María sopló las velas
curvando el aire preso
en su boca despintada.
Nadie salió desde los cuartos ,
su lengua siguió fría
y cortó con su cuerpo la noche
con el paso de quien vigila.
Juntó más de aquel odio
y rodeó la última esquina
por eso, perdida, sin sueño
marcó de púrpura el vaso.
Huellas de labios y sangre,
dolida de tantas mentiras
encontró algo de que hablar.
María sopló el humo de un cigarro
barajando el olvido,
vacío de odio
vacío de amor.
fino.
Se te extrañaba.
ResponderEliminarTu poema me recordó a las canciones de Sabina, esas, envueltas en humo y alcohol.
Precioso.