miércoles, 30 de octubre de 2024

Con suerte, la noche...

 

                                                      

Duerme sin cerrar los ojos, cubierta de nylon sobre cartones o en cualquier colchón destripado. Sobre inmundicias. Duerme y despierta con los dientes apretados, con los puños crispados, bajo pretiles, árboles, arbustos o cielos pelados.
Le da lo mismo pero abunda en su bruma la palabra infestada, el vacío legal de la completa estupidez. Más desechos que cruz y así es imposible no rendirse bajo el peso muerto de los días, del paso de las tempestades, de las repeticiones incansables del viento. Ella es lluvia, hambre, calor sin esperanzas a la vista. Tiene todo el tiempo del mundo, quizás no sea suficiente caminar ni sentarse a esperar la mano indiferente de la ceguera. Es invisible como el viento. A lo lejos siempre esta la luz y el poder insoportable de quienes hacen todo lo posible por restarla, pero ella está, duele y taladra en los ojos. Está.
El papel picado son balas cayendo y las luces del centro son mentiras desfloradas, mientas ella come sangre coagulada sentada sobre pan duro. La parte dulce le llega en las noches cuando despierta nadando en cualquier vino áspero y triangular, ese brebaje mal sano de aceite rancio y agua inmoral. La parte dulce llega en la noche, cuando mueren los pasos, cuando las miradas hacia los costados y sus uñas dejan de graffitear la calle travestida. Fratricida. Desechos. Más desechos que amor. No tiene de qué redimirse, no hay aliento seco ni cubos helados, solo algún filo incrustado en el bajo vientre, en la piel reseca del olvido. Sus recuerdos del pasado entran en un puño cerrado, en cuatro líneas escritas sin faltas de ortografía.
Ella va desapareciendo para retornar alguna que otra vez en el vuelo que da el alcohol durante un instante triste. Desaparecer y volver en cuenta gotas. Bella pero destruida, borrándose de a poco y para siempre. Sus restos están desparramados en fotos oscuras, lejanas. Nada más. Esa noche, recostada bajo la luna, mirando un punto perdido en su horizonte, sin pensar demasiado y naturalmente, hablo hacia la oscuridad. Finalmente invisible.
-Maldita bebida –dijo susurrando -vos me salvaste. Quiero matarme en  tus brazos tentáculos, tibios, ásperos, esos que me sacan del espacio. Me trajiste hasta acá y tengo tus besos marcados en la carne. Tu mierda me saca el hambre, me da carretera, trenes y barcos. ¿Comiste del muerto o solo de sus flores? ¿Sabes para qué sirve el hilo? Para que me muera sin sufrir –se respondió.
Con suerte llegaría la noche. Con mucha suerte.

fino.

Música:

 Lanterna dos Afogados - Paralamas

lunes, 16 de septiembre de 2024

Otra Vuelta.

 

                          


 

El sol es una brasa.

Está cayendo la tarde y esa luz-láser va taladrándolo todo.

Mi asco se lava con gotas de impaciencia que caen y susurran sobre las grietas de la calle que también están al rojo vivo.

Sed. Muero de sed y me clavo de cabeza en la primera puerta abierta que acabará apagando mi incendio.

Entro. Camino a esconderme en un rincón, lejos de todos. Lejos de los ruidos de platos y vasos chocando. Me alejo de todos con los auriculares incrustados a puro tornillo de rock and roll. Dispuesto a sacarle callos al codo, tengo puesta mi corona de espinas. Espinas de las otras, de las que llevan al infierno. No hay padre ni abandono, ni espíritu santo, hay deseo profano, tumbas intocables en cada beso que le doy al vaso. Mantengo inalterable el sistema de enojos y reconciliaciones, en el más puro de los silencios a pesar de las bocas apagadas que me rodean. Yo dentro de yo, reviviendo el engranaje del amor, del sol que viste y la luna que desnuda.

Elijo poner en el Ipod un disco de principio a fin, algo que hilvane la historia, un todo, una idea más inmensa que puntual. Finalmente comprendo que ella se fue. Que no hay deudas ni “el viejo truco de andar por las sombras”. Finalmente ella se fue. La loba solitaria y egoísta a la fuerza.

La vi partir como llegar, con los ojos desbocados, esa criatura indomable en un mundo que arde y arderá. La música sigue mutando entre augurios, alegrías y destinos cruzados.

El mundo arde y arderá.

Soy un kamikaze con un teléfono en la mano, un fundamentalista estúpido, leproso y abierto, un perturbador de avisperos tortuosos. Un manipulador de recuerdos borrosos, sumándole arrugas a la suerte, a la muerte. Abro la boca. Mozo sirva otra vuelta.

 

fino -  Música: Esperando Nacer - Serú Girán

foto: Agus Sosa

jueves, 8 de agosto de 2024

Guitarra.

 

      

Pesa tu guitarra, te esta buscando

confiesa años de infierno y delirio,

busca

llora entre las tumbas

entre hogueras y caminos,

en los torbellinos del río.

 

Pesa tu guitarra,

ríe descontrolada

baña de luz las pesadillas,

y las tormentas desalmadas.

 

Nuestro idioma

gime en tu guitarra,

canta

y sopla en la herida.

Va temblando en tus manos

la guitarra,

dispara semillas

adorna lienzos húmedos

colores, bastidores  y melodías.

 

Canta tu guitarra,

nos hace hermanos, amigos

y me hiela la sangre,

adora y salva

tu guitarra

entibiando el corazón y la vida.

cuando besa tu guitarra.

 

fino.

 

Música: No hay receta – Claudio Taddei             Foto: Matina C.

 


                             

lunes, 5 de agosto de 2024

La Venus del Nilo.

                                                                     

 Deja de mirarme las tetas ¿Estás de vivo? No seas mala ¿de donde sacaste que estoy mirando  tus tetas? De tu cara de infeliz sorete, no me sacas los ojos de arriba la putísima madre que te parió. Anda tarada ¿quién te crees que sos? ¿La Venus "del Nilo"? Y sonó el cachetazo como una sentencia fulminante. Ella con el rostro colorado de rabia. El con la cara marcada por el sopapo. Siguió la patada a los huevos, el mochilazo en la nuca y la corrida calle abajo, escapando de una posible respuesta violenta si es que el tipo se podía levantar.

Pero no. Quedó arrodillado en la vereda, agarrándose las bolas con las dos manos y chorreando una baba blanca espesa como un perro rabioso. Lucía corría sin mirar atrás. Estaba enceguecida, cargada de furia y de aire en los pulmones. Doblo en la segunda esquina y cambió de rumbo. Buscó un sitio seguro con la vista a toda velocidad. Ahí, una cafetería de luces tenues con aroma a tarta recién horneada. Entró sin bajar la velocidad de los fuelles. Se sentó en el lugar más alejado de la puerta, de frente a la calle. Con los ojos desorbitados buscaba la silueta del infeliz por el paisaje recortado que se veía hacia afuera del local. Nada. Veía caras que no eran esa cara que tenía grabada a fuego en el cerebro. Estúpido de mierda. Lacra humana. Harta. Me tienen harta los imbéciles como ese. Carajo. Respiró profundo intentando controlar la arritmia. Dejó la mochila a un costado sobre una silla vacía. Apoyo las manos sobre la mesa, apoyo la cabeza sobre las manos. Se prometió no llorar. No llorar más. Hizo fuerza. Aguantó. Esta vez aguantó. Recién ahí pudo calmarse y escuchar la música de fondo que sonaba en la cafetería. Era su canción favorita, la que venía escuchando una y otra vez en los últimos cinco meses. La música que le recordaba el verano cuando fue pájaro, cuando se sintió más hermosa y libre que ahora. Esa música que la conectó en su propia música ¿Que loco no? pensó al tiempo que levantaba la cabeza buscando componer su estructura y centro de gravedad. Escuchó el último acorde. Volvió a sentir la paz que esa melodía le producía.

Fue hasta el mostrador, pidió un café grande y cargado y un pedazo de tarta de manzana con exceso de canela. Llegó a la mesa con ganas de estar mejor, con la ilusión de regresar al instante anterior, justo antes de darse de cara con la violencia. Carajo el día había comenzado tan bien ¿que necesidad? Después de beber un sorbo largo del café, percibió a su lado por el rabillo del ojo una sombra.

El corazón le dio vuelco, un salto de ansiedad. Miró. Lo miró fijo a los ojos. No. No era él. Era otro. Discúlpame te vi entrar a toda velocidad ¿Estás bien? ¿Te sentís bien? Si. Gracias. ¿Puedo ayudarte en algo? No. Gracias. Mira que está todo bien. No, gracias, necesito estar sola. Como quieras, pero realmente me parece que te hace falta compañía. ¿Te parece? ¿Y sabes lo que te falta a vos galán? No bella ¿Qué me falta? Una buena patada en las bolas.

 

fino.                                    Foto: Patti Smith

Música: Fan de Faith No More - Socio

jueves, 1 de agosto de 2024

Sonido.

 

                                                                     


 

El aleteo de los Dragones. Descorchar un vino tinto. El filo en la viola de Skay. El sonido del arroyo escondido en la espesura. Tus labios chocando en los míos. El fuelle mecánico de un respirador. El clic de la llave destrabando la puerta. La chapita dejando el pico de una cerveza fría. Las ruedas del avión al tocar la pista. Una pelota deslizándose en la red. El canto del gallo.

Una costilla sobre el sartén. Un solo de Gilmour. La ola chocando en la roca. El crepitar del fuego. La púa sobre el disco. El mar lamiendo la orilla. La maldición de las bombas. Un flipper dando juego. La frenada antes de la cebra. Una clarinada. La cortina metálica bajando. Una bola girando en la olla maldita. El murmullo en las iglesias. Chico Repique Piano. La reja cerrándose en la espalda.

El estallido del pop. Lluvia cayendo en las chapas. El clak de las llaves de la luz. El despertador. La medida llorando. Má. Pá. Amor. Aprobado. Bingo. La carbonilla en el lienzo. Dar vuelta una página. Un pino cayendo. La proa cortando el agua. Los dientes incrustandose en el pan crocante. La Música (dije Música). Tu voz. Los cascos del caballo sobre la tierra mojada. La explosión de la tormenta. El tajo del rayo en el cielo. Respirar.

El click de la cámara. El llanto. La risa. El final de un mate. El viento cruzando el monte. Un motor a lo lejos en la carretera oscura. El zumbido de la mosca en la tela de araña. Un émbolo incrustando piedad. El ronroneo del gato sobre tu pecho. Mis hijos succionando tus pechos. Los hielos cayendo en el vaso. El agua en la garganta con sed. Alas batiendo el aire. La pala en la fosa. Nuestro Silencio. El silencio. Sssssshhhhhh.

 

fino.                       Pintura: Claudio Taddei.

Música:  Olho Calmo - Pitty.

viernes, 26 de julio de 2024

Alguna Oscuridad.

Parado en alguna oscuridad.

Las huellas, los olores, las patas de la sota y mi ignorancia en tu silencio.

Seguramente estoy atrapado en la maraña de las cosas que no se pueden desatar, te juro que hay momentos en que no lo entiendo. Pues una palabra, una señal estúpida y tardía bastaría para calmar la sed. 

Lo peor es el silencio,

esa herida desangrándose profunda en la carne,

ese golpeteo de olas intranquilas socavando la espera,

que no termina,

que es infinita.

Sé que no tengo derecho, sé que no tengo razón, pero un guiño parco y tenue después del tiempo inerte llenaría otra vez el vaso.

Faltan algunos instantes todavía, algunas palabras que no dijimos, falta algo que sacuda nuestro tedio, nuestras ganas de seguir.

Falta eso que no hablamos. S O S.

Todo se destruye en mis manos mutiladas,

en mi piel cansada.

Navego en los mares que no tengo.

Navego en los mares de algún cuento.

La ventana.

Mi cara partida.

Los ojos perdidos en la nada,

en la nada de nada.

Nuestros cuerpos

no saben regresar.

Parada en cualquier oscuridad

 

fino.                                  Collage: Lily Gar.

Música: Certas Coisas - Lulu Santos.

martes, 23 de julio de 2024

Presentaciòn de - Mil Bares



ENTRAR EN :   https://cooltivarte.com/portal/presentacion-de-mil-bares-de-fino-sosa/

                           https://cooltivarte.com/portal/presentacion-de-mil-bares-de-fino-sosa/

fino.

viernes, 5 de julio de 2024

La Navaja Caliente

 

La navaja caliente.


Una navaja caliente y unas gotas de agua helada, iguales al resto. Eran iguales al resto, aunque solo tenían seis meses de tiempo. Estaban en un lugar repleto de gente, sábado a la noche en el centro de la ciudad, un bar en llamas con los niveles de sonido que produce el alcohol en decenas de personas después de las tres de la mañana. Los héroes, dueños de los milagros estaban en los rincones, en los mejores lugares, el resto de los mortales pululando entre las mesas, la barra y los pasillos, todos inmersos, mezclándose en las redadas del desenfreno con algunas pizcas de lujuria y alcohol. Tanhya y Fernando, desde sus ojos, lamían los bordes de las siluetas con la fuerza nerviosa de un rayo láser, dos corceles indomables, buscando razones o disculpas para sentirse diferentes. Se pensaban diferentes, y a pesar de que creían no estar en el juego, estaban metidos hasta el culo en ese lío. La música no dejaba lugares en blanco por los cuales respirar. El sudor inconfundible de la marea humana flotaba en el techo batiéndose a duelo con las luces tenues del pub. Solo cuando alguien salía a fumar al patio interior, atestado de plantas en grandes macetones, o a la vereda para respirar aire fresco, una correntada de oxigeno nuevo les permitía, sin que lo notasen, jugar sus cartas rotas.

-Dos navajas calientes con unas gotas de agua helada –pidió Fernando al barman cuando se acercó a la barra de la mano de Tanhya.

-¿Qué? –pregunto el muchacho joven de pelo engominado que preparaba los tragos, al tiempo que ladeaba la cabeza en dirección a la pareja para dejar al descubierto su oreja intentando escuchar mejor.

-Dos vodkas con naranja y agua helada –contestó Fernando con una sonrisa inocente disfrazando la ironía.

-¡Ja! Había escuchado cualquier cosa –dijo el muchacho –el ruido y la música me están dejando sordo. Ya les sirvo.

El rostro bello de Tanhya disparaba desde su boca una sorna inquisidora que se confundía en su dentadura perfecta, con sus ojos verdes, brillantes, y su cuerpo al rojo vivo.

-Estas un poco alterado ¿No? –preguntó la bella.

-Es que es todo tan plástico y mentiroso, que una buena navaja haría la diferencia.

-No te hagas el fundamentalista que sos parte del relato –dijo ella mirándolo fijo a los ojos.

-Si no fuera por ti cariño, yo no estaría parado acá.

-¡Como no! ¿Así que la idea fue mía?

-No, pero aceptaste venir cuando dijeron de seguir la fiesta acá.

-¿Y que iba a hacer? ¡Es mi hermano boludo!

-Si claro. Vos sabés que odio estos lugares.

-Mira Fer, es el cumpleaños de mi hermano. Si no te la bancás andate para casa y listo.

-Claro. Como te gustaría estar sola. Te gustaría que yo no estuviera ¿No?

-No seas payaso, querés.

El barman les acercó los tragos. Ellos se pusieron de espaldas, apoyados en la barra mirando todo el lugar. Cada uno miraba hacia un lado diferente, en sus manos sostenían los vasos altos y distinguidos, como una culpa, como un reproche. Sin mirarse bebieron al unísono. No sabían que el temporal los atraparía antes de subir al coche para volver a casa, mientras, en el pub, la sombra de la inconformidad bajaba al ritmo del trago que sorbían lentamente y los iba atrapando y ellos mirándolo todo, sin mirar. Estaban entrando en la torcedura de muñeca del destino, en los fuegos que existen sobre el hielo y con la vista clavada en el más allá. Estaban solos en la multitud intentando suturar las heridas que iban aumentando con el transcurso de la noche, con lo que vendría, ahora y después. Ya no existía la manzana del deseo. La fuente de los fracasos se estaba rebasando, no había donde guardar tanto traspié y claudicación. Nunca se les ocurrió preguntarse que tanto tenían que ver en todo eso, no se atrevían a poner la cabeza cerca del corazón. Esa era la falla, al menos una de ellas.

fino.                           Collage: Lily Gar.

Música: No se si salgo hoy. Claudio Taddei







jueves, 20 de junio de 2024

Delirio Japonés.


Unas pocas palabras bastarían. Tal vez alguna frase introductoria.

Estaba dispuesta a oír, ya lo tenía pensado. Se encontraba segura de todo, no tenía ánimo de pelear ni discutir y eso sería una sorpresa para quién estaba a su frente. Respondería a todo diciendo que si, se dejaría envolver en el discurso que Soledad seguramente había preparado. Sabía que ya estaba todo preparado, incluida la frase inicial. 

Alma y Soledad, sentadas frente a frente.

Habían pasado dos semanas desde la última vez. Dos largas y eternas semanas. Lo peor había sido la nebulosa y lo retorcido e inexplicable de sus pensamientos. Conocía demasiado a Soledad, siempre adivinaba sus palabras, sus gestos, pero eso ya no era gracioso ni admirable. La tristeza había comenzado a devorarlo todo, incluso los restos del amor.

Alma esperaba en silencio, restaba los segundos que faltaban mientras Soledad revolvía un café sin espuma con los ojos clavados en la tétrica oscuridad del líquido.

¿Qué loco todo, no? pensaba mientras gastaba otro segundo.

No quería dramas ni histerias ni celos, propios o ajenos. No quería. Siempre había jurado que el amor, su amor, era sincero, simple.

Ahora dudaba de eso y de cientos de cosas más, la única certeza que tenía la estrujaba contra el vaso de cerveza y ese era su amuleto fiel. La amaba no tenía duda alguna, pero era momento de soltar y eso se desprendía de la escena que estaban viviendo.

Alma y Soledad. 

El café humeante de Soledad se hizo un remolino en el centro del pocillo cuando sacó la cuchara.

El vaso con cerveza besó los labios fríos de Alma. 

Sin mirarse a los ojos las dos buscaban un lugar lejano, un lugar que no fuese ese que estaban habitando. 

Ellas hundidas en un terco delirio japonés. 

El primer sonido que saliera de sus bocas rompería todo, destrozaría todo, la primera vez, la playa desierta, el fuego de sus cuerpos, las lunas llenas, el sudor de sus manos y la sal de la piel. Todo.

Estaban a bordo de un barco sin alas, encallado en la nada de un punto sin retorno.

Soledad esperaba, sabía de los impulsos vitales de Alma. Por eso se había preparado para no sacudir violentamente el árbol repleto de frutos verdes, de frutos maduros.

Todo lo que deseaba era que no fuese igual que siempre, o al menos como las últimas veces. Que todo fuese puro, sin esas manchas rojas, oxidadas de la pared. Pensaba en mover las fichas sin levantarlas del tablero, deslizarlas lentamente sin mostrar del todo sus movimientos. Engañar, sorprender, jugar esa parte del juego como si no fuese totalmente ella, la de siempre. 

La remilputaqueloparió, era Alma, su Alma. 

Aun en silencio los cables estaban pelados y las chispas azulaban el aire, sobrevolaban en fogonazos sin control.

Ninguna de las dos deseaba repetir la historia. Ya eran otras.

Un aire caliente las atravesó desde el costado cuando se abrió la puerta junto a la mesa donde estaban sentadas. Les llegaron las voces de la calle, gritos, bocinazos y el caldo de cultivo en el que se ahogaba el mundo ahí afuera. 

La puerta se cerró. El silencio las trajo otra vez al juego. Se miraron. Se tomaron de la mano. Cada una recogió sus cosas. Cada una dejo dinero para pagar lo que habían consumido. Propinas.

Se levantaron.

Alma abrió la puerta. Salieron.

Soledad caminó hacia la derecha. Alma caminó hacia la izquierda. Otra vez se hundieron en el caldo de cultivo. 


fino.                    Collage: Lily Gar.

Música: Jardín Japonés - La Dulce.

martes, 28 de mayo de 2024

Gaviotas

                                              
                                                                         

              

Te llevo en la balsa, aquí, a mi lado. El mar se va comiendo el sol anaranjeando la tarde. La brisa suave nos arrastra y el susurro del agua golpea los flancos del bote inflable. Asusta esta calma. Asusta y duele de solo imaginar lo que se nos viene, pero por suerte estás acá. Por suerte estamos juntos, ya pasamos varias veces por esto, calmas y tormentas. No quiero despertarte, mereces el descanso, padeciste el agotamiento de más de tres días en vela cuidándome, hasta que me pasó la fiebre y el delirio. Nos queda muy poca agua y una galleta envasada al vacío, galleta espantosa, vieja y dura. No sé que vamos a hacer, nunca supe pescar ni hacer reparaciones o cosas raras con las manos, me refiero a crear cosas con retazos, algo que nos cubra del sol, de la lluvia o de la desesperación. Nada. Cero manualidad. Esa te la debo y por más que lo intenté solo conseguí desperdiciar los materiales y las oportunidades, convertí todo en un caos, en cosas destruidas, cosas inútiles transformadas en cosas más inútiles. Siempre fui un negado en eso, y en otras cosas, pero no te quiero aburrir ni molestar con mi mala energía y mis malas vibraciones.

Soy un espanto y parte de lo que estamos pasando fue por mi culpa. Pero ahora tengo que pensar en positivo y hacer mi mejor intento para que salgamos de esta. Te lo prometí. Nunca entendí lo que pasó, los movimientos bruscos del barco, el chirriante ruido de los hierros retorciéndose, los gritos, los llantos y el agua. Millones de litros de agua tapándonos de un segundo a otro. No sé como pasó ni qué paso. Solo sé que te aferré la mano, que la otra tocó este maldito bote y que subimos arrastrándonos cubiertos por montañas de agua salada.

No sé lo que pasó ni tampoco importa, solo importás vos, que me salvaste, que nos salvamos mintiéndonos como animales desesperados en este salvavidas inflable, gigante y minúsculo. Que importa lo que pasó. Ahora solo deseo salir de acá y llegar a algún sitio en tierra firme, donde podamos descansar de verdad. Hablo de todo esto en voz alta o lo pienso, ya ni sé, pero te lo cuento, aunque ya lo sabés, lo digo porqué necesito hacer el ejercicio mental para mantenerme despierto mientras vos descansas. Necesito que cuando despiertes estés fuerte para cuidarme otra vez. Prometimos protegernos, llegar juntos, vivos y enteros. Lo juramos mientras reíamos recordando esas historias de náufragos y pelotas de voley, de capitanes y ballenas blancas, de pescadores de peces gigantes, de sobrevivientes solitarios en islas desiertas. Lo juramos riendo. Que bien nos vendría una isla desierta o poblada, qué importa. Qué me importa. Perdón por mis gritos, pero solo intento manipular el dolor, despejarme de las malas sensaciones. Voy a tomar otro trago de agua, seguro que mientras yo duerma, vos también lo vas a hacer. Trampas al solitario, cuestión de sobrevivencia, llamalo como quieras. Perdoname, yo que te voy a perdonar. Ahí en el cielo veo algo ¿Es una gaviota? Si es una gaviota estamos salvados, al menos eso dicen los navegantes experimentados. Eso indica tierra a la vista, pero desde acá no puedo ver mucho, desde acá veo la vida recortada por el filo del bote. Estoy cansado, los ojos se me cierran, ahora te toca a vos cuidar, pero sé que estás cansada. Yo no sé ni donde estoy y ese pájaro de mierda que da vueltas sobre el bote parece que solo esta buscando un lugar donde cagar, donde cagarse en nosotros. Gaviota de mierda, si es que sos una gaviota. Me duermo carajo, mejor me mojo un poco la cara para despabilarme. Que cosa, no tengo fuerzas ni para levantar el brazo y juntar un poco de agua con la palma de la mano. Todavía estoy débil. Y voy y vengo como el agua que nos rodea y empuja. Para colmo se hace de noche a la velocidad de un rayo, seguro que me voy a dormir. ¡Despertate que me duermo! Te toca a vos ¿Me escuchas? ¿No me escuchas? ¿Estoy gritando o pensando que grito? Ya no entiendo nada. No me quedan fuerzas. La luna desanda el camino del sol ¿Chocaron? ¿Se fundieron en una sola cosa? Puedo escuchar el sonido del agua pegando en la goma. El sonido de mis párpados chocando entre si. El sonido de las estrellas titilando. El sonido del sonido. El sonido de la piel desprendiéndose de tus huesos resecos.  

 

fino.

 Música: No way  - David Gilmoure.

martes, 21 de mayo de 2024

Otos tiros.

                                                                 


Una bala rondando la cabeza, los sesos, el alma y el infierno.

Ella, gastada y desbordada encontraba en el riesgo frío del metal un rayo tibio de sol. De sol negro, sol al fin. Respirando lento frente a un espejo turbio pudo dibujar el primer metro de un mapa que quizás, si había suficiente aire, podría recorrer sin dolor. Era el centro de un reloj-ciclón en medio de la ciudad, era la maldita pesadilla de los santos caídos, un verbo difícil, inconjugable.

Dejó caer el peso muerto de las seis luces solo abriendo la mano, que no movió, que no tembló, solo separó sus dedos, quedó en su mano hueca otra arma imaginaria, la mano de la duda.

Giró sobre los talones. Buscó algo de ropa. Una remera. Un pantalón pescador negro y el brillo opaco de sus ojos detrás de los lentes.

Las goteras interminables de la indiferencia cayeron implacables sobre su cabeza embotada. Tiempo de cambio. Tiempo de volver a respirar en paz. Los escalones a la puerta bajados de dos en dos, los dedos fríos de los pies comiendo restos mal barridos.

La salida. El portazo, el brillo ruidoso de la tarde.

Chispazos. Tiros. Otros tiros.

Un paso tras otro sobre la vereda áspera, un Ángel-Wenders a la vista de quien desee ver. A ella no le interesa ver, es una marioneta colgada del cielo, caminando, volando, limándose los pies en baldosas flojas y grises.

No ve niños saliendo de la escuela, no ve bolsas de mandados, solo ve  cruces de caminos y cuerpos chocando contra otos cuerpos sedientos por llegar. No ve las ventanas abiertas, las cerradas, las bocas de tormentas y el tráfico al rojo vivo. No ve en no verse.

Ella no. Las mil cabezas del monstruo, las manos en los bolsillos conservando el hueco del vacío.

La sed comenzó a golpearla, sed de terremoto, sed de patada en el pecho.    El agua es para los desahuciados.


fino.             Pintura: Diego Soria.

Música: I'm Losing You - John Lennon

miércoles, 15 de mayo de 2024

El cuarto del fondo.

 

 


En el cuarto del fondo siempre hubo diarios amontonados. Muchos diarios con destino de almacén a cambio de unas cuantas monedas. El cuarto del fondo, depósito de tesoros desparramados, oasis del tercer mundo. El misterio vivía ahí, en el cuarto del fondo. Antes o después de nosotros durmieron mis viejos, Roque, mi primo, mis tíos, y los fantasmas. Pasaron camas, sueños, sudores y la religiosa marcha del segundero. Pero ya nadie duerme ahí, en el cuarto del fondo. Persiana rota, parquet añejo de tiempos cálidos. Tus ojos, sus manos, sus medallas, la colección de latas y afiches del cine Copacabana. Los reyes colgados de la ventana con el maldito cola-chata que nunca me dejaron. Los pasos de mi viejo llegando por el corredor, hasta el cuarto del fondo. Hasta que dejó de llegar.

  

fino.

Música: Deja su lugar - La Triple Nelson.

lunes, 13 de mayo de 2024

Carne Quemada.

 

Ahora las ganas de mirarte se rompieron contra la escollera. Olas encapsuladas en cuencas repletas de un rencor oscuro. El eco de tu voz repiqueteando incesante va alejándome, destripándome sin límites ni piedad.

No tengo ganas de verte. Te separo en mil partes sobre la vereda del tiempo. No quiero oírte. Ya pasó la fiebre, la locura y las brasas de la primera vez. Duele. Duele mucho. Hoy las cosas son así.

Volvió el centro de gravedad a hacer girar el mundo, a mover los planos y las paredes, volvió el aire que faltaba. Las bocas de madera y los perros callejeros con sus quejidos agudos van inflando la madrugada, que poco a poco se mete por los poros, por los ojos, por los oídos y en  la carne congelada de la resurrección.

Desertores y perdidos vamos en procesión hacia la punta de cemento que se incrusta en el mar sin encontrar, finalmente, la paz.

Estúpido. Siempre fui un estúpido. Y ahora sin ganas de mirarte, sin fe, sin fotos ni negativos, algo se rompió y la estrella tatuada en tu piel arrastra toda ésta basura indigesta, ingobernable.

Amigarme con las tunas, enemistarme con las rosas de papel, rasgarme los brazos con sus espinas y tallos hasta curarme de sangre y veneno... talvez.

Ahora las ganas de mirarte se rompieron.

Quedan algunos destellos de otras ganas, de otros olvidos sin música ni tiempo perdido. Solo me resta no bajar la guardia para no esperarte nunca más.

Las olas rompen el murallón, la espuma lava la superficie gastada por millones de pasos, pero no pueden desanclar los fantasmas. Voy merodeando las grietas imaginando que nunca se abrieron, que nunca sufrieron lo que nos tira el mar.

fino.  

                Collage: Lily Gar.

Mùsica: Dale Gracias - Spinetta Jade.

 

 

lunes, 6 de mayo de 2024

Cronos.



La profunda pesadez del tiempo perdido cae sobre los edificios destruidos. Dejó mis manos atadas después de tanta fábula y olvido.

Te busqué, estabas envuelta en telarañas. Te encontré, como siempre, era febrero. Tenías como sudario brasas en lugar de ojos, te llovías dejando una estela de luces enfermas. Ibas apagando todas las máquinas. 

Yo con pasos lentos, pegajosos, sobrevolaba el dolor incrustándome en los cuadros que alguna vez habías pintado. 

Volé de un solo tiro las cerraduras y los platos sin comida, volé sobre las sombras grises de aquellos días. Te encontré envuelta en cuero, agitando al viento la cadena de las palabras. Te encontré, sobre la tumba de Teseo.

El reloj deshojo su camino ancestral, borró de un plumazo y en reversa pedazos de vida para darte el lugar que pedías. Hay una luna sin fuego que cuelga del cielo y alumbra con lo que puede, alumbra y se va, bajo el saludo implacable del sol.

Como son las cosas, juraste sobre biblias y cartas borrosas que nunca, nunca me mentirías. 

Te encontré, era febrero.

Las caricias murieron en un pantano congelado que no supimos recuperar, perdimos casi todo lo que teníamos pegado en los huesos.

Esa película re-vista que se comió la noria, como una mano invisible cansada de sostenernos el cuerpo fugitivo, descolgado, perseguido. Febrero. Opaco. Mustio. Apenas dejó algunas marcas en suelo que nos dicen por donde no volver a pisar. Es suficiente para mí.


fino.

Collage: Lily Gar.

Música: Sable Chino - Fito Páez.


jueves, 25 de abril de 2024

Salió " Mil Bares ".

             ¡ Felicidad Total ! 

                       

A la venta en :

Grinderman Libros - Tristán Narvaja 1645 esq Uruguay. (envíos)

Disquería 33 revoluciones - Cucu Discos- Perez Castellano 1514.

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                                Gracias a Todos.

Cooltivarte.com - La Atemporal - Herederos del Kaos - 

La Tribu.  Editorial Astromulo.


          



fino.
Salú.    
    

    Música de fondo: Natural - Claudio Taddei.

jueves, 18 de abril de 2024

El de cada día.

                                                                  


Una lluvia fina de harina cae sobre un bowls de cocina después de atravesar el cernidor. Es un recipiente hondo capaz de recibir esa descarga de quinientos gramos. La levadura va en el centro, en el hueco formado con la mano en medio del trigo blanco procesado, dentro de ese pozo vuelco veinte gramos de levadura fresca, granulada, que se disolverá en trecientos mililitros de agua tibia mezclada con un generoso chorro de aceite de oliva exultante de fragancia y sabor. Es el comienzo volcánico de una energía deseosa de explotar.

Por las paredes del bolws, sin tocar el fermento catalizador, el agua y el aceite, dejo caer diez gramos de azúcar y diez gramos de sal. Mezclo. Mezclo todo con las manos limpias y con movimientos envolventes, lentos, firmes, acunando un útero en expansión. Dentro de la masa homogénea, húmeda y sin grumos se ira generando calor, será el claro anuncio de la necesidad de reposo, de descanso. Tapo con un paño seco. Y la masa crecerá, lenta, como globo aerostático, llena de burbujas aceitosas que explotarán al amasar sobre una superficie lisa, enharinada. El aire preso se perderá con el hambre y la urgencia de cualquier amor. Amasar. Parto y luz, la fuerza de una fe a futuro. Después formaré dos bollos, los marcaré con tres cortes paralelos en la cima, en la cresta y dentro de una asadera irán a perderse en las fauces hambrientas del horno.

Un perfume embriagador se expandirá por el aire, lo invadirá todo. Nacerá el deseo y se colgará de los dientes, del cerebro y las papilas desorbitadas irán en procura de un simple placer terrenal. Desde la boca de fuego emergerá humeante y tentador el culpable del agradecimiento litúrgico, del reparto hermanado. El causante de tantas puñaladas en las tripas, del reclamo de todo ser humano con los pies sobre la tierra, pero también el del vuelo en picada de los buitres apostados en las copas más altas de lo árboles.

Fascinante, sencillo, demoledor. El paladar envuelto en el más básico de los placeres. Boca, dientes, mordisco, y poca cosa más que agregar. Saciar en un bocado los cinco sentidos, esperando que el ensueño eterno vuelva a remover los deliciosos engranajes de la creación. En pocos ingredientes la alquimia mágica de la inclusión y mi imperiosa necesidad de ofrendarte ese manjar. Pero no encuentro salida, no estás. El teléfono suena infinito sin más respuesta que la de un contestador. Hay veces que no basta con la ilusión, no hay efecto, solo la existencia de un poder inmenso, de un infierno inmenso, pues a pesar de todos mis esfuerzos y deseos solo necesito asimilar que ya no nos queda harina, levadura, azúcar, agua y aceite con los cuales crear absolutamente nada. Sal. Solo nos queda sal.

 

fino.                                                                         gracias Leila G.

Mùsica de fondo: Freak Like me - Macy Gray

 

jueves, 11 de abril de 2024

Mirando Rosas.

                                                             


Ella abrió la mochila ¿Que sacará? me pregunté, ¿Cigarros o el teléfono? Que gil que soy, como no adiviné, ya casi nadie fuma. Sacó su Galaxy A trecientos mil.com, lo miró, adiviné que chequeaba contenidos, recién ahí levanto los ojos para mirarme, presintiendo mi mirada. Me hablo.

-Disculpá ¿Me decías?

-Si sabés donde para el 183.

-Creo que acá –dijo despreocupada planchándome con desparpajo a sabiendas que yo nunca había hablado.

Volvió a revolver en la mochila y ahora si, ante mi sorpresa, sacó un paquete de cigarrillos.

-¿Me convidas con uno?

-Dale. Pero después me dejas en paz ¿Si?

-Si no tengo más remedio.

Que estúpido es pensar que se puede seducir así, con el truco más viejo, gastado y arrugado del planeta. Si ellas quieren, nos consiguen, no tiene sentido intentar llamar su atención, ellas están mil kilómetros adelante. Nos ven llegar mucho antes de llegar. Los varones somos animales previsibles, al menos para ellas, y sobre todo los cortos de mente como yo.

-Gracias –dije alargando la mano para recibir su limosna –me salvaste de las garras del vicio y también de quedar como un estúpido.

-Eso último no te lo creas –dijo ahuecando su mano sobre el cigarro que tenía en la boca listo para encender.

Mientras soltaba una nube de humo azulado, ella volvía a clavar la vista en el teléfono. Yo, como una estatua de sal, me quedé a su lado extasiado, mirándola como a un hermoso ramo de rosas rojas, intentando, a toda velocidad, sacar de la carpeta de artilugios oxidados alguna frase ingeniosa para traerla hacia mí.

-¿Me das fuego?

Ella me congeló con una mirada verde.

-Si no te dejas de romperme las bolas, te voy a mandar a cagar.

-Bueno no te enojes. Disculpame, pero aunque te parezca estúpido, desde que te vi acercándote, no pude con el impulso de hablarte. Piré con la fantasía que quizás yo te pudiese gustar.

Después de mi confesión ella separó los labios, se le dibujó en la boca una mueca de perplejidad y dejó al descubierto una dentadura casi perfecta y blanca, solo una pequeña hendidura entre sus dos dientes superiores frontales me demostró cuan bellas pueden ser las imperfecciones. Aproveche su estupor para recorrerla de arriba abajo en un segundo de mi reloj interminable. Su pelo corto al ras y teñido de un rubio casi blanco le enmarcaba el rostro alargado, lo que compensaba el balance que hacían sus ojos rasgados. Bella desde donde se mirara. Vestida con ropas holgadas, tanto la blusa negra sin mangas, como el pantalón ancho y marrón cargado de bolsillos. Su figura hacía el resto equilibrando su peso con el metro ochenta de altura. Linda, inmensamente linda.

-No te puedo creer –me dijo incrédula.

La mañana a nuestro alrededor lentamente se ponía en marcha, descongelando el transito pesado, los edificios y las nubes que se desperezaban grises sobre la Plaza de la Bandera. Los bocinazos líquidos hacían el resto.

-No te puedo creer –repitió con aire resignado –me das un poco de lástima y algún otro sentimiento que no sé como llamarlo. Estamos grandes para jugar a la adolescencia ¿No te parece?

-Bueno, tenía que decírtelo. Vos ni me registras, pero yo te veo todas las mañanas y desde hace tiempo estaba juntando valor para encararte. Ahora si querés, mandame a la mierda, aceptame un café o dejame tu teléfono.

-¡No te puedo creer!

-No sé como tomar esa respuesta. Tres veces repetida quizás sea una señal de buena suerte ¿Que me decís?

-¡Que no tenés vergüenza! ¿Que otra cosa te puedo decir? ¿Boludo?

-Bueno tampoco es para tanto. No te falté el respeto, ni dije algo que lastimara tu orgullo. Te vuelvo a pedir disculpas.

Ella movió los brazos separándolos del cuerpo, en una mano tenía el celular, en la otra el cigarrillo a punto de consumirse. Me miró más allá de los ojos, revolvió mi cerebro, buscó con su radar implacable algo más que barro y maleza. Suspiró aliviada, al menos eso percíbi, y con algo de la piedad, de esa que le falta a los toreros, me dijo:

-Hoy no puedo, pero mañana a esta hora nos tomamos ese café. Y por favor, anda pensando algo menos infantil para que podamos conversar civilizadamente ¿Te parece o son muchos los deberes?

-Lo que me pidas. Te veo mañana –dije.

Fue cerrar la frase cuando apareció a velocidad de tortuga el ómnibus que ella tomaba todas las mañanas. Tiró la colilla al suelo, caminó hasta la puerta abierta y hambrienta del C14. Sin volverse a mirar me despido con un "hasta mañana" pálido y sorpresivo.

Esa sorpresa, fue la misma que cayó de mi boca al sentir que, sin ningún lugar a dudas, había otro cielo posible traspasando el cielo visible. Fue en ese instante que me pregunté: ¿De qué vale una vida sin amor? Allí mismo nacieron los sueños que me invaden hasta hoy, la magia feroz de la adrenalina que inunda mi cuerpo cada vez que pienso en ella. Es mi aire, es una semilla germinando día a día, la paz, la calma y los nervios destrozados al sentirme tan solo.

Vi llegar el 183. A ella, después de esa mañana, nunca más la vi.

 

fino.           Collage: Lily Gar.

Mùsica: Pra onde voce vai - Lobao.



viernes, 5 de abril de 2024

ÁngelDiabla

                                                               


Llegue buscando a Alicia. Golpee la puerta descascarada de la casa ocupada esperando que ella me abriera, pero no. Me atendió Violeta, después de un rato me enteré que se llamaba así. Era rubia, delgada y con los ojos más azules que jamás había visto en mi vida. Tenía en brazos una bebé tan rubia como ella colgada de su pecho izquierdo y que se alimentaba como si no hubiese mañana. La niña tenía cuatro meses, de eso también me enteré después. Apenas nos vimos a los ojos con Violeta supimos que algo iba a suceder. Todo vibró. Por mi cuerpo corrió un temblor tan sutil y caliente como el fuego que estalló en los ojos de ella. Lo sentí de inmediato, ella también. Lo vi en sus labios cuando al despegarlos lentamente noté sus dientes blancos y hambrientos. Ya no pensé en Alicia, ni ella en Nicolás. Lo supimos en ese mismo instante. No puede evitar mirarle el pecho derecho descubierto, no puede evitar perderme en su piel blanca y suave. Ella no dejaba de mirarme con el deseo incrustado en sus ojos, soñaba con la boca semiabierta mientras esperaba que le hablara. Hola soy Dany, busco a Alicia. Ella no está ¿Querès pasar?  ¿No te molesto? Estás ocupada. No para nada, la beba termina de comer y se duerme, ya es la hora. Bueno entonces si no te molesto, paso y la espero. Pasá pero no sé si Ali va a volver hoy, cerrá la puerta que ya vengo, dijo dándome la espalda mostrándome su cabello enrulado y largo hasta la cintura. El caserón viejo tomado tenía un corredor largo con cuatro habitaciones de techos altos y puertas de madera despintadas con mil colores añejos capa sobre capa. Dos habitaciones a cada lado del pasillo, al fondo un baño y una cocina a medio destruir, y una puerta que daba a un fondo lleno de malezas y cosas amontonadas, era como galpón de nueve metros cuadrados al aire libre con un Jacarandá en el centro. El olor de la casa, hasta hacía poco tiempo abandonada, se batía a duelo entre humedad e inciensos con aroma a lavanda. Una neblina permanente dominaba todos los ambientes y arañaba los techos altos de madera vencida. Entrá en la segunda puerta de la izquierda, ese es el cuarto de Ali, escuche decir a Violeta. ¿Segura? ¿Está todo bien? Claro bobito si no, no te digo nada, Alicia ya me habló demasiado de vos, dale entra y sentate por ahí, yo ya voy. Entré a la habitación, reconocí las ropas de Alicia desparramadas sobre una silla, dentro un placard de puertas abiertas y torcidas, vi su equipó de música, algunos de sus discos, sus libros y fotos. Alicia estaba presente sin estarlo. Ella ahora vivía ahí. Me había dejado un mensaje en el contestador pidiéndome la visitara, que no demoraría  en dejar el país. Quería verme, despedirse. Dejarme para siempre. Se terminaban los jueguitos, las idas y vueltas, los deseos en manos de  borracheras y porros. Las manos dejarían de escribirnos la piel. Todo sin decirlo, claro, nos conocíamos demasiado. Por la ventana se colaba algo de luz que se transformaba en azul al atravesar la cortina liviana y vaporosa. El olor de Alicia le ganaba a la casa ocupada. Violeta llegó. Hola ¿Tenés algo para fumar? Tengo que aprovechar que Lunita se durmió y que Nicolás llevó a casa de los abuelos a nuestro otro hijo. ¿Dos hijos? ¡Pero sos re-joven!, dije sintiéndome inmediatamente un pelotudo de primera división. Mientras buscaba a toda velocidad en mi cadena de neuronas alguna forma de arreglar la cagada que salió de mi boca. Ella sonrió y me miró con cara de poder perdonarme eso y muchas estupideces más. Son cosas que pasan, dijo acercándose al sillón que estaba junto al equipo de audio. ¿Pongo música? ¿Imagino que esto te gusta? dijo mostrándome la tapa de “The turn of Friendly Card” de Alan Parsons. Claro que si, dije mientras me acomodaba sobre un almohadón en el piso, debajo de la ventana. ¿Tenés o no  para fumar? Tengo, pero seguro nos va a dar sed ¿hay algo para tomar? Solo agua fría. ¿Donde hay un supermercado cerca para comprar una cerveza, si no te jode claro? Acá a la vuelta hay uno abierto. Dale, voy hasta ahí, dije. Me levanté, estire mi mano para dejarle una bolsita con un poco de maconha y las hojillas. Armate uno mientras voy hasta ahí. Apenas rocé su mano, una descarga eléctrica nos recorrió y nos hizo separar las manos en un desesperado impulso protector. Era real, todo era real, no era un sueño. Nos miramos a los ojos, me ahogué en su mar. Nos besamos sin pensarlo, nos dejamos llevar. Sus labios eran dulces y tibios, su lengua buscó todos mis secretos y mis dudas. La apreté contra mí, la abrace hasta sentir sus pechos cargados de leche incrustándose en mis costillas al rojo vivo. Nunca supe cuanto duró ese letargo. La separé de mí por vergüenza, estaba tan excitado que temí perderme en la sentencia. Voy por esa cerveza, dije buscando la salida escondiendo mi secreto que ella ya conocía. El aire de la calle estaba pesado, el sol caía como plomo sobre la vereda de árboles insuficientes. Regresé con tres cervezas heladas. En la habitación de Alicia sonaba “Time” y el olor del porro encendido vengaba todas las batallas perdidas por los inciensos. Destapé una cerveza, me senté junto a Violeta en el suelo sobre los almohadones que ella había reacomodado en la pared enfrentada a los parlantes. Ella me paso el porro y antes de fumar le di un trago largo a la botella. Sin decir nada, ella recostó su cabeza en mi hombro, pase mi brazo por detrás de su cabeza sin soltar la botella, mientras con la otra mano me llevaba el cuete a los labios. Estuvimos pegados uno al otro hasta que terminó el lado A del disco, mientras fumábamos y vaciábamos la primera botella. El resto de la casa dormía el sueño de una angelita en el cuarto de Violeta. Con más pereza que ganas me levante para girar el disco. Volví hacia Violeta y me arrodille ante ella, apoye mi pecho en sus rodillas recogidas, estiré las manos y la acaricié suave y lento como para aprender las líneas de su cara y el contorno de sus ojos de una sola vez. Ella suspiró, separó sus rodillas y nos metimos en el entrevero de la ropa y la carne sin medir ni pensar las consecuencias. Ciegos. Perdidos. Drogados de placer y misterios por descubrir. Rodando sobre el piso y envueltos en el calor de la piel, gozamos en el cielo alucinado de una primera vez. Apenas pudimos respirar la bebe comenzó a llorar. A Violeta se le escapó un suspiro inmenso y pesado como una huella en la nieve. El frío de la realidad la traía de los pelos al planeta tierra. Ya vengo, dijo recogiendo una remera con la que apenas cubrió su cuerpo. Yo quedé mirando el techo mientras la púa llegaba al final del último surco con un “srhk-srhk” asesino. Destapé otra cerveza y me arrodille frente a los discos apilados en el suelo buscando otra música para escuchar. Violeta volvió con la bebé en brazos. Vestite que en cualquier momento viene el padre, dijo en un susurro frágil y triste al tiempo que besaba a su niña en la frente. Busqué mis ropas desparramadas en el suelo. Me vestí sin apuro ni convencimiento. No me importaba mucho nada. Estaba dispuesto a enfrentar cualquier tormenta con la potencia demente que regalan las locuras. Voy a bañarla y cambiarla ¿Esperas? Hasta que me digas que me vaya dije. Saqué “Love” de The Cult de la pila de discos, lo puse a girar, baje el volumen y terminé la segunda botella. Escuche la puerta de calle abriéndose. Vi pasar la figura desgarbada de un hombre, luego vi asomar su cara en  la puerta semiabierta del cuarto de Alicia. ¿Hola? Hola ¿Como va? Soy Dany amigo de Alicia, le dije a la cara asombrada que me miraba como a un fantasma. ¡Ah! Yo Nico, dijo mientras su mente buscaba, restaba, multiplicaba y conjugaba sin sacarme los ojos de encima. Se fue de la puerta sin decir nada más. El disco seguía girando, abrí la tercera botella y me puse a armar otro porro. Entre los acordes de Billy, el humo y la voz implacable de Astbury, muy bajo y a lo lejos escuchaba sus voces que salían de alguna de las habitaciones. Luego silencio, luego otra vez voces en una montaña rusa de tonos y restos de palabras entrecortadas. Antes de terminar la botella y el disco, entraron al cuarto. El tenía a la beba en brazos. Ella vestida y arreglada multiplicaba hasta el infinito su hermosura. Ángel y Diabla. Brillaba. ¿Seguís con hambre? me preguntó a quemarropa. Claro, el cuete este me dejó famélico. Nicolás miraba al tiempo que se movía con la beba hacia arriba y abajo en una especie de arrullo nervioso y descreído. Bueno dale que te acompaño a comprarte comida, antes que venga Ali, así la esperas tranquilo mintió. ¿Vas a ir con él? Decile donde queda el bar y que vaya solo, ordenó sin levantar la voz. Voy con él, venimos enseguida, yo también necesito tomar aire, dijo Violeta haciéndome una seña con la cabeza marcando la salida. Sin dejar la botella ni el porro, salí tras sus pasos sin decir palabra. Salimos a la calle. Era de noche y la luz de la luna llenaba todos los espacios que antes se había comido el sol. Doblamos en la primera esquina, caminando en silencio. Ella estiró su mano buscando la mía. Sentí su calor, su deseo, su terror. Me pidió una pitada, después la botella. Luego de algunas cuadras al ver un bar abierto preguntó ¿Podes comprar otra cerveza? Yo no tengo un mango. Claro, todo bien. Compré y seguimos caminado otra cuadra hasta encontrar una plaza rodeada de árboles y estrellas. Nos sentamos en un banco medio destruido, como la casa que Alicia y Violeta ocupaban. ¿Me podes besar como lo hiciste hoy? me pregunto con los ojos azules tapados de niebla. La besé intentando ser la solución a todo el dolor que se escapaba por sus poros. Otra vez el fuego, otra vez las ansias y los espasmos desesperados de dos cuerpos al rojo vivo incendiándose en los rincones más oscuros y ocultos de la plaza. Yo arriba. Yo detrás. Ella sobre, ella dentro, ella en el espacio sideral descolgando luceros y susurrándole quién sabe que plegarias a todas las constelaciones. Ella, yo. Yo, ella. Ella. Hermosa, implacable y desesperada electrocutándolo todo a cien metros a la redonda. Ella sed, tsunami y alud sobre mi cuerpo clavado de espaldas a la tierra reseca de una plaza de mierda. Tres horas después desandamos el camino, resecos, mudos y abrazados rumbo hacia el caserón húmedo de lavanda contaminada. Desde la esquina lo vimos parado en la vereda acunando al angelito dormido. Nos acercamos. ¿Respiraste? le preguntó a Violeta quien le sacó a la bebe de los brazos y se perdió tras la puerta descascarada. Y vos ¿Comiste? me pregunto desafiante a la espera de la señal para disparar en el duelo. Lo miré sin separar los labios. Pasé a su lado y sin tocarlo lo aplasté con el poder que alguna vez había sido suyo. Seguí mi camino. Me pareció oírlo llorar.

fino.                         Collage: Lily Gar.

 Música: Más y Más - Roby Draco Rosa