jueves, 13 de mayo de 2021

VW.


                                             



Estaba sumergida en la oscuridad terrible de no tener la luz de una primera frase. Los codos apoyados en la mesa y con sus manos flacas se sostenía la cabeza. Su mente vagaba en el continente rectangular y silencioso de su habitación. El temor la estaba asolando, el temor y la hoja en blanco. La soledad del lugar se retroalimentaba con la desesperación de sus ojos frente al papel. Virginia se levanto de la silla, abrió de par en par las ventanas que daban al jardín y respiró en la profundidad frugal de los rosales en flor. Aspiró fuegos dulces y naranjas, aspiró rosados pálidos y humedades añejas, la de los pétalos marchitos mezclados sobre el pasto. Todo lo podía sentir, todo lo vivía y a su vez lo iba aniquilaba con bocanadas de un cigarro armado, un tabaco dulzón que sostenía desafiante entre sus dedos. Escuchó tres golpes en la puerta, se acomodó con calma su vestido blanco con puntillas. Giro, sus pies descalzos flotaron sobre la alfombra y volvió a sentarse. Otra vez los golpes, insistió en ignorarlos eligiendo mantenerse dentro de su mundo de cuatro paredes. Algo del amor se escondía entre su nariz afilada y el pelo largo desmelenado que huía de moños y rodetes. Ella era libre. Recorrió sin atajos un camino lleno de fantasmas y de voces oscuras que le murmuraban en los oídos. Se envolvió en su tapado marrón y salió silenciosa por la puerta de su cuarto hacia el jardín de la vieja casona. Sigilosa, escapó de todos entre los árboles buscando el río que la esperaba quieto en su profundidad. Fue juntando piedras que guardo en los bolsillos, fue juntando manojos de flores coloridas para regalarle a los fantasmas, sus fantasmas.

Caminando lentamente, se metió en el río.

 

fino.

 

Marzo 2021.

 

 

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