viernes, 7 de mayo de 2021

Sin su cuerpo.

 

                                                                        


 

El cuarto olía a flores gastadas de cementerio, olía a silencio. Ella no podía hacerse cargo de todo lo dicho y pensado. Suspiró. La noche la espiaba desde la ventana, desde las patas de la cama, desde arriba del ropero. Desnuda y tiritando deseo se acarició los muslos hasta que sus dedos penetraron en la profundidad de su sexo. Se masturbó en silencio, mordiéndose los labios, sudando espasmos de gemidos ahogados. Llegó al orgasmo asesinando la pasión y los restos del amor que todavía sentía por él. Sobre su cama tibia volvió a recordarlo por milésima vez. Se estiró sobre las sábanas buscando aflojar su cuerpo endurecido por las contracciones del placer. El amor que sentía ya no era tan potente como el pensamiento.Seguramente él estaría bebiendo en alguna cantina oscura y triste, lo conocía demasiado. También sabía que no volvería a verlo nunca más, ella había marcado la distancia y de los jugos que se habían desprendido de su cuerpo, él ya no bebería. Fue hasta el baño y buscó un jabón perfumado, como el que usa él en otra parte del mundo. Deseaba olerlo, quería tener sobre la piel ese mismo aroma, mientras los restos de sudor se iban perdiendo por el desagüe. Era un nuevo día. Con un toallon verde oscuro se secó los restos de humedad y luego se envolvió el cuerpo. No pensaba vestirse. Caminó hasta la cocina y de la heladera sacó una botella con su vino rosado dulce preferido y unas piedras de hielo. El vaso quedó lleno y un cigarrillo encendido se apoderó de la mano que tenía libre. Fumó y bebió de pie junto a la ventana que daba hacia la avenida apenas iluminada por una luna menguante. Sonrío al encontrar la coincidencia con su estado de ánimo. Aun así estaba en paz. El orgasmo había exorcizado por unos minutos sus demonios tempranos, había aplacado sus recuerdos y la falta de piel verdadera. Solo debía prepararse para el contraataque que, con certeza, llegaría antes del amanecer. Volvió a llenar el vaso con vino y puso una canción de amor, “Nao é fácil” inundó la sala. Era la música más adecuada. Un pequeño escalofrío le recorrió la espina dorsal y se disipó al llegar a la cintura, se ahondó en sus glúteos. Su deseo por él, lentamente volvía a apoderase de ella. Nunca un abandono la había excitado tanto, quizás la angustia y la incertidumbre eran necesarias para romper las cadenas que la separaban de la libertad. Libertad bastardeada en los brazos de otro amor. El toallon fue cayendo lentamente desprendiéndose de su cuerpo, mientras bailaba al ritmo de la música. Los pezones duros y oscuros de sus pechos firmes se balanceaban sedientos. Hermosa y bella, eternamente contenida en su piel morena flotaba sobre sus piernas torneadas. El pelo mojado caía sobre sus hombros tibios. La luz tenue de las velas dibujaba su silueta en la pared y el humo del cigarrillo disfumaba los contornos haciéndola volar en los aires del recuerdo.

Él, perdido en la distancia, también pensaba en ella.

 

fino.

Mayo 2021

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