viernes, 19 de septiembre de 2025

Die Straßen.

Calzarme los auriculares, ponerme los lentes de sol y cerrar la puerta. Son las tres cosas que mi vecino de enfrente me ve hacer cada vez que salgo de casa. Estoy seguro que luego de saludarme piensa “este tipo es un deja vu”. Pongo el Ipod en modo aleatorio en las 13640 canciones que tiene cargadas y arranco a caminar. “Nao vai embora” de Marisa Monte, nada mal para comenzar. El repecho de Capitán Basedas lo hago por la calle, las veredas son angostas y los perros de mi cuadra adoran ladrar a todo lo que pasa cerca de su hocico húmedo. Calle de hormigón gris, sin árboles ni sombra, menos mal que es solo una cuadra. Los lentes amortiguan la mañana y mis ojos cansados lo agradecen.                          

Llego a Dr. Pena, cambia el paisaje, es como un viaje al pasado, calle de adoquines, totalmente arbolada y de caserones majestuosos con amplios jardines. Solo faltan los carruajes tirados por caballos, aunque Stevie Ray Vaughan y su “Pride and Joy” ponga la banda de sonido en este paisaje retro. Cien metros a toda stratocaster hasta los semáforos de Camino Castro. Espero la luz verde mientras pienso en que pensarán los descerebrados que esperan del otro lado de la calle cuando tiran al piso los puchos y los papeles que sacan de los bolsillos. Me respondo “¡Nada fino. Que van a pensar, no tienen cerebro. No piensan!”. Creen que la basura deja de existir apenas sale de sus manos. Luz verde a mi cara de culo al cruzarlos.

Patti Smith canta “Banga”. Gracias Ipod por todo lo que me das. Sigo treinta metros por Dr. Pena pegado al Club Stockolmo y me meto en el Prado. Camino por el pasto y me dan ganas de descalzarme aunque tengo que atravesar el Hotel del Prado y seguramente su explanada hormigonada estará ardiendo. Mejor no lo hago. Veo la extraña fuente del hotel con toda su simbología rodeada de árboles centenarios. Imagino cuando esa construcción era una lujosa casa de campo con el arroyo Miguelete limpio y salvaje, sin encapsulamiento ni desperdicios humanos. Crueles, somos crueles. Charly me trae a tierra con su “Fanky”. Adoro este aparato. Hay veces que pienso que adivina mis estados emocionales y actúa en consecuencia, por eso no salgo de casa sin el. Y si me lo olvido regreso. Siempre, literal. Ahora si, me descalzo y camino sobre el pasto hasta llegar a Agraciada. Hay gente trotando o caminando haciendo el circuito que rodea al arroyo, gente haciendo ejercicio en los aparatos. Mucho deporte, muchas bicicletas, muchas botellas con agua hidratando la conciencia de mejorar la calidad de vida y sospecho que más de uno con la vista puesta en el verano o en la promesa eterna de “comienzo el lunes”. “Malandragem” me trae la voz de Cassia Eller y la certeza de que nos somos nada. Mucha caminata por hoy. Mejor me tiro debajo de un árbol a ver los dibujos que hace el sol sobre el pasto. Me recuesto contra un tronco tan grueso como añejo. Pink Floyd. Pigs. ¡Puta madre, amo este aparato!


fino.

Música: En subida - Filo.

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