sábado, 25 de junio de 2022

Parado ahí.

                                    


Quedó parado en la vereda con las manos vacías y hundidas en los bolsillos. La mirada clavada en ella, en su espalda mientras se subía a un taxi. Ella llevaba un sobre en la mano con un disco lleno de canciones y una carta arrugada con un destino seguro: el tacho de basura. Ella se fue y no miró atrás. Él quedó mirando la nada, no tenía respuestas. Todo siguió igual, él sin sus besos y sin saber nada de nada. Ella siempre apurada y escapando del deseo de apretarlo entre sus brazos, de besarlo hasta morir, siempre intentando no volver a caer. Habían hablado poco, ella con la mirada nerviosa, distraída y apuntando hacia todos lados, barriendo el entorno, mirando hacia cualquier parte, menos a él. Ella había reprochado ausencias, mientras solo pensaba en partir. Y ella se fue, subió a ese taxi y se fue.

Él comenzó a caminar. Un pie tras otro, kilómetro a kilómetro, sin rumbo y esquivando caer en el zig-zag anestésico del alcohol. Caminó descalzo y sus pies no sangraban, solo se embarraban. Fue atravesando pastizales, valles y glaciares mentales, siempre un pie tras otro. Caminaba con sus fantasmas y con los ojos firmes en el recuerdo de una foto que ella alguna vez le regalo. No podía encontrar palabras con las que explicarse el dolor, con las que describir de la mejor o de la peor manera tantas espinas que guardaba atragantadas en la garganta. Era difícil. Tenía las manos crispadas y escuchaba, como una voz en off, los aullidos viciados y ahogados de su llanto. Ella, su rostro y su cuerpo seguirían distantes, colgados en los recuerdos, en los retazos del ayer. Recuerdos. Su espalda desnuda sobre la cama. El agua patinando sobre su piel, el jabón cayendo sobre los sueños truncos y cada frase de amor repetida hasta el cansancio, hasta llegar al sudor. Se recordó tallando su cuerpo firme bajo un filo de luz que se filtraba por la rendija de la puerta del baño, y su voz susurrando, desde su vientre, las más hermosas melodías del amor. 

Él sabía que todo había terminado y que el nudo nunca se desataría. Ella pensaba que solo eran fantasías y que él tenía poco para dar ¿Que quedaba del hechizo?  ¿Masticar el paso lento de los años? 

Él finalmente disolvió los ángeles en una copa y los demonios en un candil que, como el amor, también se apaga. Ella nunca dijo adiós, pero se fue para siempre. Ellos dos, con la cara desfigurada, asustados. Él pensó en olvidarla, pero nunca pudo. Quedó abrazado a una botella, desparramado sobre pedregullo y pasto seco, llorándola, sin dejar atrás la esperanza de alguna vez volver a sentirla, pero se mentía, sabía que eso nunca sucedería.

          fino.

               Música: Love is Love - Charly García.

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