jueves, 23 de enero de 2025

Un viaje a través de la noche

                 

 

Voy en un viaje a través de la noche sin mis medias blancas aguantando el frío que nace desde el piso. Necesito atravesar de una vez el vendaval de sus mentiras. Necesito un trago de cualquier bebida maldita. Eso ayudaría. Necesito el gusto ácido mal oliente del alcohol. Necesito llegar hasta el fin de la noche, la de hoy o la eterna.

Sus manos ya no me importan, dejaron de moldear cada rincón de mi cuerpo. Bastó una sola palabra de sus mil palabras. Una palabra. Ya no quiero más. Estoy cansada de la misma miseria repetida hasta el aburrimiento, harta de las huellas incrustadas en la calle por las que pase centenares de veces, que repetí centenares veces. Es que me llevó hasta el cielo y me dejó caer sin paracaídas. Mis entrañas, mis ovarios, mis pechos ya no quieren su calor, no desean su calor. Estoy fuera de su tela de araña, de sus dudas que no me pertenecen. Por suerte ya no me pertenecen. Dejo de hacerme cargo.

Me llamo Aby. Hoy puedo ver dentro de mi y soy tan efímera como el aroma que despide la Dama de la Noche, como la bruma que flota sobre el mar antes de llegar al puerto. Soy un cuerpo luminoso que escapa del radar. Me llamo Aby. Volví a ser Aby. Me aburren las cosas de siempre, los encuentros formales de pares e impares, las fiestas inundadas de las mejores teorías anti-todo, me aburren esos desvelos. Renacieron mis colmillos. Se habían desafilado, se habían gastado contra su cuerpo inmenso. Ahora volvieron las ansias, renació mi loba en piel de cordero, tengo los ojos inyectados en sangre y los pulmones repletos de respirarlo todo. Estoy vacía de máscaras y con las uñas despintadas. Me vestí con las ropas que encontré en el suelo de mi cuarto recién iluminado. Ahora, desde aquí, veo el horizonte y el sol muriendo detrás de los árboles. Los aviones pasan mudos interrumpiendo la belleza de las nubes. Respiro el aroma a humo que dejé en el baño. Prendí fuego la papelera con todos los mándalas, los atrapa sueños y las fotos. También deje que se ahogara en el inodoro el teléfono maldito que marcaba el ritmo de mi vida. Ese que hacía de mi incontinencia la única verdad posible, ese que trancaba las ideas entre los dedos. Voy a dar pasos sin necesidad de esperar respuesta. Voy a dar pasos sin esperar ese ruidito de mierda que hacía latir mi corazón. Volví a ser Aby.

Desde acá veo el horizonte, veo las nubes. El humo que sale de mi casa alivia el peso de mis hombros. ¿Cuánto veneno es capaz de consumir un cuerpo enfermo, un corazón agrietado, unos ojos ciegos? 

Adoro verme así. Matando el aburrimiento de la sumisión y el engaño disfrazado de amor. Voy a asesinar su fantasma con la soga del adiós. Prenderé fuego sobre el fuego, sobre el hielo, sobre el agua, sobre el horizonte y sobre sus pobres palabras. 

Adoro verme así, aniquilando los dolores que alguna vez elegí, que alguna vez mordí hasta quedarme sin colmillos. Es una luz toda esta libertad en mis manos que ya no están crispadas. Es largo el sorbo y larga la noche. Es una luz estar a merced del viento tibio de mi propio abrazo sin tener los nervios al rojo vivo.

Que suerte poder maldecir y no llorar. Soy Aby, voy llegando al fin de la noche. Descalza.

fino.

Música: Hoje Eu quero sair so- Lennine.



jueves, 16 de enero de 2025

Mil Bares

 


Ofrecer





Ofrecerte mi tiempo y mi vida 

que como el aire se contamina.

El amor tiene ese efecto

al igual que la fe,

en fin

ofrecerte mi ausencia o mi tiempo 

como trampa. 

Ofrecerte paz

sabiendo que eso es imposible

que es una solución pensada mal y tarde

pero los pecados hay que pagarlos

aunque se demore en el tiempo...

hay que pagarlos. 

El nuestro fue no esperarnos. 

Ahora solo se puede ofrecer.

Estoy esperando que digas algo

sabes que no solo es abrir la boca 

o el lápiz.

Se puede seguir

se puede ignorar

pero la cuenta esta congelada sobre nuestras cabezas

en la columna de lo pendiente. 

Y es que la sed de los cuerpos,

de los insomnios,

de los calores en el pecho,

son señales de la falta de saldo.

Ofrecerte.

Ofrecer.


fino.

foto: Yula - extraída de YouTube.

Música: Love of mi life - Queen

jueves, 9 de enero de 2025

Cuadros sin dueño.

       


Lisérgico, casi animal. Afiebrado flotaba sobre su cuerpo en la neblina, ahí dibujaba descontrolado perforando lo que quedaba de luz.

La tela húmeda transpiraba piedad y dolor, los colores brillantes patinaban en el torbellino encapsulado del lienzo, en los bordes de un maldito dos por dos. Bocas, pájaros, siluetas y algas marinas, ojos dentro de ojos, caras incrustadas en perfiles, rostros buscando en otros rostros. Si, había dolor y otras mil cosas que no tenían nombre. Había razones y la secreta esperanza de que alguien no moriría. ¿Se entenderá?

Las manos manchadas de pintura, los nudillos negros de carbonilla y pensamientos. Vaciaba la vida en trazos marcados con sangre en las agujas del tiempo. El tiempo que también se terminaba, como los lugares en blanco. La viola ahí, por los rincones, desgranaba unas notas ásperas, las dejaba colgadas en el aire. Los cristales reflejaban todo cuanto se cruzaba en el camino, lo invisible, lo mágico y profano. Respiró profundo parado frente a los trazos, disolvió los últimos jugos del pincel en un vaso con agua negra de tanto color. Gris, agua negra-gris. Gris. Dejó el pincel cansado sobre el filo de la mesa. Se alejo algunos pasos hacia atrás intentando ver mejor. Tomó distancia en la distancia y en un trapo sucio terminó de comer de sus manos de todo lo que quedaba. 

Estaba cansado. Otra canción, blanca y azul. 

Resultaba difícil pero intentó desconectarse de la radiación atronadora de ese imán que lo había sujetado horas y horas. Encendió una vela y busco refugio en el balcón que daba hacia el parque. La tarde moribunda se perdía detrás de la montaña plana del horizonte. Algunas cosas no cambiarían jamás mientras ella estuviese lejos. Y el sabía que ella no volvería. Tal vez masticando restos de tela blanca pudiera atenuar la puntada en el pecho. Tal vez. Se fue apagando el fuego de la vela y la soledad mecánica de la calle. A su espalda el silencio del cuadro. El disco había terminado. Clik.


Una fuerza misteriosa la obligaba a moverse, a empujar desde los hombros y buscar en la fragilidad de sus pies un ciego punto de apoyo. Lo espeso de su espacio le marcaba el contorno y la simetría inventada en una ceguera acuosa. La razón de la sinrazón, la certeza en la necesidad desconocida al respirar. Y la cabeza rotando en las paredes flácidas y elásticas de un camino ignorado. El sur, el espacio infinito abriéndose en convulsiones tempestuosas. Deseos. 

Gris, agua negra-gris. Luego de un breve remanso desgarró el músculo que la separaba del caos vital de la creación. Exhaló vomitando una sonrisa espesa y rompió el silencio de la tarde con su llanto. Click. Click. Click.

Miles de colores centellando, fundiéndose en un recuadro perpetuo que se movía a toda velocidad bajo sus párpados hinchados, violetas. Click.

Creyó que todo terminaba ahí sin saber que solo era el comienzo. Aire gris, aire negro-gris. Los latidos blandos, libres, fueron tiñéndola de otro color. La música estruendosa que salía de su boca paró. La música que oía paró y no volvería a pintar nunca más. Click.

Dos cuadros idénticos, nacidos uno del otro, del aire del otro, del dolor, del adiós, del amor del otro. Colores y deseos penetrando en la imagen de un nuevo vuelo. Latidos en siete buscando, desesperadamente, con la boca algo que no fuese sacrificio y dolor. Entre esos dos mundos solo un disco cambiando de surco. Click.

fino.

Música:

Nos veremos otra vez. Seru Giran