la vista de las hojas escritas. Cedió ante la angustia y la frustración rompiendo el lápiz por la mitad y tirándolo por la ventana abierta. Bebió un largo trago de agua mineral con gas helada y se llevó las manos a la cabeza. El libro estaba terminado. Lentamente dejó escapar un suspiro profundo, llevaba más de dos años escribiéndolo. El dolor quemaba, le perforaba el pecho haciéndo que le ardieran los ojos. ¿Era necesario escribir desde la tripas contado historia de perdedores y seres rotos?. ¿Era necesario fundirse dentro de un montón de hojas en blanco para ponerle voz al suplicio de los que tienen poco o casi nada?. Nunca se lo había preguntado, aunque se sintiese como ahora se sentía. Hacía tiempo que no prestaba atención a las críticas sobre su trabajo, ni a quienes no le daban tregua insistiendo en que solo escribía basura y que solo se encargaba de remover inmundicias, haciendo apología de malvivientes y seres indeseables. Se levantó de su escritorio, caminó hasta la ventana y miró la calle desolada. Eran cerca de las cinco de la madrugada. Un hurgador se zambullía dentro de un contenedor de basura procurando rescatar algo de comida entre los desperdicios. El trueno de una moto avanzando a más cien kilómetros por hora y con escape abierto, atravesó el silencio de la madrugada. Volvió a tomar agua mientras que con la palma de su mano derecha intentaba aplacar la puntada que se apoderaba del lado izquierdo de su pecho. Tal vez era el precio que tenía que pagar por hacer lo que quería,mostrar la oscuridad de los caídos en desgracia y que muchas otras personas, ocultas tras la inmediatez y el confort, no deseaban ni querían ver en su camino. Para ellos era mejor sumergirse en el mar de cualquier droga legal intentando ser felices todo el tiempo. Sabía que no alcanzaba con esquivar el barro y las llagas. Le comenzó a doler la cabeza, fue hasta el baño, sacó del botiquín un blister de analgésicos de seiscientos miligramos. Tomó dos. Pudo atenuar el ardor de sus ojos al ponerse los lentes, pero no pudo evitar que algunas lágrimas se le escaparan mejillas abajo. Juntó todas las hojas escritas, las puso dentro de un sobre de manila amarillo y con un marcador grueso escribió con grandes letras el nombre de su editora. Lo cerró. Sentía sobre su cabeza el peso de una roca, desistió de la idea de poner música y dejó que la madrugada se metiese otra vez en la habitación en lugar de salir a enfrentarla en su origen. Se recostó sobre el sillón, cerró los ojos, intentó despejarse, descansar y no pensar. Era imposible, sus propias palabras volvían a encasillarlo, estaba preso de las palabras. Estaba extenuado, buscaría, de ahora en más, dejar otro tipo de mensaje, no causar más desconsuelo y tormento a los lectores. ¿Ellos agradecerían?. Su editorial lo odiaría, seguro. Después de un una hora, el dolor comenzó a ceder y decidió que lo mejor sería cambiar de rumbo literario, modificar el punto de vista, respiró la necesidad de no seguir escarbando las heridas de wanderland. Le costaba discernir en qué lugar estaba viviendo. ¿Era la puta isla de la fantasía? Era inútil, a sus pies, en el suelo, un diario vomitaba titulares escandalosos de un mundo escandaloso, cifras de muertos por la guerra y la violencia, por inundaciones o empujados por la peste. Pronto saldría el sol, los pájaros seguramente cantarían y los niños irían de la mano de sus madres y padres rumbo a las escuelas. La mega industria dejaría de contaminar el planeta y este, en agradecimiento, no volvería a convulsionar desencadenando tsunamis, huracanes, erupciones volcánicas o sequías. Se volverían a repartir peces y panes.

Como música de fondo sirenas policiales sonaban a lo lejos augurando otro titular mañanero, o no. Era probable que no. Ya no quería sentirse así. El teléfono sonó. Decidió no atender y dejó que se apagara el sonido en la insistencia de quien estaba llamando. Estas no eran horas y él estaba atravesando el siglo XXI sumido en el túnel oscuro de un cambio. Desde la calle llegaban más ruidos, vidrios rotos, autos derrapando a toda velocidad, cataratas de disparos y gritos que se metían frenéticos por todas las hendijas de su sala oscura. Volvía la miseria mental y el maldito dolor a perforarle el pecho. Si, debía cambiar. Solamente era el aire de la noche. El mundo no era tan atroz. No había caras ocultas, ni mentiras, era un espejismo. En alas de un impulso frenético se volcó sobre la silla de su escritorio, esta vez eligió una lapicera y se puso a escribir envuelto en un torbellino creativo: Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos. «¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?...” **

Sin dejar de escribir, bebió un largo sorbo de su agua con gas, dejo el vaso, respiró profundo y mientras sonreía desde sus ojos comenzaron a caer otras lágrimas, apenas saladas, perfumadas.

 

                                                      (** Gracias Lewis Carroll)

fino.                 Del libro: Mil Bares.

 

Mùsica de fondo: Mundo agradable - Serú Giràn.

sábado, 12 de marzo de 2022

Sin final.

 

Ella llegó hasta el bar. Dejo su bolso en una silla desocupada, colgó el abrigo en el respaldo y tiró las llaves sobre la mesa. Recién ahí lo miró a los ojos y, como si despertaran juntos cada mañana, lo saludó.

-Buenos días amorcito ¿Como estás?

El, postergando las palabras, optó por acercar su boca a la de ella y, con el deseo de quien saborea una fruta prohibida, la beso con ternura, con calma. Despegó sus labios, separó su cara apenas unos centímetros y aun con los ojos entrecerrados respondió:

-No tan bien como vos, pero estoy.

-Gracias por venir, en algún momento dude que quisieras hacerlo.

-Dejate de bobadas. Sabes que es solo chiflar y este perro corre a tu falda.

-¡Que boludo que sos!

-No te hagas la sorprendida. Entre todos los trofeos de tu vitrina, este es el que más luce y dos por tres cuando te das un respiro, le sacas un poco de brillo.

-¡Que tarado!

El llamó al mozo, que sin ganas de dejar de mirar el partido en la televisión colgada de una de las paredes del local, se acercó con aires de suficiencia.

-¿Que se va a servir la dama?

-Tráigame un café por favor.

-Como no. Enseguida.

-Y bueno, por fin podemos encontrarnos –dijo Marcos, intentando concentrarse en otra cosa que no fuera el rostro radiante de Silvana –mejor contame... ¿Como estás? –preguntó con premura.

-Estoy bien. Tranquila. Vos sabès que me repongo rápido de las caídas, y lo de encontrarnos nunca está de más ¿No?

-Claro que no. Claro que no. –afirmó Marcos, al tiempo que sacaba sus ojos de los de ella y respiraba profundo, muy profundo, buscando alivio. Alivio de su cara divina, de sus ojos negros, de su pelo cayendo sobre los hombros. Silvana le contó que estaba de nuevo en Montevideo desde hacía diez días y que no había encontrado antes la oportunidad de contactarlo. Ella había borrado sus e-mail, no tenía el teléfono que algunas vez había conseguido. Así que desde que estaba en la ciudad había merodeado los lugares que sabía que el frecuentaba, el parque, el barrio, la rambla y sobre todo las calles del centro. La solución fue citarlo por un amigo en comùn.

-Demoraste –dijo Marcos, mientras ella hurgaba en su bolso buscando los cigarrillos y el encendedor. Ella mantenía la costumbre de fumar, de fumar mucho.

-Si, me fue difícil encontrar el momento. Quería estar tranquila para que pudiéramos hablar largo y tendido, pero me fue imposible. Apenas me dio para arreglar este encuentro.

-¿Viniste con él, verdad?

-Si.

-Me imaginé. No me costó comprenderlo.

-Lo sé.

-Y ahora ¿tenés tiempo de quedarte un rato o vas a desaparecer cuando den las doce?

-Siempre igual vos, no cambias más, eso hace que te siga amando.

-Cuantas confesiones en pocos segundos. Decime: ¿Como estás?

-Estoy bien. Pero no me gusta ocultar cosas, esto se parece un poco al pecado y me pone inquieta.

-¿Por qué te arriesgas, entonces, a hacer cosas que pensas que no están bien?

-¿Me estás tomando el pelo? ¿Que me preguntas bobito?

-Bueno, sucede que pasó mucho tiempo para vernos y todo está tan raro. No sé. Todo es difuso, no sé si esto que estoy sintiendo y viendo es real o lo estoy soñando.

-Lo mismo me pasa a mi. Es que cuando se espera tanto tiempo por algo, se imagina muchas veces y es difícil que todo sea perfecto. Quizás seamos nosotros mismos quienes malogremos este momento tan ansiado ¿No te parece?

-Es muy probable.

Marcos no sacaba los ojos de Silvana, la miraba hablar y fotografiaba todos los detalles, su pose, su modo de mover las manos, como pronunciaba cada palabra, quería atrapar cada gesto de su rostro. La deseaba cada vez más, más que siempre.

-Decime Sil ¿Ella, como esta?

-Divina. Carolina es divina, tiene tus ojos, tu sonrisa, es por eso que siempre estuviste conmigo. En estos años estuviste más presente de lo que te podès imaginar. Debe ser por eso que me fue imposible olvidarte. Solo lo hago de a ratos. Y es peor cuando pienso que dejamos muchas cosas inconclusas. Cada tanto todas ellas vuelven a aparecer, vuelven a desestabilizarme, me  revuelven la herida y hace que todo esto no termine nunca. En gran parte esa es también la explicación por la que hoy estoy acá, y de que quiera hacer cosas que no están bien. Soy capaz de engañarlo.

-¿Engañarlo? ¿Tomar un café y hablar conmigo, es engañar?

-Quiero llegar mucho mas allá, no te hagas el tonto. Acaso... ¿no querés que nos besemos hasta reventar y que eso nos lleve a cualquier otro lugar?

-Es que todos estos días esperando, me hicieron pensar muchas, muchísimas cosas.

-¿Que pensaste?

-En que si estar juntos por unas horas no nos hará mal. ¿Este instante tiene sentido? ¿No nos hicimos mucho daño ya? ¿Podremos seguir cada uno en la suya, como si no pasara nada? ¿Vos podrías seguir tu vida, como si este encuentro no ubiese existido? ¿Podrìas hacerlo?

-No se si puedo, solo se que te deseo y eso puede mas que mil dudas o mil preguntas. Ahora solo quiero estar con vos. Acariciarte, besarte, hacerte el amor hasta agotarme, quedarme abrazada y pegada a vos, como antes.

-¿Como antes? El antes ya pasó Silvana. El antes ya pasó.

Silvana revolvió el café que se enfriaba en la taza inmóvil, buscaba en el silencio alguna palabra para poder continuar. En su garganta se iba formando un nudo que oprimía y le cortaba el aire. Con el movimiento circular de la cuchara buceaban en el líquido sus ojos, imaginaba el cuerpo desnudo de Marcos. Quería dejar atràs todas las barreras que pudiesen existir, todas las dudas. Solo desaba ser amada por él, y la urgencia ganaba terreno a toda velocidad entre los años perdidos.

-El antes quiero revivirlo ahora Marcos. Necesito tenerte dentro de mí, necesito completar mi vida, solo vos podes hacerlo. Es solo con vos, aunque solo sean unas horas. Quiero sentir todo nuestro mundo en mi. Como cuando llegó Carolina, como cuando comprendí que fuiste lo más importante en mi vida echa de retazos. Necesito volver a completarme. Necesito que me ayudes.

Marcos se llevo las manos a la cara, luego revolvió su pelo con los dedos crispados, la miró a los ojos con amor. Comprendió que en ese instante, una vez más su vida daba un vuelco que no estaba esperando y por más que pasaran los años, ella estaba desarmándolo.

Ella otra vez,  desarmándolo.

 

fino.

                                                       Del Libro: Mil Bares.

Mùsica: Donde no se lee - Spinetta.

viernes, 4 de marzo de 2022

Redimirnos.

           

                                        


                              

Como en una emboscada

quedamos frente a frente

después de cien años

y mil madrugadas.

Cinco o seis besos

murieron atrapados en mi boca

sin llegar a silenciarte,

solo ecuchamos la voz

desbocada de nuestro corazón.

Viniste libre

calma

en silencio

a dejarme para siempre,

a dejarme

con las cartas jugadas

sobre mis pobres deseos

que fueron aplastados

por las marcas de tus uñas.

Adiós,

en silencio

y para siempre.

Adiós,

lloro en silencio,

para redimirnos

para siempre.

 

 fino. 

               Mùsica de fondo: "Ordinary World"  - Duran-Duran.